Es un enamorado confeso de Canarias y por esa razón alaba el buen gusto que tuvo de Saramago cuando decidió instalarse en las Islas. "No sabe usted lo bien que me vendría en estos momentos irme 15 días a Lanzarote", comenta Manuel Vilas (Barbastro, 1962) horas después de ser reconocido como finalista del Premio Planeta por Alegría, una crónica en la que vuelve a mirar a la familia: "Yo no sé escribir una novela de ficción pura, necesito que el hecho que cuento ocurra en un espacio temporal y reflexionar en torno a él", defiende el autor de un libro que él define como "sereno y equilibrado".

¿Hay aspectos en su obra que conectan muy bien con la mirada periférica de los autores canarios?

Es que yo soy un hombre de pueblo (ríe)... Nací en Barbastro, en la provincia de Huesca, y la idea de no estar en el cogollo de donde ocurren las cosas la tengo muy presente en mi vida. No dudo de que ese sentimiento exista en Canarias, pero de Barbastro a Madrid hay tantos kilómetros como de las Islas a la Península. La sensación de sufrir unos acontecimientos sin participar en ellos la tengo presente en mi retina.

¿En sus textos busca la verdad, que no es lo mismo que la justicia, con cierta obsesión?

Sí, hay más verdad que justicia... Buscar esa verdad es un elemento consustancial en mi literatura. Eso implica explorar todo lo que tengo delante, averiguar qué hemos creado en torno a esta civilización. Como escritor me inquietan las cuestiones socio-políticas, económicas y culturales por las que tienen que transitar los personajes que invento en mis libros. La mayoría de las veces me cuestiono qué es lo que nos ocurre y las causas por las que decidimos a construir este mundo.

Su literatura siempre desprende una mirada al interior, ¿no?

Mi literatura es un poco disgresiva. A los autores que leo les ocurre algo parecido, es decir, empiezan contando una historia y enseguida se ponen a ensayar o reflexionar. Yo no sé escribir una novela de ficción pura, necesito que el hecho que cuento ocurra en un espacio temporal y reflexionar en torno a él.

Hablar de un libro que no existe es complicado, pero qué nos puede avanzar de 'Alegría'.

Eso es algo que llevo pensando desde anoche (por el pasado martes). Estamos hablando de un libro fantasma, que yo lógicamente sí que he leído, pero que seguramente va a provocar la pregunta más habitual entre los lectores: "No sé cómo este señor dice esto porque lo que yo he leído es otra cosa".

La insatisfacción, o la ausencia de una plenitud como ser humano, es un elemento que está en muchos de sus textos, ¿también en 'Alegría'?

Espero que esa insatisfacción de la que usted me habla sea activa, no depresiva o nilihista. Esta insatisfacción se mueve para resolver cuestiones que son vitales para los seres humanos... En mi literatura hay una idea transversal que es la celebración de la vida, como diría Nietzscher un sí a la vida. Escriba lo que escriba, la sensación de vida siempre va a estar presente en mis libros.

¿Qué llevó a un hombre de pueblo a Estados Unidos?

He vivido cuatro años en Estados Unidos y creo que estoy capacitado para decir que allí no todo es grandioso. Hay, incluso, hasta pueblos...

Dicen que la huella de los autores norteamericanos se hace muy visible en su escritura

Eso he leído y debo confesar que me resulta gracioso. Acabo de escribir un prólogo de una adaptación de Los santos inocentes de Miguel Delibes y, sinceramente, yo no creo que él tenga que envidiarle absolutamente nada al narrador más destacado de todos los que han aparecido en suelo estadounidense. Este es un mundo de papanatas que admira con ceguera todo lo que viene de Estados Unidos. España es un país que desconfía de sus valores culturales. Es evidente que EEUU es una nación con una actividad cultural rica que me fascina, pero coño, con perdón, también me parece interesante Delibes.

¿Al igual que en muchas novelas de Delibes usted le concede un protagonismo especial en sus historias a las relaciones familiares?

Ese es un tema que me obsesiona. Las relaciones de familia -padres, madres e hijos- son el único sitio donde el capitalismo no puede entrar. Ahí, de momento, no tiene nada que hacer. No puede entrar porque no hay relaciones mercantiles, es decir, que ni se compra ni se vende. Ese es el sitio en el que aún permanece intacta la estructura fundamental de la vida, el lugar más puro desde el que impulsar una novela.

¿Un mundo de carne y hueso?

Un mundo marcado por la verdad en el que biológicamente aún es posible que un padre o una madre ofrezcan su vida a cambio de la de un hijo.

¿Corríjame si no es así, pero sus textos transmiten que Manuel Vilas es un escritor al que le gusta explorar el subsuelo, analizar capas de la sociedad que no se ven a simple vista?

A mí me interesan los desprotegidos, los desfavorecidos y la clase media en general. Yo procedo de una clase media-baja, tengo conciencia social y, sinceramente, creo en la historia, en el progreso y en la prosperidad. También creo en la necesidad de contar con una sólida base cultural para seguir avanzando. En definitiva, soy un amante de la vida... Solo le tengo miedo a los ataques que sufren constantemente todos esos valores morales, también a la demagogia. Eso me pone enfermo. El problema es vivimos días de excesiva demagogia.

¿Hay aspectos que se han abordado a lo largo de la entrevista que están tocados de muerte?

Sí, sobre todo, el de la prosperidad de las clases medias... Siempre hablo de ellas, parezco un político. Si perdemos la clase media nos quedaremos sin país, sin modernidad y no tendremos un futuro al que agarrarnos... Nos la estamos cargando a cañonazos sin caer en la cuenta de que ese es el avance más importante que se ha producido desde la II Guerra Mundial. Yo hablo de la clase media en relación a los humillados por la historia que han sido capaces de construir democracias, ciudad y progreso; espacios donde la dignidad, que para mi es una palabra importante, se pone a salvo. Perder eso significa perderlo todo... Al publicar Ordesa llegué a la conclusión de que esa novela la había entendido tanta gente porque el 95% de la población de este país es clase media: una clase media-baja, no una clase media-alta. Esos guiones son muy importantes en lo que le estoy diciendo.

No le quiero meter en un charco, pero qué sensaciones le transmite España, Cataluña, esta sociedad en general...

Más allá de las opciones ideológicas que cada persona defienda, hablo solo de las democrática, la sensación es de agonía y de tristeza. Cuando me preguntan qué ideología tengo mi respuesta siempre es la misma: yo creo en la democracia... Su gran valor es ser tolerante con el que piensa de manera distinta a ti porque enfrentarte al que defiende las mismas ideas tiene un escaso valor democrático.

¿Le molesta que se hable de "robo de autores" o de escritores que se han cambiado de bando?

Hablar de robo de autores es hablar de una especie de Sálvame de Luxe, pero sin literatura.