El periodista y escritor Gregorio Morán (Oviedo 1947) es el precursor, por no decir el gurú, de la alquimia de las entretelas de la Transición, un conocimiento punzante que le llevó, nada menos que en 1979, a abordar una biografía de Adolfo Suárez que alteró el ambiente de bombos mutuos que arrasaba en España en el comienzo de la democracia. En 1986 publica Miseria y grandeza del Partido Comunista de España (PCE) 1939-1985, una prueba más de su energía intelectual para meter el dedo en el ojo. En claro duelo contra la mojigatería y amnesia general, en 1991 da a la imprenta El precio de la Transición que, a la vista de muchos de los hechos que trastornan la política nacional, constituye por estas fechas un texto imprescindible para conocer las catacumbas de los escándalos que asedian a la monarquía vía rey emérito. Las pulsiones culturales en la ciénaga del franquismo, con Ortega y Gasset como epicentro del malestar, aparecen en El maestro en el erial (1998), que daría paso, también en el ámbito de las cuadras de escritores, poetas, editores, cantamañanas, arribistas y trepas, a El cura y los mandarines, que tuvo a última hora un desmarque editorial debido, según el autor, a la irrupción que realizó entre las caobas y barnices de la Real Academia. Vive desde hace décadas en Barcelona, sin móvil y conectado por email y un contestador automático que le da los avisos. En plena vorágine del independentismo catalán, otra de sus bestias negras, escribió en 2017 una de sus Sabatinas intempestivas -una sección con 40 años de permanencia- bajo el título Los medios del movimiento nacional catalán, una opinión que finiquitó su vinculación con La Vanguardia y que le ha llevado a incorporarse al digital Voxpópuli. La entrevista se hace a través de dos conversaciones telefónicas, la segunda de ellas solicitada por la necesidad de conocer su versión sobre el prolífico día a día. Y en ambas suceden cortes muy extraños con el teléfono, como si fuese cosa del espionaje tan en boga.

¿Nos encontramos ante una crisis pasajera del modelo monárquico o está en cuestión su continuidad ?

Bueno, hay dos cosas ahí. Primero, hay unas páginas mías sobre el rey emérito que he tenido que releer recientemente, que se me habían olvidado. Se trata de la segunda versión de la biografía de Adolfo Suárez, titulada Ambición y destino, donde hay un espacio dedicado a Juan Carlos I, al 23F y al expresidente que parecen reveladoras del personaje. Por supuesto que en su momento tuvieron eco cero, porque estos temas... Quiero decir que hasta ahora, si el hombre no llega a salir corriendo, probablemente hubiéramos sabido menos cosas de las que sabemos ahora, que tampoco son tantas.

¿Pero qué va a pasar con la monarquía?

Sí, respondiendo a su pregunta, creo que esto afecta a la institución. Primero, porque las consecuencias están por ver. Me hace mucha gracia, por decirlo de alguna manera, cuando en esta especie de vasallaje que hemos seguido desde el franquismo hasta aquí los medios comunicación en muchos aspectos de la monarquía, se dice: 'Se ha ido, pero está a disposición de la Justicia'. ¡Hombre! Es que en caso contrario sería un huido (risas).... Si no estuviera en esa situación, cosa que aún está por ver, puesto que nadie le ha dicho nada de momento... Claro, se ha ido a un país árabe que no se distingue por su legitimidad democrática, precisamente, entonces está por ver qué va a ocurrir a partir de ahora. Esto es como un tumor, la actitud de Juan Carlos I desde hace tiempo, desde que empezó, es como un tumor institucional que va creciendo y creciendo hasta que llega un momento que no hay médico capaz de atajarlo y necesita operaciones quirúrgicas de alta precisión. El hecho de haber sido sustituido por su hijo forma parte de esa cirugía de emergencia, muy elaborada por un equipo de médicos para, sino sajar, al menos paliar los efectos del tumor que este hombre ha generado.

¿Le ha sorprendido que el rey emérito fuese devorado por un lío de amoríos ? ¿No calculó la caducidad de su impunidad?

