La patera que llegó en la noche del pasado viernes a Arguineguín ha mostrado, una vez más, la cara más dura de la inmigración. Son miles las historias que acompañan a los migrantes que han llegado a las Islas- unos 24.000 desde el año pasado hasta ahora- pero, en este caso, la realidad es aterradora. Awa D., de 9 años, vio como tiraban a su hermano mellizo por la borda tras morir en la travesía. La madre de ambos, que también iba en la patera, permanece en estado de shock. La niña y otras dos menores que llegaron en la embarcación fueron trasladadas esa noche al campamento de Barranco Seco - de mayores- y, allí , los pediatras que las asistieron decidieron, de inmediato, derivarlas al Hospital Materno Infantil, en Gran Canaria, aunque solo una de las pequeñas presentaba síntomas que requerían cuidados sanitarios. “Barranco Seco no es un lugar adecuado para nadie, y menos para un niño”, puntualizó un pediatra que las atendió.

La Dirección General de Protección del Menor del Gobierno de Canarias ya ha dado instrucciones para que estén en espacios bajo su tutela en cuanto reciban el alta hospitalaria. Ayer continuaban hospitalizadas. Las dos niñas que viajaban solas irán directamente a los recursos del Gobierno canario, que se hará cargo de su custodia. Sobre Awa, están pendientes de la salud de su madre para determinar qué hacen, pues se encuentra bajo supervisión pisquiátrica tras la pérdida de su hijo.

Las condiciones en las que llegaron las 34 personas de esta patera han sido muy dramáticas. Junto a las tres menores que están en el Materno Infantil se hallan hospitalizados una gestante en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) y tres adultos jóvenes en observación, indican desde el Servicio Canario de Salud.

Las primeras personas que atendieron a Awa pensaron que tenía unos doce años, pero solo ha cumplido nueve. El sueño de sus padres de ofrecerles a ella y a su hermano mellizo Alhassane un futuro mejor que la vida que les aguardaba en Guinea se quebró en la patera a la deriva entre la costa del Sahara y Canarias. La noticia de que había llegado una embarcación al muelle de Arguineguín (Gran Canaria), en la que faltaba uno de los cuatro menores que partieron en ella desde Dajla, rápidamente se extendió entre las comunidades de inmigrantes subsaharianos asentadas en Marruecos, donde vive parte de la familia de Awa.

Los mellizos Awa y Alhassane se embarcaron con su madre y 33 personas más en esa patera de unos seis metros de eslora el martes 12 de enero de madrugada, en algún lugar de la costa de Dajla, uno de los puntos calientes en el mapa de los sitios de salida más frecuentes de los africanos que emigran hacia Europa. Es una patera inusual porque la mayoría son mujeres y niños: veinte mujeres, cuatro menores y once varones compartieron durante cuatro días el escaso espacio de la patera. Procedían de Guinea Conakri y Costa de Marfil, salvo dos hombres de tez oscura, pero de aspecto asiático. El grupo estaba en búsqueda desde las 8.00 horas del miércoles, cuando varios familiares contactaron con la ONG Caminando Fronteras y esta transmitió el aviso a la Guardia Civil y a Salvamento Marítimo, que movilizó al Sasemar 101, el avión que les acabaría encontrando dos días después a la deriva, en océano abierto, a unos 164 kilómetros al suroeste del puerto de Arguineguín y casi la misma distancia al oeste del cabo Bojador (Sahara). Cuidó de ellos el UAL Texas, un carguero holandés que, por sus dimensiones (127 metros de eslora), no pudo hacer más que permanecer a su lado hasta que apareciera Salvamento Marítimo, darles agua y vigilar que no volcaran. A las 14.35 horas del viernes, los 34 ocupantes de la patera estaban en la cubierta de la Guardamar Talía. Llegaban en “muy, muy mal estado”, dijeron los rescatadores. En Arguineguín se vieron las dimensiones del drama: la mayoría de los inmigrantes necesitó que los bajaran al muelle casi en volandas entre los voluntarios de Cruz Roja y los marineros de la Talía, varios salieron directamente en camilla y una mujer precisó que la sedaran, porque presentaba una grave crisis de ansiedad. Le acompañaba Awa, su hija; fue ella la que contó a la Cruz Roja lo ocurrido. El niño fallecido era su hermano, Alhassane. A la mañana siguiente, las familias de tres menores telefonearon a la activista Helena Maleno, de Caminando Fronteras, angustiadas por saber si el que había fallecido era uno de los suyos, porque nadie de los rescatados había podido llamar todavía a casa y la ONG había publicado la noticia en sus redes sociales, pero sin revelar si el fallecido era niño o niña. En realidad, solo iba un niño a bordo. Una de las familias preguntó por dos hermanos, niño y niña, que viajaban acompañados por la madre. Dio dos nombres que coinciden con los que tienen los servicios de emergencia y la Dirección General de Protección del Menor, y facilitó los pocos detalles que se conocen por ahora de su historia: Awa y Alhassane eran mellizos, su padre está en Bélgica y ellos llevaban ya tiempo en Marruecos con algunos parientes y con su madre, que quizás creyó una patera le ofrecía la oportunidad de reunir a la familia. Este viernes, la madre lloraba y gritaba desesperada en el muelle, apenas podía hablar. En estos momentos está ingresada bajo supervisión psiquiátrica.