Un joven magrebí coge un caldero de comida caliente del maletero de un coche y lo lleva a la zona de reparto comunitario. Minutos después, uno de los líderes de las quejas contra la atención en el campamento de acogida de Las Raíces, en el municipio de La Laguna, se encarga de llamar a sus compañeros para repartirlo en platos de plástico. Ese fue parte del almuerzo que, pasadas las 14:00 horas de ayer, pudieron tomar los participantes en el acto reivindicativo. Las aportaciones desinteresadas de diferentes ciudadanos permiten que los migrantes que protestan por las condiciones de vida en dicho recinto puedan comer.

Cada coche particular cargado con agua, zumos, fruta o diferentes productos alimenticios es como un silencioso maná para resolver las necesidades alimenticias de estos hombres en situación irregular, que no se resignan a quedar atrapados en Tenerife ni a que les mantengan los actuales servicios que reciben en el antiguo acuartelamiento militar situado junto al camino del Rodeo Alto.

Los calderos de arroz

Hasta ese momento, una decena de magrebíes se conformaron con poder fumar con el tabaco y el papel ofrecido por una joven. Poco más tarde, el silencio y el abatimiento daba paso a algunos breves cánticos y palmas en el corro de los afortunados. La situación mejoró con la llegada de una pareja de personas mayores, que en su maletero traían varios calderos con arroz y fruta. Quien habla es Mary Villarmín, vecina de Tegueste que pertenece a un colectivo de jubilados. Recuerda que en la iniciativa de llevar alimentos a los migrantes participan varios ciudadanos de su entorno que se turnan para preparar y llevar diversos productos. Para Villarmín, “cualquier persona tiene derecho a comer” y está convencida de que quienes han abandonado el espacio habilitado por el Ministerio de Migraciones “están necesitados de solidaridad y apoyo, pues no vienen a robar ni a matar, sino a buscar una vida digna”. Ella y el hombre que la acompaña se definen como “gente sensible”.

Esther y Chil son vecinas de Punta del Hidalgo y Bajamar que traen una generosa compra, que ha sido adquirida por ellas, familiares y amigos de otras localidades, como Tejina o Tegueste. Chil demuestra una alegría contagiosa, pero se emociona cuando le preguntan por qué lo hace. Esther responde que “somos personas, ante todo, en circunstancias mejores o peores”. Esta residente en la costa lagunera señala que “hay cosas que se entienden y otras que no”. Una opina que, “en realidad, todos somos víctimas de este Gobierno”. También les preocupan los bulos y exageraciones que se difunden por las redes sociales, “que son un peligro y totalmente negativos a la hora de la cooperación”. Pero no solo les han llevado comida, sino grandes cartones para que tengan donde acostarse o sentarse, así como un hornillo para que calienten la comida. Los hermanos Yanet y Jabriel Álvarez, miembros de la Asociación Mi Barrio del Carmen Se Mueve, de Arafo, les aportaron diferentes prendas de ropa de abrigo y quieren conocer qué otras necesidades tienen.

Cuando ya están todos los migrantes servidos, los encargados del reparto de la fruta o del arroz también invitan a otras personas que se hallan por los alrededores, como activistas de la Asamblea de Apoyo a los Migrantes en Tenerife, que les ayudan desde que decidieron iniciar la protesta. Una de las tareas de los integrantes de esta plataforma ha consistido en aportarles fórmulas para que los participantes en la reivindicación de mejoras en sus condiciones de vida no pierdan todos sus derechos a reingresar en el campamento de Las Raíces, como reconoce uno de sus responsables, Roberto Mesa. Y es que, en teoría, si pasan más de 72 horas fuera del citado recinto, entonces ya no pueden volver a entrar. Y anoche se cumplieron las primeras 48 del inicio de la acampada al raso. Una de las mencionadas alternativas pasaría por la posibilidad de que se turnaran en la explanada frente a la puerta de Las Raíces. Sin embargo, como reconoce el propio Roberto Mesa, “por ahora, ellos no quieren volver a entrar y tampoco se les puede obligar; estamos aquí para ayudarlos y apoyarlos”.

En algunas ocasiones, los ciudadanos solidarios no llegan a las inmediaciones del campamento alternativo. A lo largo del camino del Rodeo Alto, paran y les entregan sus bolsas con comida y bebida a los subsaharianos que van y vienen hacia el recinto gubernamental. Y de esa manera, algunos de los migrantes que siguen pernoctando en las carpas pueden completar la ración que reciben en el almuerzo. En esos casos, los productos se reparten también sobre la marcha. Esta es una muestra más de la lucha, más abierta o más discreta, por tener unas mejores condiciones de vida en su estancia en esta zona de La Laguna. Para intentar estar más protegidos de las condiciones meteorológicas, los migrantes rebeldes habían creado hasta anoche unas siete casetas hechas con telas o plásticos.

Cada mediodía, centenares de migrantes esperan para poder acceder a la gran carpa en la que se distribuye el almuerzo. En la jornada de ayer, en ese momento hubo diferentes gritos de descontento y el personal de seguridad tuvo que acudir a calmar los ánimos. Pero, al final, no hubo reyerta alguna. Uno de los migrantes acogido en Las Raíces explicó que “la cola para comer es muy larga; hay mucha gente en cada carpa y no se entienden unos a otros”.

Nueva detención ayer

Hasta el recinto también acudieron dotaciones de la Unidad de Intervención Policial (UIP) y radiopatrullas de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional. Su intervención fue muy rápida y consistió en la detención de un migrante por su presunta implicación en la pelea del pasado domingo. De esta manera, ya son seis los hombres arrestados por dicho altercado. Cabe recordar que, en una primera reyerta, los agentes apresaron a otros cuatro magrebíes. Esa vez, dos vigilantes resultaron heridos y uno llegó a quedar inconsciente.