Esta tarde ofrecen un taller en el marco del Festival MUMES en el que, entre otros aspectos, quieren mostrar que la música de Colombia va más allá del vallenato o la cumbia. ¿Cuál es la riqueza de esa música?

De la música colombiana se han dicho muchas cosas gracias a las grandes disqueras que lograron exportar y posicionar una imagen cliché que se conoce de la música colombiana construida a partir del vallenato, la salsa, la cumbia y más recientemente el reguetón. Sin duda alguna, la música colombiana trasciende esos géneros y una de sus principales características y mayores riquezas es su diversidad. Colombia se divide en cinco regiones geográficas, pero no podemos decir que solo tengamos cinco músicas. El sociólogo Néstor García Canclini menciona que la cultura no tiene fronteras ni límites geográficos y precisamente una de las mayores características de la cultura colombiana y de Latinoamérica es su condición de hibridación. De hecho, en nuestro país hay once ejes musicales y más de 50 manifestaciones musicales en el país. Cada una de ellas representa diferentes formas de relacionarse, reconstruyen historias de guerra, de paz y de resiliencia, representan las distintas maneras en que cada comunidad construye sus relaciones. Cada música en Colombia es una memoria viva y cambiante de un territorio.

¿Qué tienen preparado para su intervención en MUMES?

Sino fuera por todo el tema de la pandemia, habríamos viajado hasta Tenerife para participar en el festival porque nosotros también trabajamos con músicas mestizas y creemos que la memoria de los pueblos es el principal argumento para que una sociedad erija su desarrollo. En nuestro taller hablaremos de la guerra como un hecho determinante en la historia del país y escucharemos canciones de Hatogrande que relatan esa historia. Hablaremos de cómo los colombianos le cantan al amor desde nuestro sonido andino y cómo Hatogrande relata esas historias de amor que se tejen en nuestro país. Hablaremos de cómo la paz es el motor de la esperanza en una tierra que sin duda cada vez es más resiliente. Hablaremos de la forma que las comunidades del Pacífico colombiano cantan sobre los ríos o cómo los vaqueros de los llanos orientales le cantan al ganado para trabajar.

La música colombiana y latinoamericana es música sin fronteras que durante años y hasta la actualidad hace las delicias de todo tipo de público, como el español. ¿Qué tienen estos ritmos que tanto gustan en regiones como Canarias?

Esa pregunta es muy compleja de responder. Hace un año estuve en Tenerife y encontré muchos elementos en común con la cultura latina. Quedé sorprendido por la forma en que bailan y lo hacen muy bien, a lo latino. Me llamó también la atención descubrir el timple canario, que de hecho se dice que el origen del tiple colombiano. El acento de las mujeres se escucha entre cubanas y venezolanas y son acentos muy familiares para mí. Siento que Tenerife tiene mucho de mi origen como latino. Como tiplista que soy, me enorgullece saber que compartimos una historia en común.

Desde su formación, cantan música propia y versiones. ¿Prefieren alguna de las dos en particular?

Interpretar versiones permite que la memoria de las músicas latinoamericanas siga viva. Sin embargo también es fundamental el ejercicio creativo en nuestra agrupación, porque desde allí encontramos nuestra propia manera de ver el mundo, de relatar nuestras propias historias. Componer es fundamental para nosotros y aportar música desde nuestra visión nos posibilita también que otros nos interpreten. La creación es un acto catártico y liberador y esa es nuestra manera de gritar.

Cantan a todo, a la guerra, la paz, la tristeza… ¿Es más fácil cantar a un tema en particular?

La música es como la vida misma. Es imposible para nosotros hablar de una sola cosa. A la agrupación le ha tocado vivir la guerra de frente, han matado a nuestros padres y sin embargo, en medio de ese panorama, hay esperanza, alegría y también tristeza, que componen los contrastes de nuestras propias vidas. Si cantáramos solo al dolor que nos ha dejado la guerra, tendríamos una vida miserable y lo que queremos es contar nuestra historia para que no se repita o para que sirva de perdón.

Ustedes ponen música a la tradición oral latinoamericana. ¿Se trata de una memoria que está en peligro de extinción?

Hay músicas en Colombia que evidentemente están en peligro de extinción pero nosotros no estamos obligados a rescatar nada que los propios pueblos no quieran defender. Son las comunidades las que están llamadas a eso. Si finalmente desaparecen esas músicas, significa que la cultura se ha transformado, que no hay identidad en esos territorios y que su memoria quedó en el olvido. Por fortuna, muchas músicas en Colombia perviven gracias a la tradición oral, que es un medio no certificado por la institución para construir el conocimiento. Sin duda alguna, las músicas de tradición oral están muy vivas en Colombia porque son maneras de resistir ante la opresión del estado y no hay que rescatarlas porque ellas solas se defienden.

El objetivo de Hatogrande va mucho más allá de la actuación meramente musical. ¿Creen en el poder de la música para cambiar el mundo?

Es una visión muy filantrópica y altruista pensar que desde la música que hace Hatogrande transformaremos el mundo o, en nuestro caso, Colombia. Ya nos bajamos de esa nube porque no creemos que eso sea así. Y menos en Colombia, donde las propuestas musicales como las nuestras son sistemáticamente reprimidas por el Estado. O es la música o es la vida y yo prefiero vivir. Nuestra música no hace ruido, nuestra música es como un río quieto y manso pero con mucha vida y suave, suavecito lleva su mensaje por debajo de la corriente de las masas. Claro que creemos en el poder transformador del arte y en esa medida que Hatogrande logra trascender su contexto local, podemos decir que es un sueño cumplido para nosotros como artistas tener la oportunidad de llevar nuestro mensaje mas allá de nuestras fronteras, porque somos la voz de todas aquellas personas que no pueden gritar en Colombia.

¿Les ha inspirado esta situación mundial para realizar nueva música?

Sí. Antes de la pandemia, Colombia se alzó en resistencia. Muchos sectores de la sociedad salieron a las calles a protestar porque el Gobierno no tiene voluntad para implementar los acuerdos de paz. Por otro lado, los bajos salarios de la clase obrera, la represión sistemática a varios sectores de la sociedad como profesores, estudiantes, comunidad LGTBI, y los asesinatos a líderes sociales reunieron motivos suficientes para que Colombia viviera, entre enero y febrero, múltiples marchas como nunca en la historia colombiana. Ante ese panorama, al Gobierno la pandemia le llegó como un salvavidas porque, si no fuera por el Covid-19, no hubiera habido otra manera de cerrar la actividad de todos los actores sociales que estaban en la calle protestando. La pandemia fue la cortina de humo para que el Gobierno nos hiciera olvidar toda la resistencia social que se estaba produciendo. Pasaron los meses y Hatogrande decidió interpretar una obra llamada Polo doliente. A partir de una frase de Joan Manuel Serrat se grabó esta canción. Hicimos un videoclip en el que cada uno participamos desde casa y obtuvimos el reconocimiento del Instituto de Cultura de Antioquia. Polo doliente es una canción dedicada a todos los líderes sociales que han venido muriendo durante la pandemia sin que el Gobierno de Colombia se haya pronunciado sobre ello porque el virus tiene copadas las noticias en nuestro país.