Joroperos ‘fabrica’ Carnaval, desde miles de detalles del disfraz a sus repertorios

Rafa Barrios es uno de los ‘chinitos’ del taller: en noviembre quedó con Conchi para hablar de maquillaje y acabó con la máquina de coser a cuestas para ayudar a la comparsa

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Es imposible entrar estos días al taller de cualquier grupo de Carnaval y no salir salpicado de escarcha, y la ciudad en miniatura de la fiesta de Joroperos en Los Baldíos no es una excepción. Ciudad en miniatura por el trajín que se respira desde octubre, cuando el director general de Joroperos, Fernando Hernández, activó la maquinaria que permitirá el reencuentro con el concurso después de dos años alejada de los premios, no así de su condición de embajadora de la fiesta.

Frente al medio siglo de historia de la comparsa, Rafa Barrios, el novato del equipo de trabajo. Este treintañero vecino de El Rocío, nacido en Venezuela y que desde 2001 se afincó en Tenerife. Ingeniero industrial, experto en gestión turística, graduado en Contabilidad Financiera y hasta profesor de Finanzas Internacionales y Gestión de Riesgo Financiero, desde el pasado noviembre se integró en el equipo de la comparsa.

Su día a día arranca a las seis de la mañana, cuando saca a su perra Kika, para luego ir a su trabajo como contable en la empresa Jacinto Muñoz, en el Polígono El Mayorazgo, regresar a casa, segundo paseo a Kika y poner rumbo desde las cinco de la tarde al taller de la comparsa, hasta las diez de la noche, enganchado por el equipo que da forma a la materia prima que luego montan las costureras. Y ya antes de ir a dormir, tercer paseo del día con Kika.

Rafa quedó un día con Conchi, componente de Joroperos, para hablar de maquillaje y ante la amenaza de suspender la cita porque no podía dejar el taller, Rafa le brindó su colaboración; él es exponente de una generación digital, que aprendió a coser a máquina con tutoriales de Youtube y así elaborar diseños de marcas no tan convencionales. Comenzó así su historia de amor de este carnavalero de calle que esta edición colabora de forma desinteresada en el disfraz de la laureada comparsa formada por 150 componentes, de ellos un centenar de bailarines y el resto miembros de la percusión.

La sede en Los Baldíos es una ciudad en miniatura que prepara el regreso de la comparsa grande y de la infantil

El diseño en sí es un puzzle que solo conoce su autor, Borja Abreu, y el presidente de la comparsa, Fernando Hernández; de resto, los chinitos de Joroperos se limitan a reproducir en serie la plantilla que elabora Borja Abreu, a partir de una primera prueba.

Rafa da juego al resto de compañeros del taller, después de advertir que es carnavalero practicante. El grupo con el que pincha música, Triangals, aparca su actividad en la fiesta para disfrutarla. El propio Rafa pide vacaciones desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Piñata, y no se da tregua. En el taller, «soy el novato», para precisar que se siente enganchado al buen ambiente del equipo, «y también el café ayuda».

«En el taller no se mueve una tijera sin antes preguntar a Lala o a Fátima», a las que considera las jefa de este equipo de trabajo que con paciencia, tesón y sabiduría comparten su habilidad y magisterio con el equipo que carga sus pilas con la generosidad y atenciones de Fernando, el presidente. «En un momento de la tarde noche ves que desaparece y viene con unos bocadillos para todos... Hasta nos apaga las luces para que vayamos a descansar...», por lo que Rafa se refiere a sus compañeros de taller como su otra familia en la que también están José Evelio y Esther, miembros del cuerpo de baile y de la batucada. «Cuando no están ensayando se suman al grupo»... Y no le falta razón a Rafa cuando habla de familia: la hija de Lala, Ana, también está en el taller y sus dos hijos salen en la refundada comparsa infantil Joroperos, que salió entre 1985 y 1989.

Que Joroperos engancha, es una realidad, y si no que se lo pregunten a Conchi, que también alterna entre la batucada y los preparativos de los complementos del disfraz, o Miguel, músico profesional que curiosamente cambia en la comparsa los instrumentos por la máquina para cortar acetato, también prendado por ese ambiente familiar; es el esposo de Cande y yerno de Lala que en el pasado salió en Rumberos. Ellos son solo algunos de los miembros del amplio equipo que hace posible la fantasía del reencuentro de Joroperos en concurso.

En la miniciudad del Carnaval de Los Baldíos no se dan tregua los preparativos, desde las nueve o diez de la mañana hasta cerca de la medianoche, cuando no es fin de semana y eso ya es harina de otro costal. En el equipo, Fátima Cabrera, vinculada a Joroperos desde 1987 y sucesora de la generación que marcó Jaime Sabina y Carmita La Marchante.

La conversación con parte del taller se produce con la batucada de fondo que ensaya la infantil Joroperos, mientras en el local de la lado José Antonio Afonso, el director de voces, repasa con el coro en un local insonorizado, y a todas estas llega Fernando Hernández que no para. «¡Este año volveremos a salir a la Cabalgata con Marlène Mourreau!», la otra cara del trabajo de las «voces silenciosas» de este taller de Los Baldíos.