Anoche me pegué un tute en mi cantina que acabé con dolores hasta en las muelas. No solo por el zafarrancho de limpieza que me pegué sino porque, de cara a estos cuatro días de fiesta en la calle, tuve que descargar seis contenedores de garbanzas que me mandó mi madre y cuatro camiones cisterna de vino de Ravelo.

Menos mal que apareció por aquí Tosco y su equipo de Somos Carnaval y me echaron una mano a descargar, si no, hubiera acabado el fin de semana. Y con Juan Ramón y su gente estuvimos echando una conversa sobre el que pinta que va a ser el gran debate: ¿Qué formato tendrá el concurso de murgas el próximo febrero? Qué duda cabe que, si las circunstancias lo permiten, yo optaría por el formato que viene siendo habitual desde la década de los ochenta en la que nació la final. Invité al equipo a un plato de garbanzas por su ayuda y, mientras comían, les expliqué que a mí no me convence el hecho de hacer menos de cuatro temas, argumentando que el próximo Carnaval está pegado a Reyes, algo que no es, ni la primera ni la última vez que ocurre, porque el carnaval es cíclico y esta situación ya la hemos vivido con anterioridad. Además de ello, en la pasada final eché en falta una segunda canción que ayudase a decantarme por una murga u otra, debido a la igualdad que, bajo mi opinión, había entre las cuatro primeras. Es para echarle una pensada con cariño.

Todo apunta a que, igual que hay un cartel, una temática o una canción que marcan la fiesta, a la próxima le podemos añadir un ingrediente más. ¿Qué final queremos? Sin duda será el debate del Carnaval.