No es extraño que los individuos que destacan por encima de lo ordinario suelan provocar envidia o suscitar cierta suspicacia. Es decir, en ocasiones, lejos de mover sentimientos de admiración por sus dones, por su talento o por el éxito alcanzado, más bien despiertan los celos de quienes se sienten incapaces o frustrados frente a aquella posición que en el fondo desearían tener. Aunque en realidad mantengan una actitud pasiva o, la mayoría de las veces, no cuenten con aptitudes suficientes. Pero también pueden provocar suspicacia. En estos casos la desconfianza puede venir de parte de la autoridad o grupos de poder o influencia, cuando no del propio grupo social de pertenencia. Este es el contexto más común en que se emplea esta observación conclusiva que se enuncia como: “La tacha que sobresale alcanza/se lleva el primer martillazo”. Registro que se construye como una versión local de lo que parece ser un proverbio universal y que en castellano se suele expresar como: “El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo”. Esta frase proverbial advierte y sentencia que, en determinadas circunstancias, las personas sobresalientes suelen ser objeto de ataques, burlas o tramas. La metáfora que podría evocar la imagen del zapatero que clavetea la suela de un zapato sobre el yunque, o cualquier otra labor manual en la que se empleen martillo y tachas, nos sugiere que aquella tacha que sobresale a las demás es la primera en “alcanzar” el golpe de martillo. [El verbo “alcanzar”, al igual que “llevarse”, tiene aquí el valor de ‘recibir un golpe o un castigo’]. En sentido figurado bien podría hacer referencia al cabecilla de un grupo que está en el punto de mira de sus rivales y cae víctima de una celada (“Agarraron al cabecilla y alcanzó una buena entrada de palos”, para decir que le dieron una paliza al más revoltoso).

En ocasiones es la independencia o la rebeldía lo que hace que un individuo (“la tacha”) despunte (o “sobresalga”)” frente a la actitud gregaria de la mayoría. Lo que puede provocar envidias y crear suspicacias, reacciones estas que estimulan el rechazo social o la reprimenda (“el martillazo”) de quien posee algún tipo de autoridad (“el martillo”). Cuando no, es el entorno social quien sanciona a través de la crítica, la burla o el escarnio a aquel que considera diferente. Por eso, la tacha que sobresale alcanza (siempre) el primer martillazo porque –por una ley física incontestable, podríamos decir– entre varias tachas, la más sobresaliente es la primera que recibe el golpe. Como mismo la persona más distinguida por sus cualidades o por el estatus social que ocupa, es a menudo, por envidia o recelos, objeto de mofas, bromas pesadas, humillación, cuando no de represalias más severas.

Esta frase proverbial puede funcionar tanto como conclusión ante el resultado de una situación dada (que confirma la veracidad de lo dicho) que como admonición o advertencia de que es mejor no hacerse notar. Lo que en ese sustrato del inconsciente colectivo insular podría justificar la actitud “atorrada” del estereotipo del mago o del mauro que, cuando las ve venir, adopta la posición de quien “no sabe nada”, (“calladito a la boca”). Y en este contexto vienen a colación una serie de expresiones que muestran una doliente indiferencia como: “esto así”, o aquella otra que dice “paso de buey, tripa de lobo y hágase el bobo” (que acaso explican la cobardica “neutralidad” que a veces adopta el isleño). Pero también puede sugerir el razonamiento conclusivo que se expresa con un: “Lo ves, te lo dije, que no te metieras en eso que ibas a alcanzar” (que se emplea cuando alguien, con toda su buena voluntad, trata de mediar en una discusión entre dos partes y sale mal parado).