La escritora Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Majadahonda, 2004) inmortalizó su nombre en la historia de las letras españolas no solo por su prodigioso debut literario con la novela Nada, ganadora de la primera edición del Premio Nadal en 1944, sino también por la nada en que le abismó el éxito mayúsculo de esta primera obra cuando apenas contaba 23 años.

Publicada en 1945 por la editorial Destino, impulsora del galardón, este año se cumple el 75º aniversario de aquel fallo histórico que distinguió a una jovencísima y desconocida escritora barcelonesa, cuya infancia y primera juventud transcurrió en Las Palmas de Gran Canaria, y que cautivó al jurado con un autorretrato excepcional y sofocante escrito en la piel de su álter ego, Andrea, en torno a la sordidez y el hambre en el seno de una empobrecida familia de la burguesía catalana en la posguerra. Laforet noveló estas vivencias mientras cursaba sus estudios de Derecho y, a instancias del crítico y editor Manuel Cerezales -que años después sería su marido-, Nada desembarcó en la sede madrileña de Destino en el filo del plazo, forrada de sellos de "urgente".

Su lenguaje innovador, crudo y realista derrotó incluso al reconocido escritor y periodista madrileño César González-Ruano, entonces colaborador del diario La Vanguardia y de la misma editorial Destino, quien, instalado en Sitges y entregado al whisky, ofreció pactar el premio por anticipado, y recibió la negativa tajante del sello.

Pero este primer vuelo narrativo de Laforet, que supuso un sonado revulsivo en el panorama sombrío de la narrativa española del medio siglo, chocó de pronto contra las expectativas y presiones continuas que flanquearon a la nueva promesa de las letras, amén de las crecientes indagaciones de la crítica sobre la filiación autobiográfica de su obra y de la intensa campaña difamatoria capitaneada por Ruano. Y así despegó el insólito viaje de Carmen Laforet en sentido inverso: desde el reconocimiento hasta el desconocimiento.

Lo que la propia autora denominaba como "interrogatorios tipo purga staliniana", a lo que se sumó el vacío total perpetrado por parte de su familia paterna, que identificó su propio reflejo en la trama de Nada, así como las propias inseguridades de la joven escritora sobre su vocación literaria, la cercaron e inhibieron progresivamente hasta el silencio. Poco a poco, su gloria fulgurante y precoz devino en una pulsión negativa que, con el paso de las décadas, la incorporó a la nómina de lo que Enrique Vila-Matas bautizó como "los escritores del No" en su ensayo Bartleby y compañía, que toma como referencia al entrañable personaje de Melville para describir a aquellos escritores que, de pronto, renuncian a escribir y enmudecen para siempre. Paradójicamente, Vila-Matas se refería a una "voluntad de nada", que también sufrieron grandes escritores como J. D. Salinger, Friedrich Hölderlin o Juan Rulfo.

Y aunque lo cierto es que Laforet nunca abandonó la escritura en su esfera privada, las ataduras autoinfligidas sobre su yo literario solo abrieron paso a otras tres novelas publicadas, junto a una cuarta a título póstumo, que reflejaban la riqueza de su universo interior. La bibliografía de Laforet incorporó los títulos La isla y los demonios (1950), donde narra un trasunto de su infancia en Gran Canaria con el trasfondo de la guerra civil española; La mujer nueva (1955), Premio Nacional de Literatura en 1956 y precursora de la narrativa feminista en España, aunque quedara desdibujada entonces por el eclipse de Nada; y La insolación (1963), primer volumen de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo, cuyos dos tomos siguientes nunca publicó en vida. Solo su segundo volumen, Al volver la esquina (2004), vio la luz el mismo año de su fallecimiento. A este legado se suman varios relatos, así como libros epistolares que reúnen su correspondencia con los escritores Ramón J. Sender y Elena Fortún.

Magnetismo

Sin embargo, el magnetismo de Nada y de la figura de Laforet siguen vigentes en el escenario de la literatura española. La editorial Booket (Planeta) ha publicado una edición especial por el 75º aniversario de la publicación de su novela cumbre pero, además, la voluminosa biografía Carmen Laforet. Una mujer en fuga (RBA Libros, 2010), coescrita entre Anna Caballé e Israel Rolón-Bada, se reedita desde el mismo sello diez años después en una edición revisada y ampliada, que incluye nuevas cartas entre la escritora y la tenista Lilí Álvarez, amante de Laforet.

Y es que esta investigación biográfica desvela, en la voz de Anna Caballé, Premio Nacional de Historia de España 2019, la presunta homosexualidad de la escritora como otra de las causas de su contención literaria, que puso de manifiesto en todas sus novelas, incluida Nada, a través de la intensa amistad que sostienen sus protagonistas, Andrea y Ena. "Creo que la represión emocional de Carmen Laforet tiene bastante que ver con esa pulsión homosexual que ella tiene hondamente reprimida y que termina por salir en su obra literaria", explicaba Caballé en una entrevista de 2014. "El conflicto que se le plantea es que la suya es una escritura autobiográfica y, entonces, comprende la lección de que no puede escribir directamente de lo que le ocurre".

Otra de las novedades en 2020 es que Nada también se convertirá en serie de televisión a las órdenes de la realizadora Paula Ortiz, quien dirigió La Novia, adaptación cinematográfica de Bodas de sangre, de Lorca. El guionista Pablo Barrera capitanea este proyecto para la productora Mediacrest Entertainment y el equipo de ficción trabaja desde finales del pasado noviembre en la adaptación, que Barrera describe como un "reto", puesto que "pese a ser de hace más de 60 años es muy actual, porque hay un sinfín de matices que hay que cuidar y hacer presentes".

Y en homenaje al aniversario, la capital grancanaria, acoge el próximo mes de febrero el taller Descubriendo a Carmen Laforet, impulsado por la escritora e investigadora Elízabeth Hernández Alvarado, que ahonda en la vida y obra de la enigmática escritora que transitó de la Nada a la gloria y a la nada hasta que, en el ocaso de su vida, el alzhéimer arrebató todos sus recuerdos, dejando tras de sí un reguero de palabras que hoy mantiene viva su memoria.