Kike Maíllo compitió en la pasada edición del festival de Sitges con su nueva película, Cosmética del enemigo, basada en la novela homónima de Amélie Nothomb. Ya antes de su estreno, el propio realizador se confesaba más preocupado por los ánimos del público que por el dictamen del jurado. “Hemos perdido la costumbre de ir al cine y es lo que más nos urge recuperar”, advierte Maíllo.

Para lograrlo, el cineasta acudió al certamen con un angustioso thriller psicológico que consigue “llevar al espectador al extremo”, pero tiene fundadas sospechas de que el tono que distinguirá al cine poscovid, al menos al mayoritario, será el humorístico.

"Auguro una importante cosecha de comedias. La gente lo está pasando muy mal"

“Auguro una importante cosecha de comedias. La gente lo está pasando muy mal y tiene necesidad de pintarse una sonrisa en la cara. Éste sería un buen momento para hacer una parodia sobre el confinamiento”, propone el realizador, que estos días anda por Asturias rodando Alma, una serie sobre fantasmas que estrenará en la plataforma Netflix el próximo año.

Extramuros del mainstream, el género de terror está abocado, según Kike Maíllo, a hacerse “más emocional, femenino y escaso en el número y tamaño de las producciones, que estarán más enfocadas a la tele que al cine”, pero el cineasta está convencido de que conservará sus señas de identidad y a su fiel parroquia de seguidores. “Eso sí, los guiones tendrán que ser más rebuscados para sorprender. Si hay alguien que sabe del fin del mundo es el público de un festival como Sitges, que lleva 50 años esperando este momento”, advierte el director de cine barcelonés.