Más de 10 días después de que llegara el primer grupo al antiguo acuartelamiento militar del Rodeo Alto, los usuarios siguen denunciando las mismas carencias de comida, calefacción, agua caliente, falta de conectores para sus móviles, wifi y, sobre todo, que no los dejen salir de Tenerife. Ayer también criticaron que no reciben una adecuada atención sanitaria. Las reivindicaciones se hicieron visibles con pancartas en un acto que tuvo lugar horas después de que agentes de los cuerpos de seguridad intervinieran en una segunda reyerta, con varias personas heridas y cinco individuos arrestados.

Una parte de los migrantes acogidos en el campamento de Las Raíces, en La Laguna, volvieron a protestar ayer, esta vez con pancartas, contra la atención recibida en el recinto. Algunas quejas ya son conocidas, como las carencias de comida, calefacción, agua caliente, falta de conectores para cargar sus móviles y wifi o, sobre todo, que no los dejen salir de Tenerife, ni a la Península ni a otros países europeos. Pero, además, denunciaron que tampoco reciben la adecuada atención sanitaria.

La noche del domingo, a las 22:30 horas, hubo una nueva reyerta entre algunos usuarios del espacio, que se saldó con varios heridos, entre ellos vigilantes, así como con cinco detenidos. En el altercado tuvieron que intervenir agentes de la Policía Nacional y la Policía Local de La Laguna. Fuentes de la Delegación del Gobierno confirmaron que se registró dicha pelea, el número de arrestados y que todos los afectados tuvieron lesiones leves. Pero no se dieron datos sobre el origen de la riña.

Tanto las quejas por los servicios recibidos como las peleas han estado protagonizadas, hasta ahora, de forma mayoritaria por algunos magrebíes. Mientras tanto, los subsaharianos pasan desapercibidos en casi todos los casos. Unos pocos de estos últimos supuestamente estuvieron implicados en el suceso de la noche del domingo. Y también protestan, pero de una forma más discreta. Ya empieza a haber tensiones entre ambos grupos étnicos; a veces, sin motivo justificado, o por causas sin aparente importancia. Ante la falta de explicaciones de fuentes oficiales sobre el motivo de la segunda pelea ocasionada en Las Raíces, varios marroquíes atribuyeron la misma a que a uno o varios subsaharianos se los habían llevado en un vuelo fuera de la Isla de noche, mientras a los magrebíes los mandaron a dormir. Y reclaman que “todos tenemos los mismos derechos”. Fuentes de Accem dijeron que no les constan dichas derivaciones o repatriaciones desde Las Raíces. Otro episodio curioso se registró ayer por la mañana. Varias personas trajeron ropa para los migrantes y dejaron las bolsas ante unos subsaharianos, que empezaron a sacarla. En ese instante, estos últimos empezaron a recibir gritos y ser increpados por parte de magrebíes. Esta situación da idea del grado de recelo entre ambos colectivos.

La primera pelea relevante en Las Raíces se produjo en la noche del pasado martes. Dos vigilantes sufrieron lesiones de consideración y la Policía Nacional arrestó a un total de cuatro migrantes de origen magrebí. Tras el altercado hubo tres detenciones y la última se llevó a cabo al día siguiente. El testimonio de un testigo permitió saber a los agentes cómo se inició dicha reyerta. Un varón marroquí se saltó la cola para recibir la comida y cogió la bandeja con los alimentos. Segundos después, empezó a hablar en árabe en voz alta y golpeó la bandeja contra la mesa. En un evidente estado de alteración y agresividad, se dirigió al personal que organiza el servicio, empujó a una trabajadora y tiró la comida hacia los allí presentes. Y, de esa manera, comenzó la riña tumultuaria entre decenas de migrantes, todos ellos de origen magrebí. Respecto al citado joven, según las fuentes, ha intentado provocar otros altercados y presuntamente consume estupefacientes. Al ser apresado, en el vuelto del pantalón, los policías nacionales le hallaron una cuchilla de acero inoxidable, que se le intervino, ya que puede ser un arma peligrosa en cualquier situación.

