El hall del Edificio de Actividades Ambulatorias del Hospital Universitario de Canarias (HUC) se convirtió ayer en un improvisado escenario a la altura de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) ofreció allí un concierto para pacientes, familiares y personal sanitario que no dejó a nadie indiferente. Interrumpieron con sus instrumentos el día a día del centro sanitario y dejaron flotando en el aire de las salas de espera y los mostradores de información las notas de Mozart y Ruperto Chapí.

Fue un concierto diferente y, sin embargo, muy similar a todos los que habitualmente ofrecen. Con el mismo respeto, los músicos de la principal formación musical de la Isla afinaron sus instrumentos y ocuparon sus lugares elegantemente ataviados con su chaqué. La diferencia, quizás, estuvo en la cercanía del público y en la posibilidad de ver directamente a los intérpretes, observarles desde apenas unos metros y ver cómo hacen posible la magia de la música. Todos juntos, prácticamente formando un único grupo, pacientes y músicos viajaron por las partituras y sintieron el poder sanador del arte.

Entre los espectadores, como invitados de honor, estaban muchos de los pacientes que se han visto obligados a pasar estos días ingresados en el centro sanitario lagunero. La mayoría, de hecho, continuarán con su estancia durante algunas jornadas más. Por este motivo, celadores, enfermeros y voluntarios se afanaron en trasladarlos en sus sillas de rueda hasta el lugar del espectáculo, para que consiguieran su más que merecida primera fila.

La posibilidad de ver y escuchar a la Sinfónica tan de cerca no es solo una oportunidad para romper la dura rutina hospitalaria, es también un tratamiento que puede que no cure las heridas del cuerpo pero sí que ayuda a sanar las del alma. "Desde luego, está comprobado que la música influye en el estado de ánimo y el estado de ánimo influye en la sanación", aseguró en este sentido la gerente del HUC, Mercedes Cueto, que acudió al recital para agradecer a la OST su colaboración. "Es una iniciativa que lleva muchos años haciéndose y queremos darle nuestro agradecimiento al Cabildo porque la música es una forma más de humanizar y de aliviar a los enfermos que están estos días en el hospital", agregó.

Cueto felicitó a los músicos por conseguir que los enfermos y sus familiares piensen "en cosas más agradables y no solamente en los momentos malos que están pasando". "Es muy positivo para los pacientes", concluyó.

Las mismas butacas que alivian las irremediables y a veces largas esperas de los pacientes sirvieron para acomodar a los invitados para presenciar un concierto que tuvo al maestro Ángel Camacho como director. El programa fue una selección de temas "de los habituales" para las fechas navideñas. Comenzaron con la obertura de la ópera popular alemana El rapto de serrallo, de Wolfgang Amadeus Mozart, y continuaron con los Cantos Canarios y el preludio de El tambor de granaderos, de Ruperto Chapí.

Este concierto, que se repetirá hoy a las 14:00 horas frente a los pacientes del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (Hunsc), se ha convertido por tradición en la primera cita del año de la Sinfónica. Una vez concluidos, se meterán de lleno en los ensayos y la programación del Festival de Música de Canarias (FMC), que arranca esta noche en el Auditorio Alfredo Kraus con la Filarmónica de Londres. "La OST termina el año con el concierto de Navidad, que es un ofrecimiento o regalo al conjunto de la ciudadanía, un concierto multitudinario. Por contra, esta primera actividad del año es una iniciativa de los propios músicos", explicó el director insular de Cultura, Leopoldo Santos. "Esta cita les sirve para encontrarse con la gente que no puede desplazarse. Los músicos, por su parte, disfrutan viendo que su trabajo tiene destinatarios, que llega a donde tiene que llegar: a la gente".

Entre el público estaban dos de esas destinatarias, Vicenta María Hernández y su madre, María Mesa. Acudieron al hospital lagunero por una consulta y aprovecharon que un familiar estaba cogiendo cita para escuchar parte del recital. "He venido antes a estos conciertos porque he sido voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y ayudábamos a bajar a los pacientes. Les encanta, es una manera muy bonita de distraerse", explicó Hernández,

Los pacientes y el personal sanitario le devolvieron el gesto a la Sinfónica con vítores y aplausos, se escucharon "bravos" y hasta algún "yuju" al acabar cada una de las piezas. Una ovación en pie sirvió para concluir la mañana musical, que se cerró como en las grandes ocasiones: con la Marcha Radetzky de Johann Strauss. Para esta canción, que siempre es coreada con aplausos, el maestro Machado le cedió su batuta a dos niños: Óscar y Mari Luz.