Entrevista | Sergio Ramírez Escritor

«La condición de nicaragüense es moral y nadie puede despojarme de ella»

"Acompaño al inspector Dolores Morales en ese humor negro que tiene para juzgar las situaciones", afirma el escritor

Sergio Ramírez.

Sergio Ramírez. / El Día

Almudena Cruz

Almudena Cruz

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez estará, esta semana, en la octava edición del Festival Tenerife Noir. Será distinguido por toda su trayectoria. La ceremonia de entrega del Premio Negra y Criminal está prevista para este sábado, en el Espacio R de la capital tinerfeña, y concluirá con un encuentro con los autores locales José Luis Correa y Javier Hernández Velázquez. Antes, el viernes, protagonizará un diálogo en el Aula Magna del Aulario César Manrique de la ULL con el director del Seminario Internacional Tenerife Noir de Investigación en el Género Negro, Javier Rivero Grandoso.

Viene esta semana a Tenerife por un motivo especial: recoge el Premio Negra y Criminal de Tenerife Noir por su papel en la literatura.

Es muy especial este reconocimiento en particular porque es un sombrero. Estoy muy contento por el hecho de que sea un sombrero borsalino y espero que me luzca bien, a modo de policía. Luego, por supuesto, me alegra mucho porque ser reconocido como escritor dentro de una de las tendencias o especialidades literarias que más me atraen, que es la de la novela negra. Mi trilogía de novela negra con el inspector Morales como personaje ha sido el centro mi escritura de este género. Y este reconocimiento, sinceramente, me llena muchísimo.

Precisamente, el tema central de esta edición en el Festival Tenerife Noir es el papel del Estado como personaje más en la novela negra. Es algo en lo que usted tiene mucha experiencia al haber usado esa trilogía como herramienta de denuncia de la situación en su país.

En América Latina, estamos viviendo una situación en la que el Estado es el protagonista. En los estados represivos, los estados se vuelven protagonistas de algunos elementos que hay que tomar en consideración a la hora de escribir porque la novela negra tradicional está concebida en base al tête à tête entre el policía y el criminal. La intervención del estado modifica el papel del investigador policial porque enturbia esta relación y se vuelve un verdadero protagonista. Sobre todo cuando se trata de estados represivos donde no se cumplen las leyes y la policía asume un papel abusivo contra los derechos humanos. De ahí que el papel del estado se vea especialmente realzado.

Su labor como escritor le ha llevado a tener que irse de su país. De hecho, su Gobierno recientemente le ha arrebatado algo que de por sí es irrebatable: su nacionalidad nicaragüense

Cierto, y esto tiene que ver absolutamente con mi papel de escritor. Mi última novela, Tongolele no sabía bailar, la última entrega de mi trilogía de novela negra fue prohibida en Nicaragua en el año 2021. El Gobierno decretó una orden de detención contra mi porque la novela causó un gran disgusto al poder hasta el punto de prohibirla y decretar prisión. Desde entonces, todo esto se ha venido como despeñando hasta a quitarme la nacionalidad a mi y a 300 nicaragüenses más. De manera que la literatura es parte del panorama represivo en Nicaragua.

Pero usted seguirá siendo nicaragüense diga ese gobierno lo que diga... ¿no es cierto?

Bueno, por supuesto. Mi condición de nicaragüense no está sujeta a ninguna clase de sanción. La condición de nicaragüense es moral, es ética, es sentimental y nadie puede despojarme de ella.

Ha tocado muchos palos dentro de la escritura pero ¿por qué es el negro uno de sus géneros favoritos?

Porque he logrado completar esta trilogía que está forma por El cielo llorará por mí, Ya nadie llora por mí y Tongolele no sabía bailar. Todas giran en torno a un solo personaje, que es Dolores Morales. Es un saga que quizás tendrá una continuidad, aún no lo sé. Me parece que el género negro me ha permitido acercarme a la realidad y a la situación contemporánea de Nicaragua por una vía muy privilegiada, que es la vía de la novela negra. 

Regreso siempre al cuento, vuelvo a ese ejercicio de calistenia verbal o de calistenia literaria

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¿Cómo es la relación del autor con su propio personaje, Dolores Morales? ¿Tiene partes suyas? ¿Cómo ha ido cambiando?

Bueno, al fin y al cabo un personaje de estas características se convierte en un alter ego del escritor. Dolores Morales es contemporáneo mío –más joven que yo pero contemporáneo mío– y contemporáneo de la revolución. Él participó en la guerrilla para derrocar a Somoza y yo también participé, aunque no en la guerrilla sino en la parte política de la revolución. Los dos tenemos una visión crítica de todo lo que ocurrió entonces, lo vemos con el mismo desdén y la misma ironía que él usa. Le acompaño en ese humor negro que tiene el inspector Morales para juzgar las situaciones. Él hace juicios sobre lo que ha ocurrido en Nicaragua desde entonces, desde la revolución de 1939 hasta ahora, y para mí son juicios que revelan lo que es la verdadera situación del país. Sí, yo me siento representado por él.

¿Y no sabe aún si continuará con la saga?

Bueno, no lo sé porque eso depende de lo que la realidad me vaya dando. La novela es un organismo vivo, tiene necesidades y en la medida en que la misma saga me lo vaya demandando seguiremos por ese camino.

Hay otro género que también ha cultivado y que creo que para un escritor es siempre muy especial: el cuento ¿Qué tiene para que le guste tanto revisitarlo?

El cuento tiene una estructura muy distinta a la novela. Yo me estrené como cuentista cuando empecé a escribir en mi adolescencia y desde entonces encontré una afinidad muy grande con este género. Siempre suelo volver a él, es una manera de probarme que soy capaz de escribir cuentos, es un mecanismo distinto con una dificultad diferente, como se dice en atletismo. Yo regreso a este ejercicio de calistenia verbal, de calistenia literaria, siempre. 

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