Es una de las actrices españolas de referencia, con dos premios Goya y una intensísima filmografía en su haber, sobre todo entre 1998 y 2004. En Las Palmas de Gran Canaria, la malagueña ha presentado la película venezolana La noche de las dos lunas, estrenada en España en Cine + Food.

¿Cuál es su color favorito?

El rojo, porque yo soy muy roja.

A Pedro Almodóvar le han dado el León de Oro de Honor en el festival de cine de Venecia y proyectado Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Me emociono solo de pensarlo. Pedro se merece todo y más. Espero que Dolor y gloria salga candidata para los Óscar por España.

¿Qué tuvo esa película que removió tanto los cimientos del cine español?

Era la primera película "blanca" de Pedro, para todos los públicos, es redonda y divertidísima. Cuando se hablan de sentimientos como el desamor, ahí las mujeres somos las únicas en tirarnos de los pelos y revolcarnos.

¿Los hombres qué hacen?

Los tíos se ponen en una barra y se inflan a copas.

¿Qué recuerdos le quedan de aquella película?

Cuando me dio el papel de Candela, Pedro lo cambió. Iba a ser una dobladora como el personaje de Pepa [interpretado por Carmen Maura] y me convirtió en una modelo con acento andaluz. Mientras la rodábamos sabíamos que era una comedia fantástica, pero se ha convertido en una película mítica.

¿El de Candela ha sido el papel de su vida?

Era mi segunda película, fue la noche y el día. Yo siempre decía: "el personaje es un bombón y me lo voy a comer aunque engorde". Gustó muchísimo, de ser una actriz a la que no conocía nadie pasé a ser deseada, todos los directores de este país empezaron a contar conmigo.

¿Qué otros papeles destaca de su carrera?

El travesti Ely de Las edades de Lulú (Bigas Luna, 1990) me gusta mucho, era patético y tierna a la vez. Me dio muchas alegrías y, sobre todo, la oportunidad de conocer a un ser tan maravilloso como Bigas, me cuesta mucho aceptar que no está aquí entre nosotros.

Y le proporcionó su segundo Goya tras el obtenido dos años antes por el filme de Almodóvar.

Así es. Me quedo también con la criada Mary de El palomo cojo (1996), del gran Jaime de Armiñán, muy ordinaria y deslenguada. También recuerdo mucho a Dori en Bwana (Imanol Uribe, 1996).

De Pedro Almodóvar ha dicho que es "el maestro", ¿por qué?

Su talento es universal, es de los grandes del cine. Y película a película no ha dejado de crecer. Pero lo dije porque fue, literalmente, mi maestro, porque apenas había hecho cine. ¡No sabía lo que era una marca! Esa muñequita que era mi personaje la hizo él, sus manitas eran las que me manejaban. El me decía, por ejemplo, "no interpretes", y eso ya se me quedó para siempre.

¿Qué ha cambiado en el mundo de la actuación desde que empezó hasta ahora?

A nosotros nos pagan por mentir. Si mientes muy bien, te pagan mejor. Si mientes y no se te nota, da igual que sea hoy o los años 40. La gente viene ahora muy preparada, hay escuelas maravillosas, pero la interpretación, cuando es buena, cuando es verdad, permanece, es intemporal.

Se suele decir que el cine español es hoy más conservador que, por ejemplo, en los 90.

Que hoy no haya barreras entre trabajar en cine, teatro o televisión es maravilloso. Antes eras de una cosa o de la otra. Antonio Banderas pegó el salto a Hollywood y era como ¡uy! ¡Pero ahora están todos!

¿Vivimos un buen momento para el cine?

Muy bueno, porque hay muchas posibilidades. También te digo que es muy mal momento porque no tenemos todavía un gobierno, porque el mundo de la cultura y la educación, que es lo que a nosotros nos rodea, siempre ha sido el olvidado. Eso quiere decir que cada vez hay menos dinero y eso te limita. No se puede trabajar por amor al arte. Hemos tenido épocas de más apoyo. El día que el cine encima se apoye bien, vamos a volar, que se agarre el mundo.

¿Qué le gusta de lo que ha visto recientemente?

Me gusta mucho el cine de Rodrigo Sorogoyen. Me gustan los Javis [Javier Ambrossi y Javier Calvo, directores de La llamada (2018)], me hace mucha gracia su frescura y descaro. Estoy deseando ver la nueva de Amenábar, soy muy fan de él. También me encanta Juan Antonio Bayona. Y, bueno, me sigue encantado el maestro Carlos Saura.

Ha declarado: "No hago cine, porque no me llaman".

Es verdad. Me he sentido como una novia cuando no es deseada, pero ahora soy como La Bella Durmiente, que me he estado durmiendo una temporadita y he despertado. Voy a dar mucha guerra. El sueñecito, que ha sido largo, me ha sentado bien.

¿Ansía esa llamada que lo vuelva a cambiar todo?

No, porque creo que ya ha llegado. Vas madurando con los años y los cambios no los percibes bien, en la interpretación aprendes que menos es más. Ahora mismo hay un abanico que se ha abierto, estoy viviendo un momento dulce.

Miguel Ferrari, director de La noche de las dos lunas, sí la llamó.

Es un ser fantástico. Y actor también, lo que hace más fácil el trabajo. A él le encantan los actores, hay muchos directores que los odian, que si pudieran trabajarían con dibujos animados.

¿En serio hay directores de éxito que odian a los actores?

No sé si los odian, pero no se irían a cenar con ellos. También es verdad que hay algunos que a veces son muy pesados.

Hábleme de Eva Soler, su personaje en La noche de las dos lunas.

Es una actriz desfasada que se fue a Venezuela por amor y se ha quedado ahí, anclada, viendo sus culebrones. La película habla de la maternidad y ella ha olvidado lo que significa esa palabra.

