Empezó a la luz del día y muy lejos en el calendario de ese Miércoles de Ceniza cuando toca religiosamente. Pero dio igual porque la gente esperaba en Santa Cruz desde hace años este Carnaval de junio y respondió. Por si había alguna duda, tanto desde dentro del cortejo de desconsoladas viudas y curas consoladores como desde fuera entre el público. Propios y extraños llenaron los márgenes del recorrido entre la ansiedad ante lo desconocido y el ansia por comprobar que la esencia se mantiene. Y se mantiene.

La Fufa escondida en el ambiente fúnebre del cortejo, Pepe Benavente y el Morocho dándolo todo sobre la carroza y ese anárquico reguero de viudas. Entierro de la sardina en estado puro.

Ni miércoles, ni febrero. 23 de junio. Más de 25 grados. Ocho y media de la noche y ‘pleno día’. En una edición atípica, el Carnaval comenzó con el entierro de la sardina, y tampoco acabó en el fuego la sardina, sino el covid. Y es que esta edición anárquica la fiesta en la calle comenzó por el final de otras ediciones. Casi tomó el testigo a donde se quedó el Carnaval 2020, cuando la calima diluyó el ritmo y armonía de las comparsas, obligó a suspender los bailes de aquel Sábado de Piñata antes de un domingo atípico. Como atípico ha sido el reencuentro con la calle.

Primero las rondallas, luego la gala, después las murgas adultas, más tarde las infantiles y anoche el reencuentro con la calle comenzando por un entierro sin sardina donde se quemó el covid; sin dejar en el olvido las necesarias medidas sanitarias de seguridad.

En la calle Juan Pablo II, antigua 18 de Julio, el ‘cortejo fúnebre’ se disponía a arrancar desde la Librería Ifara, en una edición para los libros de Historia. De atrás para adelante, como siempre ha sido el entierro de la sardina, donde la comitiva adelanta a la carroza principal. En esta oportunidad, dos plataformas, una, la protagonista; la sardina vestida de covid. O el covid con más cara de sardina, flanqueada por los miembros de la Cofradía del Chicharro, de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá.

A escasos metros, ya en el pelotón de cola de la sardina que era un ‘ninot’ de covid, otra plataforma, esta con dos estrellas de la canción y las verbenas canarias, de la tierra, Pepe Benavente y Rafael Flores ‘Morocho’.

Y llegó la hora anunciada. 21:00 horas. Y Pepe y ‘El Morocho’ arrancaron con la primera canción de la fiesta que se escucha en la calle después de dos años de restricciones y hasta una edición virtual. «Santa Cruz en Carnaval». Los pelos como escarpias. Era solo el comienzo, luego Pepe Benavente, que estuvo flanqueado por Ángeles Ramos –una de las ocho candidatas a reinas de los mayores– y Esteban, un transformista que abandera un nuevo estilo en el entierro de la Sardina, anoche del covid, como auguró el artista diseñador Antonio Santos Arteaga.

Eran solo los prolegómenos que discurrían entre el asombro de vecinos, que se alongaron hasta la plaza de Weyler para tomarle el pulso a este Entierro de la Sardina –perdón, del covid–, tal vez desde una incredulidad, cual vieja del visillo que mira de reojo a ver cómo viene la tormenta.

En la confluencia de Juan Pablo II con la calle Méndez Núñez, más espectadores que protagonistas. Edición atípica porque también faltaron los botones de Mamelucos, Fermín y Manolo, entregados a los preparativos de la Sociedad de la Casa del Miedo de cara a la Cabalgata anunciadora que saldrá a la calle esta tarde.

En su lugar, ni botones –ni siquiera de luto– ni coronas, sino las lápidas humanas. En una de ellas se podía leer: «Reventada Impura Polaca».