Es muy difícil de calcular cuando has hecho lo prescribido desde el primer día, es decir, él, salvo las épocas de duda hacia el viejo régimen días y semanas después de la muerte de Franco el 20 de noviembre del 75, desde entonces, poco a poco, con una cierta frivolidad irresponsable, se fue haciendo... Le dijeron que era inmune, y entonces él dijo, '¡ah, impune!' Todo se quedó entonces entre inmunidad e impunidad. Historias como la de Corinna ha habido, no diría que tropecientas, por que no me dedico a ello y no estoy muy al tanto de la vida personal de Rey ni de otras personas. Pero lo del emérito ha sido una auténtica provocación, quiero decir que hay anécdotas... Además, tenía ese rasgo que los antiguos de mi generación llamábamos el efecto Dominguín, de manera que una gran historia no lo es sino la cuentas. Necesitas lo de Dominguín con Ava Gadner: nada más estar con ella sale corriendo, y la actriz le pregunta '¿dónde vas, dónde vas? A contarlo', le responde él (risas). Bien, pues así es un poco la actitud de Juan Carlos I, que se exhibía y tal.

¿Un provocador temerario?

Sí... Hay una escena memorable en el ascensor de un amigo mío que se quedó de piedra pómez cuando se lo encontró con el casco de motorista. El hombre sonreía con la risa de bobalicón que tiene, que la llevará hasta la tumba, no sé si forma parte del ADN borbónico... Eso de la exhibición de queridas ya le pasaba a Alfonso XIII con sus acompañantes famosas con las que se paseaba. Pero volviendo a la nuez del asunto, al eje, es que es demasiado que en una época de crisis total absoluta, económica, social y sanitaria, por supuesto, que este caballero haga de su capa un sayo, y se vaya a cazar elefantes y que luego aparezca como el niño malo arrepentido. Una escena patética, falsa, que se convierte finalmente es una especie cliché cómico.

Ya en 1979, con motivo de la primera edición de la biografía de Suárez, usted reproduce una carta, que parece hasta premonitoria, donde el monarca, que acaba de llegar al trono, le pide al sha de Persia 10 millones de dólares para, según su petición, afrontar la nueva etapa política. ¿Nadie lo consideró una inmoralidad?

Fíjese que hasta un personaje escasamente sensible a ese tipo de asuntos, como es el sha de Persia, se quedó perplejo al recibir una carta manuscrita en la que un rey en ejercicio le pide dinero de esta forma tan asombrosa. Quiero decir que me parece un rasgo digno de Valle-Inclán, tiene un aire de sainete, aunque también patético y cómico a la vez. Vamos a ver, ya desde el principio corría el rumor, que él mismo impulsaba, que lo había pasado tan mal, tan mal, en la época de Franco, que tenía que pedir dinero a sus amigos... Algo absolutamente falso, por otra parte. Se decía que tenía una obsesión por acumular riqueza, una estupidez, porque Franco le cubría los gastos y más, entre otras cosas porque para el dictador esto era el chocolate del loro. Bastante robaba él y los que estaban a su alrededor para que un príncipe no tuviese su holgada soldada. Sí, pero siempre difundió la versión de los borbones eran pobres. Todo lo contrario: eran riquísimos, como demostró el caso de Isabel II o el de María Cristina.

La situación depresiva de la monarquía ha puesto otra vez sobre la mesa aquel off the récord

Pilar Urbano fue siempre para algunos de nosotros Pilar suburbano (risas), porque siempre toda su información es manipulada, interesada y además aviesa, tal como es ella. Todavía me acuerdo de que sobre el libro de Adolfo Suárez, su primera biografía, ella sacó una columna en el ABC diciendo que toda la información venía del Kremlin soviético... Estas boberías de la Pilar suburbano ? A nadie se le ocurrió, ni siquiera a la oposición, hacer un referéndum sobre monarquía o república. Fue uno de los pactos implícitos de la Transición, porque era obvio que España no era monárquica, que había tenido suficiente con la dictadura, además el candidato se había ganado a pulso el desdén, cuando no el desprecio de los ciudadanos. No hacía falta, por tanto, a los de Gallup haciendo intensas encuestas. Sencillamente era una obviedad que este país no era monárquico para nadie, ni siquiera para los propios franquistas, que, en todo caso, eran monárquicos utilitarios. Tanto Suárez como Juan Carlos estaban en contacto con la realidad, y era conscientes de que con las cosas de comer no se juega.

