Clara-mente, cobardía

El jurado no arriesga y otorga a Burlonas un accésit que sabe a poco | Por primera vez Diablos Locos entrega un Tom Carby a un grupo del Carnaval que no es una murga

La directora de Burlonas, Adela Peña, en un momento de la actuación de final. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

La directora de Burlonas, Adela Peña, en un momento de la actuación de final. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ / Pablo Gutiérrez

Pablo Gutiérrez

Final histórica en el Recinto Ferial: Trapaseros, murga del Norte, gana el máximo galardón de Interpretación por primera vez y Burlonas se hace con uno de los premios en la misma modalidad, después de seis años consecutivos instaladas en la final. Las gradas vibraron al compás de los pasacalles de sus favoritas y se palpaba la emoción del verdadero regreso del Carnaval. 

Sólo es necesario un «señoras y señores» de Alexis Hernández para despertar los aplausos del Recinto Ferial en la final de murgas. Arranca la fiesta al ritmo de Jadel y su suave entre el público, que hace vibrar a los asistentes antes de que suenen los primeros pitos de la noche. Éstos llegan a manos de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, que se retira el tocado para comenzar con su presentación.

Mientras el público sigue buscando su asiento, estos veteranos del Carnaval, que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, apuntan al corazón de los más nostálgicos. En un intento de actualizar su tema de 1981 (Los violadores), no consiguen deshacerse de la caspa que destila su paternalismo hacia las mujeres. No puede faltar su archiconocido Cubanito que, a pesar de repetir fórmulas carentes de rima, consigue levantar hasta a las autoridades presentes.

Comienza el concurso

Tras un popurrí de los pasacalles de todas las finalistas, la marea naranja de Trapaseros empieza con sus ánimos antes de que comiencen su actuación. Sacan una sonrisa con su «no es tan fácil ser murguero, pero qué fácil es ser Trapasero». Nos llevan dentro de su carpa de circo para presentar un elenco de payasos, acróbatas, lanzacuchillos y marionetas. Reivindican la precariedad a golpe de equilibrismo y alientan con pancartas al público a salir a la calle. No faltó una mujer barbuda para reventar estereotipos o un hombre bala que dispara a los impuestos. Su guinda llega con el ilusionista, que hace aparecer a un murguero al lado de las autoridades para recriminarles sus privilegios. Efectismo que levanta al Recinto para cerrar su interpretación.

Turno de Mamelucos, que son recibidos por el cariño del público tras los días tan convulsos que han tenido entre sus filas. Manoj Daswani hace presente el hándicap del grupo con el cambio de director, aunque esto no supone problema para un resolutivo Samuel Fumero. La afinación de los solistas empasta con el coro, dejando claro su «somos más» en complicidad con los presentes. Llevan su tema a una sala de interrogatorios, cuyo sospechoso principal es el Ayuntamiento santacrucero. La puñalada de Cabello a los grupos, la condena al repertorio de murgas infantiles y la pregunta directa sobre el museo Rodin arrancan aplausos entre los asistentes. Con la valentía de poner en entredicho los conocimientos del jurado sobre el Carnaval, hacen del público su caballo ganador, siendo la única murga que aborda la salud mental de forma directa.

Llegan Zeta-Zetas a ritmo de rock, con un solista entregado a la causa que no da una nota fuera de su sitio. Se nota el mimo en la selección musical. Los ZZs nos encierran con su tema en una Escape Room, en la que se convierte en la experiencia más inmersiva de la noche. Candados, pizarras, paraguas y códigos secretos. Conquistan todo el espacio creando un caos controlado, que no siempre es bien recibido. La estrella de su repertorio es la sentencia contra el Loro Parque y su defensa de los animales. El broche final lo consiguen tras levantar a las autoridades de sus asientos para sentar a los murgueros que se han quedado sin entradas para asistir a esta final. Una apuesta original y, probablemente, adelantada a su tiempo. Se agradece el valor de asumir riesgos.

Coge el testigo Desbocados, cuyas gargantas rinden homenaje al nombre del grupo. Con «no es lo mismo una bulla que un escrache» alientan al jaleo del público con silbos hacia Cabello y consignas imposibles de seguir. Su actuación pierde fuelle hasta que suben Ni Muchas-Ni Pocas al escenario para acompañarlos en su despedida.

El calor del público

Se nota el fervor de la afición en el Recinto. Llegan Diablos Locos pisando fuerte con un solista lírico apelando a las entradas que nunca llegaron. Proponen una noche de retos, a ritmo del Qué apostamos, que implican a público, autoridades y prensa presente. Fórmulas que hubieran impactado más si su orden de actuación fuese otro. Llega la sorpresa con la aparición de Triquikonas, cuyo «pase lo que pase estoy aquí» se escucha sin necesidad de micros. Y, por si fuera poco, se quedan en ropa interior en tres segundos al son de Quevedo, haciendo un claro guiño a la aceptación corporal. Reclaman cambios en un Carnaval que no evoluciona, aunque siguen cerrando con «quien no baile es un canarión». Para reflexionar.

Cumpliendo 40 años en los escenarios y arropados por el público, es el turno de Bambones. Reimaginan el bolero con voces potentes para comenzar su actuación. A pesar de encontrarse algún tono por encima de la melodía, hacen notar su presencia con la contundencia de su letra y entusiasmo. Este año se convierte en la murga del ‘no’, para elevar la crítica a las instituciones y a la reflexión del pueblo. Despiertan risas genuinas con «la papita pa’l kilo» que les falta a algunos políticos y son tajantes con su mensaje: «Canarias no se vende». Aluden a la precariedad y el colonialismo («las ganancias se van más allá del mar») y alzan sus voces para recordar que «no somos el Caribe de Europa». Dignidad y libertad por bandera.

Con un Recinto entregado a la causa, hacen su aparición Burlonas. En el centro del escenario un cartón que reza «Premio de Interpretación». Una oda desde la melodía del «como yo te amo» a ese ansiado reconocimiento. Si bien podrían optar a presentación por los cinco cambios de vestuario que realizan durante su tema, dan un golpe en la mesa con su letra e interpretación. En una vorágine progresiva, reclaman el espacio de los barrios de Santa Cruz, la escasa presencia policial y no pierden el tempo acompañadas de Joroperos y Danzarines. Es la única murga que consigue levantar a todo el público antes de terminar su tema. El Recinto vibra con ellas.

Recta final y veredicto

Triqui-Traques pone fin a las actuaciones de la noche. La Tribu del Carnaval pone a bailar al Recinto con su pasacalle y se les va el tiempo para entrar al tema. Enfrentar estilos de música es una buena idea en papel, pero falla en la ejecución. Cuando no se entiende lo que estás cantando es difícil que llegue el mensaje. Ni siquiera Rosalía salva el intento de complicidad con el público, con un popurrí urbano y clásico que no cala. El entusiasmo de sus componentes marca el ritmo de la conga con la que abandonan el escenario.

Y por fin, tras la entrega de los premios no oficiales de los grupos, llega el fallo del jurado. Laura Afonso acompaña a Alexis para la lectura del acta, después de una noche recibiendo a todas las participantes en el backstage. Laura ha sido para ellas su palmada de aliento tras los nervios de la actuación.

Ya son conocidos los premios de Interpretación y Presentación de este año. Da la impresión de que, para el jurado, sigue habiendo distinción entre murgas y murgas femeninas. Sorprende que el veredicto castigue asumir riesgos, pero es lo que tiene apostar a una carta. Todas las ganadoras deben sentirse muy orgullosas del espectáculo que presentaron. Cobardía para unos, reconocimiento para otros. Cada quien que escoja su lugar.