Confiesa que su única pretensión ha sido escribir un cuento para adultos, una historia en la que la periodista Nativel Preciado (Madrid, 1948) propone a los lectores un viaje a África a través de las páginas de ‘El santuario de los elefantes’. Ganadora del Premio Azorín 2021, el libro toca algunos de los abusos que se siguen cometiendo en el continente negro.

¿Quiénes son los «elefantes» en esta novela?

Son el alma de África que, según Kapuscinski, está representada por un animal que es bastante alegórico por naturaleza.

¿Como periodista ha conocido a muchos paquidermos de la política o las finanzas?

Yo respeto a todas las especies, pero aún no he conocido a ningún elefante vinculado con esos mundos... En política y en economía sí que he conocido a otro tipo de animales, pero no los compararía con unos grandes elefantes.

¿Y a algún cazador de elefantes?

Eso sí... (ríe). Algún que otro cazador de caza mayor sí que me he cruzado en el camino y debo reconocer que llevo muy mal el hecho de acabar sentada en uno de esos despachos que tienen colgados en sus paredes este tipo de trofeos.

¿Antes habló del alma de África, pero la suya está dividida entre el periodismo y la literatura?

Aún no he notado el paso de un lugar a otro, es decir, que no percibo diferencias entre lo que ha sido contar historias reales, objetivas y precisas en un periódico y escribir una en un libro... Esa transición ha sido muy tenue porque a mí lo que me gustaba de niña era dar a conocer historias y en la prensa escrita me he desahogado mucho contando cómo percibía la realidad desde la fila cero de la historia... En los libros he fantaseado mucho para ir un poquito más allá acompañada siempre por la ficción, pero al final me encontré con los mismos instrumentos de trabajo: la escritura.

¿La ficción es sinónimo de libertad?

En el mundo del periodismo no conviene inventarnos historias para describir lo que sucede a nuestro alrededor, pero es cierto que la línea que separa la realidad de la ficción es muy delgada... En los últimos días hemos visto o leído informaciones sobre una gran peregrinación de elefantes en China y eso no es ficción sino una realidad más fantasiosa que esta novela.

Entonces, todo queda reducido a la fantasía, ¿no?

Más o menos... Todo lo que hemos soñado existe y, es decir, la ficción existió alguna vez.

¿Usted ya está buscando más alicientes en la literatura que en el periodismo?

Sí, porque he ido encontrando mi lugar a medida que pasa el tiempo. Ya me gustaría ser la periodista que fui cuando tenía 20 años, pero eso es imposible... Esto se lo cuento no solo por el hecho de tener unos cuantos años más sino porque de que a esa edad te sientes eterna. A estas alturas de mi vida solo tengo claro una cosa: ni soy un ser eterno ni tengo 20 años. Mi escritura es más sosegada, aunque debo confesar que en la prepandemia trabajé en exceso y eso es algo que no creo que se pueda volver a repetir.

Sin querer desearle nada malo, dicen que los elefantes cuando siente esa última llamada regresan al lugar en el que nacieron y en soledad.

Esa es una alegoría que comparto al cien por cien porque con esta novela he regresado a mi infancia... Mientras escribía leí y soñé con las novelas que cayeron entre mis manos cuando era una niña. Desde el punto de vista personal y anímico estoy viviendo un momento de regresión. Los chinos dicen que para encontrar un sentido a la vida tienes que dar la vuelta al mundo y regresar a la simpleza elemental de cuando solo eras un niño.

África es aventura pero, a su vez, es desolación... Se lo comento porque no es nada fácil hallar un nivel de riqueza en medio de la nada.

Es un continente que lleva siglos arrastrando afrentas y agravios, pero tenemos que acostumbrarnos a mirar hacia él porque así será nuestro futuro más a menos inmediato. En África están sucediendo demasiadas cosas que ponen en evidencia que este sistema político-económico es insostenible. Nadie se puede enriquecer en medio de una pandemia de esta magnitud. Si eso ocurre es porque hay millones de personas que se han empobrecido o desaparecido: el abismo entre ricos y pobres es cada vez mayor. África es el continente en el que se ocultan las respuestas de muchos de los problemas que afectan al primer mundo.

¿Y un lugar perfecto para esconderse?

Eso es lo que tienen los lugares recónditos en los que puedes ser acogidos por unos nativos más empáticos que muchos de los personajes de El santuario de los elefantes. Yo conozco a personas que han decidido perderse en África,

¿Dónde está el punto de inspiración de ‘El santuario de los elefantes’?

Este libro es un viaje o una novela de aventuras en el que hay enfermedades, enfrentamientos, enamoramientos y algún que otro percance disparatado. No es tan trepidante como un thriller, pero sí tiene varios misterios que giran en torno a los numerosos abusos que seguimos cometiendo en África.