Cuando los plenos son flojos -no están previstas intervenciones estelares, no se producirán votaciones dramáticas ni se presentarán proyectos legislativos relevantes, no se atisba en la lontananza una crisis política- sus señorías encogen las piernas, se tapan con la peluda mantita de la autosatisfacción y dormitan un poco con la boca abierta. Incluso dormitan hablando. En el pleno que comenzó ayer destacaban las ausencias del presidente Ángel Víctor Torres -está de boda-, de la consejera de Derechos Sociales Noemí Santana -está de baja maternal- y de la portavoz y lideresa del Partido Popular, María Australia Navarro. Resistían en sus puestos mal que bien Román Rodríguez, con mucha respuesta parlamentaria hoy, José Miguel Barragán, pequeño Buda que ha perdido la sonrisa y que nunca más podrá comer un plato decente de Familia Feliz, y Casimiro Curbelo, por supuesto. Curbelo parecía tomar notas de las presencias y las ausencias entrecerrando los ojos, moái labrado sobre el escaño con un ojo en la eternidad y otro en los presupuestos.

Sin prestar atención

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