Pero, de momento, estos episodios son casos aislados, explican desde Accem. Ayer, un magrebí se quejaba de que tenía problemas de visión, mientras otro relataba que sufre dolor escrotal (lo acredita con un parte médico) y requiere de tres medicamentos distintos para poder dormir, aunque critica que no se los dan. Un tercero muestra una lesión en su brazo izquierdo y un cuarto enseña una pequeña herida entre dos dedos de un pie. Para comunicarse usan el traductor de árabe-español en sus móviles. Así, uno dice que “esto es una cárcel, no un campamento”. Mientras hablan, varios trabajadores de Accem salen del recinto cerrado y recogen las quejas de dichos usuarios. Otra empleada les anima a entrar, puesto que van a repartir pantalones. Uno de sus portavoces, Abdoulali, insiste: “no somos peligrosos, solo queremos buscarnos la vida”.

En la tarde del domingo, apenas una hora antes de que empezara a anochecer, varios se desplazan a una tienda para comprar pan y sardinas. En dicho establecimiento lograron su objetivo. Pero en la zona existe otro negocio donde, presuntamente, no se permite el acceso a magrebíes ni subsaharianos, como explica una vecina.

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Protestas de los migrantes de Las Raíces Andrés Gutiérrez

A ambos márgenes del camino El Rodeo Alto existe un asentamiento rural. Los residentes y propietarios de fincas nunca habían visto tantas personas caminando por la pista que enlaza la subida a La Esperanza con El Ortigal. Hasta ahora, ningún ciudadano consultado se queja de los acogidos en el campamento. Pero casi todos hablan de que tienen incertidumbre ante lo que pueda pasar. El trasiego se ha multiplicado de forma exponencial, no solo por los migrantes que caminan, sino por el paso de coches (trabajadores del centro, de empresas de servicios o policías). Una mujer explica que la percepción de inseguridad se aprecia solo por el incremento de gente, pues “no son ni delincuentes ni ladrones”. Tiene la sensación de que el recinto estará abierto más tiempo del que dicen las autoridades. Va a colocar una señal de propiedad privada en su finca, porque por la misma pasan tanto migrantes como canarios que no respetan sus huertas.

“Con mi pareja o mi padre”

Otra joven aclara: “mientras se porten como lo están haciendo, no hay ningún problema”. Pero sí ha cambiado alguno de sus hábitos. “Como mujer, ya no salgo sola a la calle, solo con mi pareja o mi padre, ni a tirar la basura”, explica. Es consciente de las carencias que tienen en el campamento. Un ciudadano italiano, que lleva poco tiempo en la zona, relata que los migrantes “son tranquilos y respetuosos; también un poco tímidos, tienes que saludarlos tú primero para que ellos respondan”. Comprende la sorpresa de los vecinos de toda la vida por el aumento del trasiego de gente. Otro trabajador de un negocio próximo dice que la llegada de estas personas sí puede afectar a la seguridad y la actividad económica de empresas de la zona. Muestra preocupación ante “algunas miradas” de los acogidos en el campamento. En cambio, otro joven residente en el Rodeo Alto no ha notado que “haya cambiado nada de mi vida personal” en los últimos diez días. En cambio, sí detecta mayor presencia de la Policía Nacional y la Policía Local, pues de no pasar nunca, ahora ve a 5 o 7 radiopatrullas cada día. Confirma que ni siente incomodidad ni inseguridad. Según otra vecina, “uno está con miedo, por los comentarios de la gente, cuando salen, las miradas...”. Tampoco ha tenido experiencias negativas con ninguno de los migrantes. “Mientras no me hagan nada, no hay problema”, matiza. Pero también ha cambiado un poco su vida. Antes, todos los días iba a caminar con su hija y pasaba por delante del antiguo acuartelamiento hacia El Ortigal, pero ahora no recorre esa pista.

“Migrar no es delito”

Una joven de la Asamblea de Apoyo a los Migrantes de Tenerife manifiesta que “estas personas también tienen que tener derechos”. A su juicio, hasta ahora, “se ha actuado de forma racista” y destaca que “migrar no es delito”.

Un magrebí lamenta que, en algún caso, un abogado puede tener el pasaporte original durante mucho tiempo y, así, ellos no pueden hacer gestiones, como recoger el dinero que envían sus familiares. En otros casos, los letrados “nos dicen que tenemos que esperar, pero no dan una respuesta efectiva”. Y la desesperación por ganar dinero fuera de Canarias sigue.