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David Trías: «No puedo negar que sabía quiénes estaban detrás de Carmen Mola»

David Trías

David Trías es el director literario de Aguilar y el responsable del área de No Ficción de Plaza & Janés. Estuvo el pasado fin de semana en Puerto de la Cruz, de la mano del Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo, para presentar Queridos camaradas: una vida. Se trata de la obra póstuma de Javier Reverte, a quien Trías editó durante los últimos años de su vida.

Hacía mucho que no nos visitaba...

Estuve hace diez años en Tenerife y fue también por motivos profesionales y editoriales. Presenté una novela que se llamaba Búscame donde nacen los dragos, de la escritora Enma Lira. Yo era su editor y la estuve presentando con un grupo de periodistas. Este ha sido mi segundo viaje a Tenerife y de nuevo lo hice por motivos de trabajo y con un libro vinculado a los viajes. Es una casualidad.

Vino a participar en el homenaje que se propuso organizar el Festival Periplo a Javier Reverte, uno de sus colaboradores más fieles. Presentó, en primicia, su libro póstumo.

Ha sido una curiosa y feliz coincidencia. Yo sé que el Festival Periplo tenía una estrecha relación con Javier, al que además le gustaba venir al festival. Tenía una maravillosa relación con la Isla. Sé que los organizadores del festival estuvieron en contacto con él cuando ya estaba enfermo e intentaron que participara pero ya no tenía salud para ir. Una vez que murió, hace exactamente un año, pusieron en marcha este homenaje y ha sido una coincidencia que las fechas del festival cuadraran con la publicación del libro Queridos camaradas, que justamente se empezó a distribuir este jueves. Se presentó en Periplo en primicia a nivel nacional.

¿Reverte dejó este libro totalmente terminado?

Absolutamente. Javier trabajó infatigablemente hasta el final de sus días y me dejó entregados tres libros. Meses antes de morir me entregó su última novela, Hombre al agua. Adelanté su publicación con la esperanza de que él lo pudiera ver pero no tuvimos esa suerte. Me entregó este libro de memorias y también lo que va a ser su último libro póstumo, que saldrá el año próximo. Es su último libro de viajes, La frontera invisible, y corresponde al último viaje que hizo ya muy enfermo a Irán y a Turquía.

Su trabajo como editor le ofrece la oportunidad de conocer a gente fantástica como el propio Reverte, Isabel Allende o Julia Navarro. ¿Cómo es la relación entre el autor y el editor?

Es una relación de compañeros de viaje literario. El protagonista es el autor y el editor está ahí acompañándolo, le asesora, le orienta y está con él en los momentos más delicados. Técnicamente edita el libro: decide el título, cómo va a ser la portada y será el primer lector de esa obra. El editor tendrá la responsabilidad de ser el portavoz de lo que los lectores, en general, van a encontrar al leer el manuscrito. El editor tiene una relación con el autor de complicidad y de un intercambio intelectual. Hay un debate técnico y literario que puede ser apasionante porque está ahí para señalar o enfatizar todo lo que cree que el autor puede mejorar y tiene que indicar todo lo que cree que al lector le puede interesar.

A veces el editor es también escritor pero sobre todo es un gran lector, ¿cierto?

Sí, al final, la esencia del editor es parecida a la esencia del periodista: tiene que informar, estar atento y transmitir lo que ocurre. El editor hace de puente entre escritor y lector. Evidentemente un editor es una persona que tiene que saber leer, escribir y entender lo que un escritor siente cuando escribe. Eso último es lo más importante.

Pues debe ser complicado...

Bueno, tiene una parte de psicología, de empatía y de saber exactamente la idiosincracia de cada uno de los escritores. Cada uno es mundo, es un artista. Hay muchas realidades paralelas para cada proyecto artístico, como te podrás imaginar: una realidad más técnica y otra más industrial. Formo parte de un gran grupo editorial. Llevo 25 años trabajando en el sector, defiendo los intereses de un grupo editorial y debo ser coherente con sus intereses. En mi caso debo de ser coherente con el catálogo y el ADN de dos sellos editoriales tan emblemáticos como Aguilar y Plaza & Janés.

El mundo editorial tiene sus propios misterios ¿Las editoriales buscan perfiles o productos concretos? ¿Salen a la caza de propuestas o mantienen un perfil más pasivo?

El editor cada vez tiene que estar más activo y tener los radares puestos en lo que ocurre en la realidad y en las tendencias. Lo más importante de un editor de no ficción –que es en lo que yo estoy especializado– es anticiparse. Más que estar recibiendo propuestas y manuscritos maravillosos, debe estar proponiendo, sugiriendo, llamando a las puertas e invitando a algunos autores a animarse a escribir ciertos libros. No deja de ser una relación de ida y vuelta.

¿Cuántas horas de su vida dedica a leer?

A trabajar diría que dieciocho. Este es un trabajo de 24 horas los siete días de la semana. Es un oficio muy integral pero forma parte de la magia de este mundo. Desgraciadamente, le dedico muchas menos horas a leer de las que quisiera y de las que debería. Me dedico mucho más a todo lo que rodea al oficio que al hecho en sí de leer. Voy leyendo en los momentos libres, antes de ir a dormir o mientras desayuno, por ejemplo.

Hablando con un editor no puedo dejar de preguntarle por la polémica en torno a los Premios Planeta y a triple identidad de Carmen Mola.

El mundo editorial ofrece estos juegos, misterios y sorpresas. Carmen Mola es un proyecto que se fraguó en mi grupo editorial. Dos de los tres autores que forman parte de Carmen Mola han trabajado y han publicado sus novelas conmigo. Al final el éxito de las novelas de Carmen Mola no se basa en una campaña de marketing sino básicamente en que han gustado muchísimo. Toda esta performance que se ha llevado a cabo ha sido, en el fondo, bastante inteligente. Creo que cuando un autor se esconde detrás de un pseudónimo tiene dos opciones: o esconderse toda la vida o salir del armario. Pero lo que prevalece siempre debe ser el libro, la novela. En este caso el golpe de efecto que han hecho –ayudados por toda la fuerza mediática que tiene el Premio Planeta– ha sido espectacular.

Es decir, usted era de los que sabía quiénes era Carmen Mola.

No me hagas hablar mucho (risas) pero no te puedo negar que sí, que lo sabía.

¿Qué le aconseja a una persona que quiere publicar?

Mucha perseverancia, mucha humildad y mucho pico y pala con el manuscrito. Tanto si es una novela como si es de cualquier género hay que tener mucha constancia. Una vez que pones el punto y final al manuscrito, hay que pensar muy bien a dónde enviarlo. No se debe hacer al tuntún, hay que saber cuál es a priori la editorial más adecuada para recibir tu manuscrito. Se puede hacer de forma directa o a través de un agente literario, las dos vías son igual de loables. Y hay que tener mucha paciencia porque el editor, como decía Michael Korda, es esa persona a la que por las noches los manuscritos le crecen como hongos en su despacho.

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