Las historias de mujeres como Valerie Solanas (Ventor, 1936-San Francisco, 1988), escritora feminista y autora del Manifiesto SCUM, en la escolástica patriarcal de la sociedad estadounidense siempre han resultado fáciles de reducir y vaporizar como un grito en el desierto o un disparo contra la nada. Y es que fueron las tres balas que descerrajó contra Andy Warhol, el icono universal del arte pop, a plena luz del día en el efervescente mayo del 68, lo que selló la fotografía fija de Solanas bajo el precinto de la loca, la desequilibrada, la feminista radical, la puta, la yonqui y la mendiga hasta que fue hallada muerta, a los 52 años, en una mugrienta habitación del hotel Bristol de San Francisco, rodeada de orines y de las páginas mecanografiadas de sus últimos escritos.

La escritora sueca Sara Stridsberg, una de las autoras más aclamadas de Escandinavia y referente feminista en su país —en 2018 renunció a su puesto en la Academia de los Nobel como protesta contra el sonado escándalo de abusos sexuales— sigue el rastro desdibujado de este “animal salvaje sin remedio, paraíso en llamas” para reconstruir el espejo quebrado de Solanas, no como una biografía sino como una “fantasía literaria”, puntualiza en el comienzo del libro.

La facultad de sueños (Drömfakulteten), editado en España por la editorial Nórdica Libros y traducido por Carmen Montes, se alzó con el prestigioso Premio de Literatura del Consejo Nórdico, Finalista del Man Booker Prize 2019 y distinguida como Mejor novela sueca de la década por cien críticos suecos, autores, periodistas y editores. Su escritura, lejos de las convenciones normativas que su protagonista luchó por demoler, despliega una narrativa fragmentaria, aparentemente insólita y rebelde, que armoniza la apropiación documental y la recreación ficcional a través de diálogos imaginarios y de bellísimos pasajes oníricos de verso libre, como un largo poema-collage de claroscuros que revela los posibles rostros en el negativo de Valerie Solanas.

En este sentido, el lenguaje experimental, melancólico y casi abstracto que utiliza Stridsberg es quizás la única manera de aproximarse al enigma de una personalidad compleja y herida como la de Solanas, como esa máxima poética del cubano Lorenzo García Vega que reza que “cuando se toca fondo, aparece la forma”.

Los fragmentos —más que capítulos— que recomponen la cronología difuminada de su trayectoria recorre, desde la fabulación, escenas inventadas de su cotidianidad, pero también los acontecimientos que jalonaron su vida: una infancia precaria marcada por las violaciones de su padre, un abuelo maltratador y una madre adicta al vino dulce; una adolescencia de fuga, mendicidad, prostitución y un embarazo no deseado a los 15 años; y una juventud y madurez que navega la segunda ola feminista, canaliza su ira hacia los hombres en el Manifiesto SCUM (acrónimo de Society for Cutting Up Men [Sociedad para el Exterminio de los Hombres] que, a su vez, se traduce del inglés como “escoria”] erigido hoy en documento ultrafeminista de culto, se obsesiona con Warhol hasta el paroxismo homicida y, con todo, “una única certeza dentro: la escritora la investigadora yo”.

El relato desordenado de Stridsberg perfila a una creadora soñadora, rota y autodestructiva, a ratos lúcida, a ratos delirante, entre las “ideas-rascacielo” y la negación de la realidad. Le brinda una amante o amiga imaginaria a quien lee extractos de su icónico manifiesto de 1967, que la propia Solanas distribuyó por las calles de Nueva York hasta que firmó un contrato editorial con Olympia Press: “La vida en esta sociedad es, en el mejor de los casos, un completo aburrimiento y no contiene un solo aspecto relevante para las mujeres. A las mujeres con sentido del civismo, responsables y amantes de las emociones no les queda más que derribar al Gobierno, eliminar el sistema económico, instaurar la automatización total y aniquilar al sexo masculino”, recoge uno de sus epígrafes.

La propia Stridsberg firma la traducción sueca del Manifiesto SCUM, una sátira política extravagante y punk contra el patriarcado, que invierte la teoría de la envidia del falo de Freud para tachar a los hombres como los seres incompletos y proponer su aniquilación —se desconoce si en sentido literal—, y que hoy sobrevive como documento testimonial de una época y puñetazo radical contra las relaciones desiguales entre mujeres y hombres. Sin embargo, la paradoja es que, posiblemente, el lugar propio que ostentan el Manifiesto SCUM y el nombre de Solanas en la historia del feminismo esté ligado para siempre al verdadero intento de asesinato de un hombre, que condenó su destino y su recuerdo en las portadas de los diarios en lugar de en los escritos que nunca culminó.

