La isla de Jeju, en Corea del Sur, es una isla volcánica, muy parecida en muchas cosas a Tenerife, y a las Islas Canarias en general. Es increíble cómo tan lejos de nuestro Archipiélago se encuentran paisajes esculpidos por el tiempo tan parecidos a los nuestros. Es lo que tiene la insularidad, ese rasgo especial que las islas imprimen a todos los territorios bañados por el mar. Durante años tuvo mala fama turística, pero todo cambió cuando las autoridades se dieron cuenta de que era por la calidad y la naturaleza por lo que había que apostar, y no por las zonas comerciales turísticas cutres y la prostitución más o menos encubierta pero tolerada. Ese cambio de mentalidad puso determinados engranajes a trabajar que dieron su resultado en 2011 cuando fue reconocida como una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, aunque antes ya era considerada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera y Geoparque Global, y entonces todo cambió.

Y es que la isla surcoreana de Jeju ha sido una gran desconocida. Lo es aún en Occidente. De hecho la única amiga que tengo que la conocía cuando se la nombré, a raíz del viaje que hizo a la misma el arquitecto Fernando Menis hace unas semanas fue la bióloga Marisa Tejedor. Marisa me contó que Jeju era reserva de la biosfera, y, entre su historia y las fotografías que enviaba Fernando, me interesé por este lugar, como me interesan todas las islas del planeta, porque son una muestra de paisaje arquitectura y naturaleza extraordinarias y de especial singularidad y diversidad.

La magia de las islas.

Ni siquiera sabemos con exactitud de dónde procede la palabra isla pero sí sabemos lo que nos sugiere a todos: lo exótico, los lugares de los sueños y la imaginación, los horizontes invisibles y deseados, los territorios adonde se orienta toda idea de felicidad, de calma, de armonía, de liberación.

Y Jeju, con su nombramiento como Maravilla del Mundo Natural, se ha situado en el top de las listas de ilusiones insólitas de muchos viajeros que esperan con ansiedad que pase la situación de encierro generada por el Covid-19 para poder volver a explorar este planeta nuestro.

La espléndida naturaleza de Jeju se palpa en cada uno de sus rincones pero también en su interior, donde espectaculares cuevas volcánicas parecen partir hacia un viaje al centro de la tierra, o en sus volcanes y paisajes que, como cuando subimos al Teide uno de esos días en que hay poca gente, nos encontramos un paisaje que, si no fuera porque lo conocemos tan bien, nos parecería extraterrestre.

A pesar de hallarse a tan solo una hora de vuelo desde Seúl, disfruta de un clima subtropical totalmente diferente, con una media anual muy superior: 16 ºC, frente a los 11 ºC de la capital y en Corea era conocida como la isla de la primavera y del amor. El boom turístico de la isla estalló en los años 70, cuando se convirtió en destino preferencial de parejas de coreanos recién casados, un poco como ocurrió con Canarias, cuando pasaron de pronto a simbolizar el romanticismo de un lugar inesperado, cercano y lejano a la vez, y el profundo contraste que ofrecían las sorprendentes maravillas de la naturaleza, fruto de sus misteriosos orígenes volcánicos.

La isla de Jeju, como toda isla que de verdad apueste por la calidad, es ahora conocida por su apuesta también por la buena arquitectura y un ejemplo de ello es el paisaje escénico creado por Minsuk Cho y su equipo de Mass Studies, cuya atracción principal es una granja de té, situada a nivel de media montaña, en un bosque de suelo rocoso, como tantos nuestros de la Gomera o El Hierro, o el norte de Tenerife, que ellos, los lugareños de Jeju llaman gotjawal.

En este complejo del té se hace todo lo que tiene ver con esta infusión, allí se inventan desde cremas estéticas de té hasta otro tipo de productos relacionados con esta planta. Es solo un ejemplo de cómo en Jeju han revalorizado la agricultura como algo que, porque es de esa isla, ya se sabe que es de calidad. En este complejo la arquitectura tiene una sensibilidad enorme y refinada con el medioambiente, está hecha toda con productos locales, casi invisible, todo entre el verde de los ordenados campos de té.

DULCE XERACH PÉREZ. Abogada y doctora en Arquitectura.

Investigadora de la Universidad Europea de Canarias.