Dos maneras de enfrentarse a los recuerdos. Tan distintas, a pesar de que estos hombres salvaron sus vidas "de milagro, en cuestión de segundos", en uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de La Gomera. Y lo hicieron unidos. Jesús Sito Simancas, histórico comunicador y director de la emisora Onda Tagoror, cuenta con naturalidad su experiencia. A Vidal Tomé Plasencia le cuesta mucho más hablar, no por falta de cortesía, sino porque cada vez que rememora aquello le cuesta tener calma para descansar y dormir. Ambos eran radioaficionados y facilitaban las comunicaciones entre las autoridades, organismos públicos y las cuadrillas que luchaban contra el fuego. Aún faltaba más de una década para que la telefonía móvil se extendiera y varios años más para que la intervención en emergencias se unificara en el 1-1-2.

Sito recuerda que la comitiva oficial y los comunicadores "estábamos en un mirador en la zona de Las Lajas, pero el gobernador", el portuense Francisco Afonso Carrillo, pidió ir hasta el Roque de Agando, "donde ocurrió la tragedia". Indica que "aquello fue dantesco, no se puede explicar". Tomé dice que "nos salvamos en segundos, si está uno aquí es de casualidad".

Para Simancas, la expansión del fuego ocurrió "como si hubiese habido una explosión". "Estábamos en el centro de la carretera" y, de repente, "pude ver al sargento de la Guardia Civil y a otras personas que corrían", señala. Y se percató de que "el delegado del Gobierno en La Gomera estaba en una cuneta y se tiraba tierra en su espalda".

Rápidamente, el jefe del Icona (Instituto de Conservación de la Naturaleza) León Sosa se subió en su todoterreno y arrancó. "Yo, como Dios me dio a entender, me enganché en la parte trasera para salir de allí", evoca Sito. Pero era consciente del riesgo de su acción. Vio pasar a su amigo, el taxista Vidal Tomé, y se bajó del todoterreno. Ambos se hicieron señales. Vidal abrió la puerta del Peugeot 604 Turbo y Sito se subió. Así huyeron del infierno.

Aunque llevaban los cristales cerrados, estos hicieron lo que denominan "efecto lupa" y el fuego también les causó heridas. Vidal sufrió quemaduras en su brazo izquierdo, en el hombro y el rostro. Como iba al volante, tuvo que soportar el dolor. Jesús registró lesiones en el brazo derecho, pero Vidal recuerda que su compañero se colocó junto a la palanca de cambios para evitar la incidencia de las llamas. Vidal asegura que, antes de las llamaradas mortales, tenía su coche aparcado tras el Mercedes del gobernador civil. Cuando el chófer de Francisco Afonso daba la vuelta para dirigirse a la zona no quemada (hacia el Monte), él decidió esquivarlo y dirigirse hacia San Sebastián. Para Simancas y su amigo, ahí estuvo la clave. Simancas dice que "alguien gritó al conductor del gobernador: ¡Brito, para lo quemado, para lo quemado!". Pero, por circunstancias que se desconocen, este se dirigió hacia la cumbre. Vidal opina que también habrían sobrevivido si se hubiesen quedado en los coches. Tres décadas y media después, Vidal Tomé afirma que "nos salvamos porque yo conocía la carretera de memoria", puesto que "no se veía nada". Como taxista, había pasado por ese tramo de día y de noche, con lluvia, con niebla y en todas las condiciones posibles. Y dos camiones del Icona "siguieron el bulto de mi coche", relata Vidal. Algunas personas se tiraron desde la carretera hacia la ladera de pinos. En el terrible hecho, Simancas y Tomé perdieron a su compañero radioaficionado Nelo, de Vallehermoso.

Al descender hacia San Sebastián, encontraron imágenes sorprendentes, como una pala mecánica en llamas que se desplazaba sola y acabó contra un talud. El taxista y Sito recogieron al presidente del Cabildo gomero de la época, Antonio Plasencia Trujillo, con quemaduras en la cara y a un trabajador del Ayuntamiento de San Sebastián para llevarlos al hospital. Previamente, Vidal avisó a su mujer, también radioaficionada, para que alertara a los responsables del centro sanitario de lo que ocurría.

Al mirar por el espejo retrovisor, Tomé veía que a Plasencia se le despegaba la piel de la cara. El propio taxista apunta que a él mismo tuvieron que retirarle "cinco láminas de piel para recuperar la carne viva". Por efecto del calor, los neumáticos del Peugeot se deformaron y, si iba a más de 40, el coche empezaba a vibrar.

Una verdadera conmoción

Hace 35 años La Gomera fue escenario de una de las peores tragedias en un incendio forestal que se recuerdan en el Archipiélago. Veinte personas murieron quemadas en la zona del Roque de Agando o en días posteriores, tras quedar atrapadas por el fuego después de un cambio de la dirección del viento y de que se desarrollase un nuevo foco imprevisto. La sociedad sufrió una conmoción.

