Y es que, quitando el jueves, el resto de la semana va de platos fuertes; y no me refiero a las garbanzas rellenas de mi madre, que también; me refiero a que entre murgas adultas, comparsas y reina infantil, lo más probable es que mi cantina, se convierta en un tsunami de carnaval.

Es de esas semanas en las que uno está en el aire; por un lado los comentarios acerca de las actuaciones de las murgas o las decisiones del jurado y por otro, las visitas de aquellos amigos con los que la última vez que hablaste fue en el 36, antes de la guerra civil, y te llaman a ver cómo estás y si, por casualidad, te sobra una entrada para la final; o los que comentan la poca idoneidad de los elegidos para ser jurado, tarea nunca fácil. Con éstos últimos lo tengo fácil porque suelo decirles que la culpa la tienen las murgas, solo las murgas, porque desde que ponen en el tribunal a quien ha mamado carnaval, y conoce de sobra, tardan menos en recusarlo que lo que tardan en el Mr Smile en hacerte un perrito caliente.

He de reconocer que a mi también se me va la cabeza. Cuando en la mesa del fondo me piden la cuenta, no recuerdo ni lo que han tomado ya que tengo en mi mente la actuación de anoche de tal murga o se me va la olla pensando lo que hará tal otra, a la que le toca actuar esta noche. Ansioso estoy por empezar a recibir visitas de los entendidos que suelen hablar maravillas, o poner a caer de un burro, a tal o cual murga, la haya o no la hayan visto. ¡Tremenda semanita que me espera amigos!, ¡tremenda semanita!.