Una escena de la cinta dirigida por Chloé Zhao.

Sé que voy a contracorriente al decir que Nomadland me ha decepcionado. Tras la avalancha de premios y reconocimientos que la precedían, probablemente deposité en ella unas expectativas demasiado elevadas que, en mi caso, no se han cumplido. El Globo de Oro a la mejor película dramática y a la mejor dirección, el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia, seis nominaciones a los Oscar (entre ellas, película y dirección), siete candidaturas a los Bafta y un larguísimo etcétera, constituían un aval sobresaliente. Mi desilusión no implica que no haya encontrado algunos méritos al trabajo de Chloé Zhao. Sin embargo, me aburrí en varios momentos de la proyección. No siempre la simple recreación de la realidad conecta con el público y, en este caso concreto, el esfuerzo por visualizar las vivencias cotidianas de la protagonista acerca a Nomadland al espíritu documental y la aleja de la ficción y, en alguna medida, del cine.

En todo caso, resulta oportuno destacar sus aspectos positivos. Se trata de un largometraje honesto y que lleva una firma artística. No resulta un producto artificial ni sin autoría, lo cual supone un ejercicio de integridad y valentía digno de resaltar. La excelente interpretación de Frances McDormand es eficaz, creíble e íntegra, y ofrece planos de bellos paisajes y de hermosos entornos naturales. Asimismo, traslada muy bien la crítica contra una sociedad excesivamente urbana vinculada al capitalismo y al consumo, al tiempo que aborda la reflexión de retornar a un estilo de vida más primitivo, nómada y sencillo. Contiene también algunos emotivos pasajes centrados en la bondad de algunos de los personajes que aparecen en la historia.

Pero, aun así, se aprecia en el fondo una notable ausencia de trama. El tiempo dedicado a plasmar actividades cotidianas y rutinarias discurre con un estilo pausado y monótono que merma el interés sobre lo que se pretende transmitir. Se suceden numerosos planos de la actriz haciendo sus necesidades y abundantes secuencias con miradas perdidas en el horizonte, demostrando que, a veces, una sobredosis de realismo puede arruinar una propuesta tanto o más que la carencia total de credibilidad y autenticidad. Esta defensa de una existencia austera, de unos cuerpos imperfectos y de un rechazo del materialismo, sin dejar de ser comprensible, a mi juicio quizás halle mejor ajuste en un cortometraje. Una cinta debe contener otro tipo de argumento capaz de atrapar al espectador, otro guion más elaborado, otro relato que trascienda al devenir diario de unos individuos. En mi opinión (y no me considero en absoluto reacio a esta difusión de mensajes de reivindicación) creo que puede llevarse a cabo con más tino cinematográfico. Sirva como ejemplo el filme Hacia rutas salvajes, dirigido en 2007 por Sean Penn y con Emile Hirsch al frente del reparto, con la que Nomadland presenta no pocas similitudes pero cuyo ritmo y estilo narrativo me interesó muchísimo más.

Tras perderlo todo como consecuencia de la recesión económica, una mujer se embarca en un viaje hacia el Oeste americano viviendo como una nómada en una caravana.

Viuda y sin trabajo estable, el colapso de la crisis iniciada en 2008 provocó la desaparición de su pueblo, vinculado a una industria que tuvo que cerrar. Así que toma una vieja camioneta y se pone en camino para explorar alternativas fuera de la sociedad convencional.

No cabe duda de que, si se considera el proyecto más laureado del año, será porque, como se dice vulgarmente, “algo debe tener el agua cuando la bendicen”. La citada actriz Frances McDormand sostiene sobre sus hombros buena parte del peso de la obra. Ganadora de dos estatuillas doradas de Hollywood por sus interpretaciones en Fargo y Tres anuncios en las afueras, opta a una tercera con este papel y a su primer galardón de la Academia como productora. Muy recordadas son sus actuaciones en Arde Mississippi, Casi famosos y Agenda oculta, además de sus múltiples colaboraciones con los hermanos Coen. Le acompaña David Strathairn (Lincoln, Buenas noches y buena suerte, My Blueberry Nights).