Arde la calle al sol del poniente y mucho más arderá en un otoño que cualquier ciego puede profetizar como hojarasca encendida, cenizas de pobreza, neblinas de hambre y furia. Pero dentro del Parlamento la temperatura es perfecta. No como en los pretéritos tiempos de Antonio Castro Cordobez como presidente de la Cámara, quien ponía el aire acondicionado a toda mecha y sus señorías se arrebujaban en abrigos y bufandas y los ujieres temblaban de frío. La temperatura parlamentaria es suavemente cálida, intrauterinamente reconfortante: es una escuela de calor. Una matriz amorosa que protege contra las inclemencias de la realidad. Allá fuera, a pocos metros, hay ciudadanos que a mediados de mes ya no tienen un euro para comprar comida. La doctrina oficial es que no se han quedado atrás. Quizá no, pero sus señorías no saben cómo corren para conseguirlo. Con la lengua fuera y las esperanzas colgando como vísceras.

Como hay gente para todo, en las puertas del parcan estaba un reducido grupo -unas veinte personas- protestando contra el maltrato a los perros, y más específicamente, a los podencos. Los chihuahuas, al parecer, deberán esperar otro día. Agitaban pequeñas pancartas con fotos de perros muertos, moribundos o malheridos. Ningún diputado prestó demasiada atención, excepto la melodiosa Melodie Mendoza -casimirista de estricta observancia- que llegó tarde al pleno y fue abordada por una manifestante y observó compasivamente la foto de un podenco agonizante.

-Pero qué triste -suspiró-. Hay que seguir protestando por esto. Ánimo.

Y empujando su maletita entró en la burbuja atmosférica del Parlamento.

Dentro ya había empezado el turno de preguntas al presidente Ángel Víctor Torres. A la oposición le ha parecido muy graciosa esa entrevista del programa Buenas Tardes Canarias en la que le dijeron al presidente que, en vez de susurrar a los caballos como Robert Redford, susurrara a Canarias para trasmitirle serenidad y confianza en sí misma. Les ha gustado tanto que repiten lo de Torres el susurrador cada vez que pueden. La incapacidad de la oposición para elaborar un chiste, un miserable chiste propio sobre el presidente es bastante patética, pero es que nadie les ha explicado que, salvo señaladas excepciones, como oradores son tan tristes y mortecinos que no serían admitidos en ninguna oficina de pompas fúnebres. Ayer fue de nuevo Pablo Rodríguez, portavoz coalicionero, quien repitió: "señor Torres, no vale con susurrar€" Juraría que se pudo escuchar en el salón de plenos el estallido de un par de aneurismas. Rodríguez se refería a la autorización para el uso de superávits y remanentes de ayuntamientos y cabildos y el artero plan del Ministerio de Hacienda para quedarse con buena parte de las perras acumuladas y estabular el gasto local de las restantes.

El presidente se irritó bastante. En realidad estuvo bastante irritado durante toda la mañana. Pero, estos de la oposición, sinceramente, ¿cuándo van a dejar de oponerse, de hacer preguntas, de criticar lo que hago o lo que no hago? A favor de Torres hay que reconocer que ser bueno es muy cansado. Incluso agotador. A Torres, incluso, le está saliendo una pequeña chepa de ángel hastiado. Así que le espetó a Rodríguez que debería felicitar al Gobierno por conseguir la autorización para usar su superávit, algo que no se había permitido a ningún Gobierno anterior (sic). Se saltó la modesta existencia de una pandemia universal. Pero, sinceramente, comenzaron a menudear declaraciones confusamente delirantes, como si el calor, finalmente, hubiera conseguido entrar en el Parlamentos y comenzara a enturbiar las entendederas. Como cuando, por ejemplo, Manuel Marrero declaró que el Plan de Reconstrucción Económica propuesto por la Comisión Europea era un triunfo "sobre las derechas", como si la señora Merkel, por ejemplo, acaudillase a la banda Baader-Meinhof, o minutos más tarde, cuando María Australia Navarro, portavoz y lideresa en funciones del Partido Popular afirmó que Pedro Sánchez no le coge el teléfono, no le coge el teléfono, no le coge el teléfono a Ángel Víctor Torres en los últimos sesenta días, ni uno más ni uno menos, para no convocar la Comisión Canarias-Estado. Torres, ya ligeramente asqueado, le replicó: "A usted Canarias no le importa nada". Navarro lo observaba como si le hubieran volcado un tarro de arañas en la cara. Después llegó la ritual pregunta-masaje podológico de doña Nira Fierro y el presidente se calmó ligeramente.

Esta suerte de fiebre entontecedora afectó a todo el mundo durante la mañana. El consejero de Sanidad, Blas Trujillo -cada vez más volumétrico- se suele sentar en el escaño del presidente del Gobierno; cuando Torres está ausente, desde luego. Es una curiosa costumbre, pero más curioso aun que responda a las razonables críticas de CC y PP con un argumento tan prodigioso como que "nuestra situación no es grave ni gravísima". La serenidad de Trujillo es tan sólida que creo que hasta que un conciudadano no le arranque el muslo de un mordisco no empezará a meditar sobre si se está produciendo algún desajuste. Román Rodríguez, en su doble condición de consejero de Hacienda y Asuntos Europeos, desarrolló varios monólogos, en ocasiones interesantes, desde el convencimiento íntimo de que él y solo él está en condiciones de ejercer como Gobierno, como oposición y como mediopensionista. Lucas Bravo de Laguna -el semiinvisible diputado del grupo nacionalista- aprovechó la ocasión y se puso de pie para felicitar a su padre por su cumpleaños. Fue muy tierno.

En realidad el indicio más claro de la hiperestesia del Ejecutivo llegó por la tarde, donde entre las filas de los grupos parlamentarios que sustentan al Gobierno cundió el asombro, cuando no la indignación, ante la acusación del PP -suscrita mucho más tímidamente por CC- que calificaba como tardío y discutible el protocolo presentado por la Consejería de Educación para regular sanitariamente el curso académico que empieza en apenas 40 días. La diputado conservadora Lorena Hernández estuvo muy afortunada -como suele- señalando las tardanzas, contradicciones, insuficiencias y críticas del protocolo presentado por la consejera Manuela Armas, que observaba a Hernández como un tótem airado. Lorena Hernández fue rápidamente asaeteada por la mayoría gobernante, con ocurrencias tan delirantes como afirmar que la crítica al protocolo presentado por Armas "es un intento de desacreditar a las instituciones públicas". La cosa era tan demencial que Manuel Marrero, abad de Podemos, llegó a citar a Catón el Viejo para frenar la pleamar derechosa en la Cámara. Que Catón el Viejo tenga algo que decir sobre el coronavirus es algo tal vez cuestionable. "Lo importante es que tenemos un protocolo", se felicitaba Melodie Mendoza como ante un podenco resucitado. A la supuesta izquierda en el poder las críticas a la propuesta de la consejera Armas de las asociaciones de padres y madres, de los sindicatos del sector o de los equipos directivos de los centros son completamente irrelevantes. Lo fundamental es no acalorarse y que el Gobierno salga incólume. Aire acondicionado sí. Pero ni una lección en la escuela de calor. Para el apocalipsis siempre hay tiempo.