Las informaciones de la época reflejan una forma de afrontar las emergencias muy diferente a la actual. Junto a algunos trabajadores de Icona, policías y militares, abundaban los vecinos y voluntarios que apagaban el fuego, así como aquellos que quisieron ayudar, sobre todo tras conocerse la magnitud del hecho. El fuego se inició en las últimas casas del caserío de La Laja, (la Dehesa del Manco), en San Sebastián de La Gomera, a las diez y media de la noche del 10 de septiembre. En un primer momento, los esfuerzos se centraron en proteger las viviendas del citado enclave. Pero, con el impulso del fuerte viento, las llamas se extendieron de forma rápida hacia Las Nieves y La Degollada de Peraza. De madrugada, el fuego llegó a la cumbre y cruzó al otro lado de la carretera de Las Nieves. A primeras horas de la mañana, se llevó a cabo una línea de defensa para impedir que afectara al resto del monte o espacios concretos como La Zarcita, Bailadero o El Cedro. Pasado el mediodía del 11 de septiembre, el gobernador civil, acompañado por su secretario personal, Bartolomé Lito Alonso, y su chófer, José Brito Villalba, llegaron al Roque de Agando para tener una visión panorámica y dirigir la extinción. Desde Bailadero se apreció que hubo un cambio en la dirección del viento y que las llamas se elevaron desde el fondo del barranco, dirigiéndose hacia Ojila y el Roque de Agando. Se ordenó la retirada de recursos, que salieron hacia La Laja, Bailadero y La Degollada de Peraza. En la base del Roque de Ojila comenzó otro fuego con gran fuerza, que avanzó en una dirección imprevista. Hubo otra alerta para que se retirara todo el personal. Junto a la vía quedó un Seat Panda en el que cinco jóvenes tinerfeños fueron a La Gomera para hacer una acampada en El Cedro. Estos subieron al lugar de la tragedia para hacer fotos del fuego. En la trampa quedaron Alfonso Ruiz Benítez de Lugo Zárate, Ramón Hernández Francés y Díaz Llanos, Fernando Feria González y José Ramón Ascanio Escobedo.

El silencio y la 'herida abierta' todavía entre centenares de ciudadanos gomeros

La mayoría de los fallecidos vivía en San Sebastián de La Gomera y acudió a apagar el fuego. El impacto en La Gomera ha sido demoledor. Todavía existe "silencio" para evitar recordar esa herida abierta a centenares de vecinos. Las primeras noticias del suceso llegaron a Tenerife por la radio. Pero la confusión era absoluta. Según se informó al día siguiente, la esposa de Afonso entró en una tienda para comprar dos camisas a su marido y escuchó en una emisora que el gobernador civil había muerto en un incendio. Ella sufrió un desmayo y fue llevada al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. Un hijo del matrimonio, Aarón Afonso, es hoy director de Coordinación y Apoyo al presidente del Cabildo de Tenerife. "Paco" Afonso tenía 36 años y fue alcalde portuense por el PSOE tras dos elecciones. Hacía 44 días que ejercía como autoridad del Gobierno del Estado en las islas occidentales. Estaba considerado un valor en alza de su partido. Esa tarde del 11 de septiembre varios concejales del Puerto de la Cruz esperaban un desmentido de la noticia y numerosos vecinos se concentraron alrededor del Consistorio para "estar al tanto de los trágicos sucesos", según publicó EL DÍA. La noticia era cierta. En las primeras horas hubo confusión sobre la cifra de muertos. La desesperación fue considerable entre vecinos de La Gomera y otros lugares que tenían a familiares en el operativo. Desde entonces comenzó una movilización de autoridades para reforzar la presencia de recursos contra el fuego. Hasta Los Cristianos acudió el entonces presidente canario, Jerónimo Saavedra, para esperar el ferry Benchijigua. Se mostró destrozado y lloró amargamente por la pérdida de vidas, de forma especial por su compañero socialista. Desde Tenerife se movilizó al Ejército, con una compañía de zapadores. Una empresa láctea ofreció mil litros de leche y hoteles de Las Américas y Los Cristianos aportaron comida para los voluntarios. Se movilizaron 10 ambulancias de Cruz Roja de Granadilla, San Miguel, Los Cristianos y Guía de Isora. Ayuda en Emergencias Anaga (AEA) desplazó a diez personas y diversos equipos de transmisiones.

Pésame del Rey y el Gobierno español

Entre los gomeros se extendió el comentario de que en el hospital de San Sebastián faltaba suero para atender a los heridos. El delegado del Gobierno, Eligio Hernández, estaba en El Hierro, viajó a Los Rodeos y después se dirigió a La Gomera para dirigir la extinción. Al sobrevolar la zona afectada apreció que había tres frentes: desde Las Carboneras a Hermigua; desde Juan Tomé a la cumbre, y desde el Cruce de Los Pajaritos a Playa de Santiago. El 12 de septiembre, en EL DÍA se publicaron 15 páginas de esquelas, 14 de ellas en recuerdo del gobernador civil y otras víctimas. En los funerales en Tenerife estuvieron el vicepresidente del Gobierno español, Alfonso Guerra, y los ministros de Interior y Administración Territorial, José Barrionuevo y Tomás de la Quadra. El Rey Juan Carlos envió un telegrama de pésame al ministro del Interior por la muerte de cargos y personal de su departamento, del sargento jefe de la Guardia Civil de Playa de Santiago, y por el resto de las víctimas. La publicación de la foto del cadáver de Afonso generó una importante polémica entre El Día y el entonces Gobierno de Canarias por su crudeza. Pocos días después, el incendio fue extinguido, tras quemar unas 900 hectáreas. Pero aquella vez eso fue secundario.