La artista multidisciplinar grancanaria Celeste González actúa de vez en cuando en Canarias, porque como ella misma trasluce, “no hay salas para el tipo de trabajo que hago”. A pesar de este inconveniente, el Espacio Cultural Teatro Victoria de Santa Cruz siempre que puede cuenta con ella, como ha hecho en esta ocasión, que la ha invitado a participar en el 18 Festival de Teatro Contemporáneo Encuentros.

Esta performer y artista visual presenta hoy, a partir de las 20:30 horas, el espectáculo Ningún hombre me llevará a la cumbre, basada en un libro que publicó recientemente la editorial Uña Rota, Regina & Celeste: una correspondencia, un verdadero manifiesto sobre los prejuicio que tiene la sociedad contra las mujeres trans cuando hacen públicas sus relaciones afectivas.

“Es una pieza bastante autobiográfica, como casi todo lo que hago en escena. Quizás tenga un punto reivindicativo con el tema de la transfobia, pero sin querer darle mucha importancia, ni que sea el centro de la pieza, y tiene algo que ver con un acontecimiento que recogió la prensa y me sobre cogió de una manera brutal. Eso aparece en el trabajo. Tiene varios contenidos”, precisó.

Esta artista, que tiene muy claro que las mujeres trans se ven perjudicadas a la hora de hacer pública su relación amorosa por la cantidad de prejuicios que tiene los hombres en este sentido, aseguró que “mis espectáculos siempre tienen relación directa con el ballet, porque yo bailé danza clásica y académica. Siempre quedó ahí un fondo que uso ahora para, de alguna manera, mostrar ese conocimiento que tengo de la danza clásica, pero de una forma radical, con otro lenguaje”.

En este sentido, apuntó que en sus obras está presente el universo y la iconografía de los ballets románticos. “Es un poco transcender el clásico y llevarlo a otro terreno, porque en otros trabajos hago continuas referencias al ballet, en uno hice al Lago de los cisnes. En esta pieza lo hago sobre La consagración de la primavera, de Stravinsky”.

Celeste González, miembro de la compañía gallega Matarile, además de actuar también en solitario, propone hoy una obra de unos cuarenta minutos de duración, en los que combinará danza contemporánea, performance, teatro (hay texto), y la reproduccion de un vídeo, combinado en el que no faltarán algunos toques de ironía. “No soy de mensajes, cada uno que interprete lo que quiera. Soy consciente de que cuando subimos al escenario nos estamos situando de alguna manera, porque el arte, como casi todo, es política, pero no voy buscando situarme en un sitio concreto”, señaló.