Pero el 23-F cambia todo, el rey obtiene un estatus

Le sugiero que hojeé o pida las páginas dedicadas al 23-F de Ambición y destino, la última edición de la biografía de Suárez, porque ahí aparece ese siniestro y arriesgadísimo doble juego de Juan Carlos con Armada, que propicia el 23-F y que provocó que el general pidiese permiso a Zarzuela para poder declarar en el juicio las cosas que él había hablado con el monarca, permiso que no le otorgaron por razones obvias. Pero ahí está ese término que usábamos y que ha caído un poco en el olvido, el golpe de timón, era necesario echar a Suárez. Entonces, el 23-F sigue siendo relevante para los que lo vivimos intensamente, casi de manera virtual, dado que estábamos atentos a los escasos medios del momento... Bien, todo lo que ocurre en la trama civil se cubrió de un espeso silencio, un procedimiento habitual en España ya desde la muerte del general Prim para tratar los temas peliaguados. Esto de que el rey tenía una responsabilidad en el golpe, algo que es una obviedad, tal como queda plasmado en las páginas que le cité anteriormente, se convirtió luego en lo contrario, Juan Carlos pasó a ser el salvador de la democracia.

¿Y cuál es su explicación?

Para algunos de nosotros, más bien para unos pocos, el 23-F fue una ofensa, una multiofensa, porque había una posibilidad de un golpe, y también había y hubo una reacción tan pálida, esto que los tontos académicos llaman ahora de mayoría silenciosa... Todo el mundo en su casa esperaba ante la televisión a que apareciese el Rey, que no lo hacía, que tardaba, hasta que al final, después de no sé cuántas horas, lo hace para decir que todo se había acabado. Pero luego hay otra escena memorable, que se exalta en los libritos adocenados de ese periodo, que es que nada más terminar el 23-F, y liquidarse el intento de Armada, Miláns y Tejero, el Rey reúne a los cuatro líderes de los grandes partidos españoles en la Zarzuela para decirles, ni más ni menos, que a partir de ese momento se cuidaran muy mucho de provocar al Ejército, es decir, que fueran moderados y cautos. Y ninguno de los cuatro, evidentemente, le dijo: 'Oiga, majestad, esto es aplicable a los cinco, porque usted ha hecho por el 23-F bastante más que nosotros, que no hemos hecho absolutamente nada'.

¿Un ejercicio de cinismo?

Esa reunión entre los cuatro escuchándolo me parece el colmo del patetismo, porque ellos sí sabían, Carrillo ya lo había dicho, y Felipe también, que si el Rey hablaba con los militares igual que hablaba con ellos de Adolfo Suárez y decía de él lo que le decía al líder del PCE, pues se trataba claramente de una provocación. Entonces, toda esa oscura trama pasa a ser todo lo contrario: como irresponsable, se ha dedicado a borbonear, cosa que no sabía hacer, pero lejos de asumirlo, callarse y abstenerse, se convierte en el salvador de una situación política en la que tenía una responsabilidad.

¿Van a revisar los socialistas lo que ellos llaman el consenso con respecto a la monarquía en España?

No van a hacer nada. En el programa del PSOE de las elecciones del 77 estaba el referéndum o la opción de un debate entre monarquía y república, lo volvieron a repetir en las elecciones del 81 y otra vez en el 82... Bien, dentro de los programas cabe todo, dentro de la realidad no. Creo que el último que creaba programas fue Julio Anguita y así le fue. ¿Qué pueden hacer los socialistas en este momento? Institucionalmente se suicidarían si se sumaran a cualquier opción no institucional, en definitiva porque el PSOE, Bildu, ERC y con los graciosetes de Valencia qué va a hacer. No es una opción política de futuro inmediato. Lo normal en este momento es que el PSOE se constituya en una especie de viga maestra de la salida institucional. Es lo que le queda después de las genialidades de Zapatero. Entonces, lo lógico, si es que hay lógica en las cosas políticas, algo difícil de encontrar, es que se mantenga en la posición actual, de una defensa férrea de la monarquía y de las instituciones. Podemos está en una situación crítica y los otros grupos aparecen y desaparecen, pero el PSOE es un partido centenario, no puede liquidarse así como así.