En 1966, la escritora trabó amistad con Andy Warhol y, después de distintas colaboraciones en sus películas, le hizo entrega del manuscrito de su pieza teatral Up your Ass (Que te den por el culo), que el artista le prometió producir pero que, finalmente, extravió sin manifestar mucho interés. Después de dos años de persecución, acoso y frustración, Solanas se personaba en el mítico estudio The Factory, en Union Square, con un revólver calibre 32; burló los sistemas de seguridad y disparó tres tiros a bocajarro contra Warhol: dos se perdieron en el infinito, pero el tercero atravesó su estómago y lo puso al borde de la muerte. También disparó contra el crítico de arte Mario Amaya, a su lado, que sufrió heridas leves; y el mánager del artista, Fred Hughes, pero la pistola se encasquilló. La escritora se entregó a la policía esa misma tarde y en una de sus declaraciones más reverberadas en los medios afirma que “Andy Warhol controlaba mi vida”, toda vez que en el juicio se negó a ser representada por un abogado y su falta de arrepentimiento, unida a su conducta provocadora y desobediente, la abocó a la incapacitación e internamiento en el Hospital Psiquiátrico de Bellevue. Por su parte, Warhol se negó a realizar declaraciones y tampoco quiso testificar en el juicio, aunque este suceso, al igual que las secuelas físicas del ataque, marcaron profundamente el resto de su vida y de su obra.

La narradora

La facultad de sueños recrea los enfrentamientos en los tribunales, los interrogatorios de los medios y psiquiatras, la soledad junto a su madre en el desierto, sus conversaciones con Warhol, pero uno de los recursos narrativos más interesantes del libro estriba en la autorrepresentación consciente de la narradora como un personaje más dentro del relato, que dialoga con una Valerie imaginaria que la apoda babywriter, como si la autora revelase así las costuras de sus dudas y preguntas en el transcurso de esta travesía literaria. “No dejo de buscarte, Valerie. Tú eres mi facultad de sueños”, le confiesa.

No es la primera vez que Stridsberg se interna en los senderos marginales de la locura, la vulnerabilidad y la exclusión social, a los que regresó en su libro Beckomberga. Oda a mi familia, Premio de Literatura de la Unión Europea 2015, publicado en España por Nórdica en 2019. Pero en esta ocasión, la autora explora, sobre todo, los caminos de la oscuridad, que plantea como el envés del “vértigo ante la eternidad”. “¿Cómo puedo encontrar el camino de regreso a la oscuridad?, repite su personaje, que rehúsa defenderse y, sobre todo, se niega a declararse enferma para librarse de la cárcel, porque “enferma no significa libre”. “Recuerda que aquí yo soy la única mujer que no está loca”, manifestaría en la vista oral del juicio, y en todas partes. Sin embargo, su vida entera fue un estado de sitio, pero es ese espacio de resistencia y de lucha íntima en el alma fracturada de Solanas el que evoca la autora para contrarrestar las lecturas de la superficie con preguntas de fondo.

Así, su reinvención poética de Solanas constituye un homenaje literario a una mujer tachada -como tantas mujeres tachadas- que plantea a su vez muchas cuestiones en torno a la trayectoria de la escritora desde una perspectiva de género como, por ejemplo, si su vida hubiese resultado menos cruel y miserable si hubiese transcurrido fuera del sistema patriarcal.

En esta línea, la escritora y docente estadounidense experta en género Breanne Fahs, que firma la única biografía real de Valerie Solanas hasta la fecha, The Defiant Life of the Woman Who Wrote SCUM (and Shot Andy Warhol) [La existencia rebelde de la mujer que escribió SCUM (y disparó a Andy Warhol], declaró en una entrevista a El País que el Manifiesto SCUM, al margen de su excentricismo y radicalidad, “retrata un buen punto de vista sobre la relación de las mujeres con su propia rabia, así como del entendimiento de los hombres de la opresión y el sexismo”.

Por supuesto, Stridsberg pone en la voz de su protagonista la certeza de que “habría podido contarte desde el principio cómo iba a terminar” pues, en su ejercicio de metaliteratura, la autora desvela su deseo de poder escribir otros finales, que, en el fondo, es una búsqueda de otros relatos posibles. Cuenta la autora que su trabajo de documentación no se basó tanto en archivos como en transitar los lugares empobrecidos y solitarios donde vivió Solanas, sobre todo, en la última mitad de su vida, para imbuirse de las atmósferas que imprimiría a su fábula. Incluso, una vez terminada la novela, Stridsberg regresó al hotel Bristol donde hallaron su cuerpo sin vida en 1988, que aún funciona como albergue municipal para marginados en el distrito infernal de Tenderloin en San Francisco. “Yo jamás he estado en un lugar tan parecido a la muerte”, afirma la autora.

Lo cierto es que el nombre de Solanas, tanto en las siglas de SCUM como en los titulares sobre Warhol, permanece irremisiblemente ligado a la muerte. Superviviente del naufragio de nacer e insomne nostálgica de una vida justa, jugando en los límites del lenguaje para contar la historia del silencio y el potencial de las mujeres disidentes, la Solanas de Stridsberg teme a cada rato la pregunta de la muerte, porque el retrato que poetiza La facultad de sueños quizás no sea real, pero es humano, y en su poesía hay verdad. Y así es como la literatura rescata la memoria de la muerte.