Y encima tiene una hija que la necesita.

Estoy muy contenta con el personaje, es de los que cuando salen no pasan desapercibidos. ¿Sabes lo único malo de esta película para mí? Que cuando estuve rodándola en Caracas murió mi madre. Ella estaba malita, no fue de la noche a la mañana. Pero me trastornó, tuve mi agonía por dentro. Así que fue una experiencia agridulce.

La noche de las dos lunas apunta un tema candente, el de los vientres de alquiler.

Estoy totalmente en contra, contratar a una señora un año para que engendre y tenga tu hijo. Por supuesto no contratas a una mujer de un barrio chic, sino en lugares donde hay pobreza y hambre.

¿Cómo fue conocer la realidad venezolana?

Espantoso. La rodamos en verano de 2016 y aquello era Hollywood comparado con ahora. Estaba en un hotel maravilloso, pero era como una cárcel de lujo, no podía salir, me sentía secuestrada. Enfrente había un supermercado donde no había nada. Muy duro. Ferrari me ha contado que ahora está mucho peor.

¿Es optimista respecto al futuro o en cualquier momento todo se irá al garete?

El mundo mira solo a donde hay dinero. Pero yo digo que deprimirse es un lujo, no me lo permito, intento ser positiva. Soy optimista, creo que la gente es muy buena y solidaria, que nos queman y no nos ayudan a poder vivir tranquilos. Pero tengo nietos y ellos son el futuro, quiero que le dejemos un sitio mono.

¿Cuántos tiene?

Tres. Son mi droga. Mi Héctor, que tiene 10 años; mi Aitana, que tiene ocho; y el pequeño, mi Bruno, que tiene tres y pico. Este me dice "abu, tírate por la ventana" y me tiro.

Es madre de dos hijas, ¿condicionó la maternidad su carrera de actriz?

Como mujer sí, y creo que también afecta al hombre. Me hubiera gustado tener más hijos. Es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Me refería a si fue un obstáculo para su carrera.

No. Me la enriqueció. Si dicen que los niños traen un pan debajo del brazo, los míos vinieron con una panadería. Pero es muy duro. Creo que en eso la naturaleza se equivoca, porque cuando las mujeres sabemos realmente lo que queremos, tu reloj biológico se está yendo. Una con veinte años es una niña.

Antonio Banderas, Pepón Nieto, Antonio de la Torre, usted. ¿A qué se debe que haya tan buenos actores y actrices de Málaga, su ciudad?

Yo creo que en todo el sur hay mucho arte. Nosotros estudiábamos todos en la Escuela de Arte Dramático (también el director Ramón Salazar), pero hacíamos más escuela de bar, yo estaba todo el día en la cafetería, éramos mucho de opinar y criticar. Fue una época muy divertida. Yo no terminé arte dramático, Antoñito Banderas tampoco. Igual la razón es el sol, no sé, o los boquerones.

En la biografía de Andrés Santana, afirmó que Días contados (Imanol Uribe, 1994) "nos trajo muchas cosas buenas: la película nos cambió la suerte a los tres".

Sigue siendo la película con más Premios Goya de la historia. La celebración fue de caerte muerto después. Al día siguiente, mi niña, que era chiquitilla, jugaba con los Goya como si fueran sus Barbies, teníamos la casa llena de cabezones.

Usted además presentó ese año la gala.

Con decirte que el final ya no lo hice... me puse a llorar. Ahora recuerdo que durante el rodaje Andrés Santana se partió una pierna ¡e iba con la escayola! Tirando del travelling o lo que fuera, porque no le gusta delegar. Andrés se puede estar muriendo, que si le pones un rodaje él se levanta.

Sin embargo, cuando se estrenó había ido muy mal y eso que había ganado la Concha de Oro del festival de San Sebastián.

Era una película muy arriesgada entonces. Pero fue ganar los Goya, se volvió a estrenar y la taquilla explotó. Imanol y Andrés la habían sufrido mucho. Fue un momento muy dulce.

¿Cine, teatro o televisión?

En el teatro se abre el telón y eres tú la que mandas. Me gusta mucho, pero me aburre llevar mucho tiempo con una función que se ha mecanizado y no te sigue moviendo. La tele es un trabajo muy rápido que te requiere saber resolver. Me quedo con el cine, es el caviar.

¿El feminismo es la lucha más importante hoy?

Soy feminista desde niña, y lo seguiré siendo hasta el día en que no haya que hablar de eso. Lo soy por mi condición de mujer, no me lo tengo ni que plantear.

¿Dónde se percibe más el daño que ha hecho el machismo?

Pues, por ejemplo, en el techo de cristal, que cobremos distinto en los mismos puestos; en la conciliación de la vida familiar y laboral; en el hecho de poder tener libertad de poder decir "me separo y no me matas"; en llegar a casa y compartir las tareas domésticas. Son muchas cosas. Ser súper woman es muy agotador.

¿El movimiento #MeToo fue necesario o una majadería?

De majadería nada. Ha sido una puerta que se ha abierto para contar cosas que han ocurrido y que no deben volver a pasar. Sin ese movimiento no hubiéramos dado los pasos que hemos avanzado en los últimos años.

¿Ha vivido usted casos de acoso sexual?

No, pero porque yo era más como graciosa. Sí recuerdo momentos de que te estén sobando el brazo mientras te dicen lo lejos que vas a llegar. Y sé de muchas actrices en este país a las que les ha ocurrido y no lo han denunciado.

En un caso reciente, Plácido Domingo ha justificado sus actos por los códigos diferentes que había hace 30 años.

Las cosas si están mal hay que denunciarlas, hayan pasado cinco o 30 años. No soy nadie para condenarlo, habrá que esperar al juicio, pero su respuesta no me ha gustado.