Pero también hay cierta estupefacción social, por buscar un calificativo, ante la monarquía, ¿no lo ve así?

Sí, pero yo creo que ahí han jugado una carta muy fuerte: primero adelantando el nombramiento del hijo como sucesor y apartándolo a él antes de que se produjeran las explosiones sucesivas de los últimos meses. Entonces esa especie de juego hábil, sin llegar a ser inteligente, ha permitido ir hacia otra situación. Luego el PSOE y el PP van a hacer tenaza, mientras que Podemos no lo va a tener tan fácil con el tema de la monarquía debido a la crisis brutal, un momento impensable para un referéndum.

¿Va a escribir algo más sobre este periodo o considera que es un ciclo agotado?

Ahora mismo trabajo en un libro sobre el PSOE y Felipe González, convertido en una especie de senador ciceroniano. En cierto sentido también es la Transición, dado que es una reflexión sobre el auge y la caída del personaje. Ya Rubalcaba decía aquello de que España mata muy bien.

Usted lleva 40 años con su Sabatinas intempestivas

(Risas) Creo que no he visto lo suficiente, me queda por ver el último capítulo, al menos en lo que se refiere a mi persona. El periodismo entró en una doble crisis recientemente: la primera es la tecnológica, evidentemente, porque hoy encontrar un kiosco, al menos en Barcelona, comprar un periódico el domingo, cosas de ese tipo, es prácticamente una tarea de aventurero, hay que andar kilómetros... Bien, si la gente no compra periódicos impresos, pues hay que vivir de la publicidad, con lo que ello significa, como se puede imaginar. El asunto de la escasez de lectores está vinculado al otro aspecto, que es el deterioro de la imagen del periodismo, que de la Transición acá ha sufrido una caída considerable, creerse lo que dicen algunos es creer en los fantasmas y en las hadas buenas, como decían las abuelas antiguas. Uno se queda alarmado al ver que los columnistas egregios son los titulares de los periódicos, de lo que se observa que son activamente militantes o adscritos a tal o cual posición política. Y si a esto se añade lo que significa la liquidación absoluta del periodismo, que es el tertuliano, pues ahí llegamos a la cima; antes el periodismo de la palabra estaba reducido a la radio, pero ahora se centra en unos individuos que, por cierto, ganan muchísimo más con la lengua que lo que ganaban con la mano escribiendo.

¿Comparte el entusiasmo por la llamada ley de Memoria Democrática que acaba de aprobar el Gobierno de Sánchez? Siempre ha criticado la medida.

Más que crítico con la memoria histórica soy crítico con la invención. Esta especie de venganza de chiito de los nietos sobre el papel de los abuelos lleva a situaciones absolutamente espeluznantes. Que una familia no pueda recoger a un ser querido que fue asesinado en los primeros años de posguerra o en la misma guerra, pues me parece una barbaridad. Se trata de un derecho fundamental que, en el caso de mi familia, no lo he hecho porque fueron a una fosa común, y además porque sólo respeto a los muertos en lo que significaron, no a sus restos. Pero esto de la memoria histórica es un arma de doble filo porque saca a relucir viejas pendencias y nuevos intereses. Hay mucha gente que vive de esto. Igual que la había en la liquidación de los muertos, ahora hay otras personas, con otras características, evidentemente, que intenta hacer de esto una solución mesiánica: descubrir las tumbas, sacar los huesos, analizarlos... Esta necrofilia histórica me produce cierta repulsión. Me parece una barbaridad que no se hayan anulado las sentencias del franquismo, no sólo de Lluís Companys, en Barcelona, sino también la de la cantidad de asesinatos legales que se cometieron en la posguerra. Todo ello debe estar finiquitado y terminado de una vez, no tiene que tener ningún valor jurídico. Me parece sorprendente que todavía lo tenga. Ahora bien, hacer de esto una ley política contemporánea me parece una instrumentalización que ya hizo Zapatero en su momento, porque no tenía otra cosa de la que echar mano, carecía de talento. Creo que en este momento abrimos heridas de nietos, que no de protagonistas. Y a esto se añade que estos descendientes no tienen ni zorra idea de lo que fue el franquismo, que los cogió en el mejor de los casos, para suerte de ellos, mamando de la leche de su madre. En cambio, para los que lo vivimos en su inmensidad, hacer una recapitulación de la memoria histórica... Estas cosas, o se hacen en su momento, o tienen, como ya he dicho, algo de venganza ingenua.

