Háblenos de la obra que representará esta noche en el Paraninfo, Dignidad

Fue escrita por Ignasi Vidal. Tiene una gran carga política. La acción transcurre entre un futuro candidato, que es el papel que yo represento, y el jefe de la organización del partido. Es una obra muy íntima entre dos personajes que no solamente tienen la política en común. También les une una gran amistad. Quizás esto es lo que desencadena todo porque se mezclan el desengaño en la política y el personal. Es una obra de combate, se podría decir.

¿De combate?

Sí, está basada en la dialéctica entre dos personajes donde el trasfondo es la corrupción, la doble moral. Hay un tira y afloja entre ambos: uno es descubierto y el otro lo persigue. Tiene una intensidad enorme. Cuando uno descubre que la otra persona no tiene los valores morales que se le presuponen eso conecta inmediatamente con la traición. Es una traición doble, a los valores éticos y a los de la amistad.

Sostener un proyecto así únicamente entre dos actores exige de una gran compenetración y confianza, ¿ no es cierto?

Sí, exactamente, porque no tiene artificio alguno. Es una obra de diálogo y eso pasa gracias a que hay un buen actor, que es Vicente Ayala, y un buen director que conoce perfectamente el oficio. Entre los tres hacemos un equipo de trabajo donde se ha profundizado muchísimo en el sentido de la palabra para que no decaigan nunca ni los ritmos ni la tensión.

Hablando de ese director

Es la primera vez que trabajo con él como actor porque en otras ocasiones he estado con él como ayudante de dirección, en al menos tres montajes.

¿Y cómo cambia su relación al pasar de ser su mano derecha a ponerse directamente a sus órdenes?

Es complicado. Ya conoces al director, ya sabes cómo ama esta profesión, cuál es su visión y lo que quieres es estar a la altura de sus expectativas. En mi caso, se produce ahí un nudo que tuve que deshacer. Fue muy curioso el proceso, muy interesante. No me hubiera pasado esto con otros directores pero quizás se debe a que sé lo que Cuco Afonso espera. Conozco su olfato. A veces uno es el responsable de su propio boicot.

De sus múltiples facetas, actor, narrador, director y autor, ¿en cuál se siente más cómodo?

Pues no podría decirlo. Sé que me embarga la acción y todo lo que implique un escenario lo siento como algo más inmediato. Es verdad que escribo y que muchas veces lo hago por encargo. Esos trabajos son reconfortantes pero imprimen un ritmo diferente. La actuación y la dirección son inmediatos, tienes a la gente delante. Eso es una oportunidad maravillosa, te nutres también de esas energías. Te nutres del público, es como hacer una escultura en ese momento y con las herramientas que tienes. Es difícil pero creo que en ese terreno me muevo con cierta comodidad. Quizás por mi experiencia como profesor.

Entre otros, usted es el creador del proyecto didáctico El Baúl Volador

Consiguió varios premios y reconocimientos. Era un proyecto muy bonito. Voló muchísimo, durante diez años. Me di cuenta del fenómeno en el que se había convertido un año cuando salí en una Cabalgata de Reyes. Todos los niños me gritaban y yo flipaba en colores.

Es un ejemplo de que con el arte se pueden hacer muchas cosas, incluido formar.

Es una de las líneas en las que he trabajado. Cuando me preguntan que cómo se puede vivir del teatro, una de las posibilidades es utilizar el arte para sensibilizar y formar. A lo largo de estos años he hecho muchos proyectos tocando temas diferentes. El teatro es una herramienta imposible de descartar. Siempre me he nutrido de las dos cosas, del teatro en la educación y de la educación en el teatro.

También formas a actores...

Sí. De hecho, cuando vas a dirigir un montaje estas de alguna manera formando también a actores.

¿Y cuál es la lección básica?

Uno intenta quitarle a los alumnos todo tipo de artificios y hacerles hablar, que eso ya es muy complicado. Una clave para eso es la conversación diaria con la que llevan entrenándose toda la vida, eso es un sustento muy grande para que empiecen a trabajar un personaje. A partir de ahí se pueden trabajar muchas cosas: cuerpo, ojos, la mirada, la comunicación, la generosidad y la escucha.

Es un oficio integral

Sí que lo es. Haciendo teatro con determinada sensibilidad, al menos por parte del profesor, puedes desarrollar muchas cosas tanto en niños como adultos. Liberarlos, enfrentarse, hablar en alto o construir bien la comunicación con los demás. Y luego, es un vehículo para desarrollar muchas cosas, incluso los talentos que tienen ocultos.