Hasta el antiguo Cine Rex, la comitiva estaba en familia, tanto que era fácil identificar a los/las/les viudos/as/es, con un Orche que estaba a medio gas. Tan poca gente había en la zona de El Avión, que la Sardina, o el Covid, no había despegado y permitía que de acera a acera se saludaran los espectadores; entre ellos, participantes con los que la Historia tiene una deuda, como Ramón Guimerá, o murgueros de pro que ayer estaban de público.

Desde las nueve hasta las diez de la noche, el ambiente de Carnaval se resistía. Pero el reloj del Parque García Sanabria puso en hora la fiesta en la calle, con una calle del Pilar que desbordada. De nuevo, de atrás pa’lante, con el furgón de cola de los servicios públicos dejando impoluta la ciudad. De ahí, a la cabecera del cortejo, que abría el covid.

Al paso por la iglesia del Pilar, más de un obispo –disfrazado– y más protagonistas de la curia que se daban la mano con la disciplina de las incondicionales legionarias de Javi El Abogado de Guachi, o El Mudo de los Hermanos Marx. O cientos de amantes del Carnaval.

No faltó uno de los momentos más emotivos y de orgullo. Al llegar a la antigua Bohemia, cerca del también antiguo anexo de Galerías Preciados, un cortejo fúnebre de lujo que se incorporó. En este caso, los portadores eran la Generación Okaidi de la murga Diablos Locos, primer premio de Interpretación. Al frente, el presente y futuro de las murgas, Tomy Carvajal, apadrinado por la marida de su padre, el ‘maestro’ Víctor Asensio. Los trónicos demostraron que tan pronto se llevan el primer premio con un espectáculo sobre el escenario que conquistan la calle.

Frente a esa timidez, prudencia, elegancia, saber estar, mesura, educación de Tomy Carvajal, se encuentra a la reina infantil del Carnaval, Vera García Lima, y el máximo exponente de la Dinastía Trónica procede al saludo: de primer premio de murgas adultas a reina infantil, en presencia de su madre. En un tributo al Carnaval en la calle que viene de los concursos y desembarca en la vía.

Pasión y orgullo de tradición y sentido de pertenencia.

La oficialidad deja paso a la espontaneidad en la calle, donde quien fue jurado en algún concurso se disfraza de anónimo carnavalero, hasta algún exdirector general de Emigración de cuna rumbera participando también en la conquista de la calle.

El tímido arranque del cortejo se torna en un desfile que es baile, en un baile que no para, en un entierro que no tiene sardina, con más fuegos que fuego. La calle del Pilar está tapizada de amantes carnavaleros que disfrutan de la antesala en el encuentro oficial que marcará hoy la Cabalgata anunciadora. Poco después de las once de la noche, unos destellos atronadores anuncian en el cielo que el covid ha llegado a la zona de la plaza de España. Este año no se quema la sardina, sino el covid, porque Santa Cruz y los amantes y protagonistas de la fiesta de la máscara quieren vengarse por el año robado y disfrutar por partida doble.

La sardina salió este año atípico a la calle disfrazada de virus de pandemia. Sirve igual, siempre como una peculiar expiación de los pecados del año. Antes suponía el ecuador del Carnaval y hoy es el principio. No hay problema. Quedan tres días de fiesta transgresora en una particular cuenta atrás. ¿Sardina? ¿Qué sardina? El Carnaval entierra al Covid.

Hoy, Cabalgata anunciadora

La Cabalgata Anunciadora del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, que supone el inicio de la fiesta en la calle, se celebrará hoy desde las 20:00 horas. El desfile comenzará en la plaza de la República Dominicana para recorrer la avenida de la Asunción, Ramón y Cajal, Galcerán, plaza de Weyler, Méndez Núñez, El Pilar, Villalba Hervás y La Marina, hasta llegar a la avenida Francisco La Roche. La Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, seguida de la reina del Carnaval, Ruth González Martín, encabezarán un desfile en el que también participarán las soberanas infantil y de los mayores con sus damas de honor, murgas infantiles y adultas, comparsas, agrupaciones musicales y coreográficas, además de miles de amantes de la fiesta que enlazarán con los bailes.