De la misma manera, ¿imagino que le parecerá excesivo llamar genocida a Martín Villa, sometido ahora a la justicia universal por sus actos en la Transición?

Me parece un personaje despreciable, pero llamarlo genocida es una pasada, porque la aspiración de Martín Villa era ser el Andreotti español, pero el estadista italiano había nacido en Roma y se había criado en el entorno del Vaticano, mientras que el exministro lo había hecho en un pueblo de León que se llama Santa María del Páramo. Y claro, comparativamente eran sociedades diferentes, textos y contextos. Vamos a ver, las palabras están dejando de tener el significado primigenia que poseían. No se puede llamar fascista a un reaccionario, ni tampoco se puede llamar genocida a una responsable del franquismo y de la primera etapa del posfranquismo como ministro del Interior. Estamos hablando en 2020 de acontecimientos del año 76 y 77, es decir, una cosa es la justicia universal y otra cosa es esta justicia retrospectiva, que nos llevaría a revisarlo todo. Probablemente, la jueza argentina sepa poco más de la historia de España reciente que de Martín Villa. Pero claro, por el banco de los acusados pasan los derrotados, y en el caso de Martín Villa, ojo, los derrotados fuimos los demás, él fue un triunfador.

Sus defensores más preclaros son, paradójicamente, los que impulsaron el reformismo por la izquierda, ya sea Felipe González o Alfonso Guerra, con lo que se vuelve al pacto de respetos mutuos de la Transición. ¿No le parece?

Bueno, esa sí que es la casta política que se consolidó, por decirlo de alguna manera, en la Transición, y que se defienden unos a otros, puesto que el que no tiene una cosa tiene dos. Levantar este tipo de piedra para ver qué hay debajo es demoledor. La revisión de la Transición desde un punto de vista jurídico... En primer lugar hay que reconocer que como izquierda perdimos en la Transición, pero los nietos dicen 'que no, que no' y que tenemos la oportunidad de cambiar las tornas y ganar. No sea usted ridículo, usted lo que puede es enmarañar la historia, incluso reivindicar papeles, que tampoco el nuestro fue muy heroico... Y una sociedad absolutamente abducida por el franquismo. Entonces, empecemos por el principio: la Transición fue una concesión a dos bandas, pero unos hicieron más concesiones que otros, no por ninguna razón patriótica de que los españoles en un futuro estuvieran hermanados, sino sencillamente porque su futuro político o era ese o no era.

Siguiendo con una de sus metáforas, ¿es el famoso comisario Villarejo la metástasis de un tumor mal resuelto por la Transición?

Punto primero, no hay Estado sin cloacas, una cosa van con la otra, es una obviedad y los hechos lo ratifican. Ahora bien, personajes como Villarejo o Roberto Conesa en su momento son un producto... Conesa cuando te interrogaba siempre decía: 'No, si hay cosas de vosotros que me gustan, pero tienen que darse cuenta que yo el día de mañana, cuando gobiernen los socialistas o lo comunistas, siempre seré un policía'. Claro, es verdad, el Estado no limpia nunca, acumula, y esto significa que Villarejo, que es un espécimen creado en el periodo franquista de la impunidad absoluta, dure hasta antesdeayer. Espero que lo eliminen ya por sus chantajes de canalla.