La divertida y chiflada película de acción, inspirada en un cómic ruso, ha ocupado los rankings de lo más visto de Netflix en todo el mundo. La apuesta de la plataforma por esta superproducción se ha convertido en uno de los grandes e inesperados éxitos. Y de los que se agradecen.  


Un policía molón, una youtuber investigadora con el look de Franka Potente en Corre, Lola, corre, un Mark Zuckerberg de pacotilla y un villano con la máscara de la peste negra. Referencias de todo tipo y pelaje, las más obvias nos llevan desde James Bond a V de Vendetta, pasando por Batman y Arma letal, incluso La casa de papel. Lujo, bajos fondos, persecuciones y revueltas antisistema. En definitiva, un cóctel verdaderamente chiflado en el que más, siempre es mejor. Así es el (pen)último éxito de Netflix, en este caso procedente nada menos que de Rusia y que es una superproducción por todo lo alto. Desde su estreno en la plataforma se situó en los primeros puestos del ranking de lo más visto en todo el mundo, también aquí, convirtiéndose en uno de esos guilty pleasures inesperados que da mucho más de lo que se espera gracias a su impecable factura y a su desvergüenza a la hora de jugar con los géneros. Buddy movie, acción, comedia, intriga detectivesca y una reflexión sobre el mundo en el que vivimos, más concretamente sobre la Rusia de la era Putin, la brecha de clases entre los grandes oligarcas y el pueblo oprimido, y la corrupción dominante en las altas esferas y en la justicia.

Igor Grom contra el doctor Peste parte de un cómic de éxito, Major Grom, publicado en Bubble Comics, una editorial rusa especializada en crear héroes locales. La serie estuvo activa desde 2012 hasta 2016 y ha sido objeto de un buen puñado de spin-offs y de crossovers. Sí, a su alrededor también se ha creado un multiverso con toda clase de vinculaciones entre otros personajes del sello. La primera película de lo que podría convertirse en una franquicia (ya se está preparando la segunda parte) correspondería con la primera historieta de la saga impresa.

Como Batman contra el Joker, Igor Grom contra el doctor Peste, protagonizada por Tikhon Zhiznevskiy, ídolo del cine comercial del país, adopta la perspectiva del cine de superhéroes, aunque ninguno de ellos, ni el policía ni el villano, lo sean realmente. Pero de alguna manera intenta introducirnos en ese juego conceptual entre la fina línea que separa el bien y el mal dentro del contexto de una ciudad que ha perdido la esperanza. Como Batman contra el Joker en Gotham City, pero en este caso en San Petersburgo. En ese sentido la ciudad rusa se convierte en un impresionante escenario. Pero los responsables no querían vincularlo con la arquitectura soviética más allá de algunas localizaciones icónicas, por lo que nos encontramos ante una urbe completamente distópica en la que se alternan los bajos fondos y los rascacielos, sin olvidar una de las ubicaciones más delirantes, la de un casino con motivos orientales construido bajo las ruinas de la perestroika.

El director de esta megaproducción desmelenada es Oleg Trofim y esta es su segunda película después de un drama deportivo-musical sobre los amores entre una patinadora rusa y un jugador de hockey en la que también había canciones. Aquí encontramos temas de rock ruso, entre ellos de la banda Super Collection Orchestra, también rap ruso, el de Levan Gorozia.

El mensaje final de la película ha sido muy cuestionado, sobre todo en su país de origen, por considerarse pro-policía, aunque los responsables han discrepado en torno a esa opinión, intentando disminuir al máximo las referencias políticas para centrar el mensaje en las desigualdades sociales, presentes en cualquier parte del mundo.

En cualquier caso, lo que está claro es que la apuesta que hace Igor Grom contra el Doctor Peste resulta tan inclasificable como macarra. Un híbrido entre la superproducción y la exploitation, tan formularia en su apariencia como freak en el fondo. Todo un disfrute loco.