La tripulación de nueve hombres del atunero Ave María II no dudó ni un segundo en «sacar los brazos al mar» para ayudar a seis migrantes que se lanzaron al agua, desesperados, desde una neumática que se hundía con 60 personas a bordo que pretendían llegar a Canarias este domingo y que en su barco «vieron a Dios, porque la zodiac se iba al fondo».

Eran las 5.30 horas, un momento de oscuridad completa en el Atlántico, y se encontraban a unos 65 kilómetros al sureste de Morro Jable, en Fuerteventura. El pesquero avisó a Salvamento Marítimo y se mantuvo, tal y como indicaron las autoridades, en las cercanías de la lancha, ya que el rescate, en circunstancias de mal tiempo, con marejada y olas de dos metros, era tremendamente peligroso. «No sé ni cómo explicarlo, son vidas humanas», afirma el patrón de la embarcación, Aquilino Arrocha, de la Cofradía de Pescadores de San Ginés en Arrecife. «Ojalá no tuviésemos que auxiliar a nadie más en el mar», porque estos 60 inmigrantes «vieron el barco y vieron a Dios. Si no llegamos a estar en la zona, esa zodiac se va al fondo», destaca el navegante en declaraciones a Efe.

En términos angustiosos, Aquilino Arrocha explica que «esas 60 vidas se hubieran perdido en el mar» porque «esa lancha no llegaba a tierra tal y como estaba», y solo se salvaron por un rescate «en el último minuto». No es la primera vez que este profesional vive situaciones similares de avistamiento y rescate y opina que lo que ocurre en la llamada Ruta Canaria es un «drama». Porque «son seres humanos cayéndose al agua de noche, y nunca sabes si los recogiste todos», asegura y añade que eso es «algo que genera una gran impotencia».

«Hay que vivirlo para entenderlo», lamenta, es «muy, muy triste». El patrón insiste en que, ante un hallazgo así, «no dudas en ayudar, porque a nadie le cabe en la cabeza estar en esa situación y no arriesgar tu vida propia por salvarles».

La neumática, con un patín pinchado y con riesgo de hundimiento, fue vista por los marineros que se encontraban «haciendo la mancha», una técnica atunera que consiste en dar refugio al pescado vivo que luego capturan escalonadamente de manera artesanal. El barco va a una velocidad muy baja, por lo que los migrantes al verlo, y a pesar de que los marineros les pidieron que se quedasen tranquilos que ya venían a rescatarlos, se tiraron al mar, fruto de la desesperación. En ese momento «se sintieron salvados» y se lanzaron al mar «sin pensar en las consecuencias», rememora.

Los nueve hombres que viajaban a bordo del Ave María II, cuatro canarios y otros cinco de Marruecos, Senegal e Indonesia, encendieron los focos del pesquero en un momento que se tornó «dramático», subraya. Celebrando, sobre todo, que «en esta ocasión los rescatamos a todos y no tuvimos que lamentar ninguna muerte». Aunque lamenta, acto seguido, que el problema no se ha acabado: «esto va a seguir pasando y quizás en la próxima no tengamos tanta suerte». Esteban, Manolo, Nacho, Teodomiro, Hassan «el Rubio» de Marruecos y Bura, de Senegal, son «hombres de mar, experimentados», llevan años en este trabajo y han visto pasar muchas pateras.