Durante sus 26 años de gobierno (y ya como AIC), siempre se ha dicho de CC que, por su centralidad en la política canaria, por su capacidad negociadora o por haber nacido y crecido en el poder, ocupaba su silla calentita del Gobierno regional (y en otras instituciones) mientras otros (PP y PSOE) daban vueltas alrededor de la que quedaba libre y fría para ejercer de socio. Ayer, el salón principal de Presidencia fue testigo de otro juego de sillas mucho más personal, desgarrado (casi perverso) y lapidario, que resume a las claras la distancia sideral entre Fernando Clavijo y Paulino Rivero, los dos últimos presidentes de ese largo periodo nacionalista.

Antes de que Ángel Víctor Torres repasara su idílica (en lo social) hoja de ruta para estos 4 años (salvo censuras implacables, avisadas o no, como la de 1993), el presidente saliente, sentado junto al otrora mago de El Sauzal (por su don de jugador de cartas en tantos pactos imposibles en el pasado), hizo un giro de cuerpo para la historia. Mirando hacia el infinito en la ya abarrotada sala, a veces a su móvil o a personas en concreto, Clavijo dio la espalda durante minutos que parecieron horas a su adversario en las primarias (sin afiliados) de septiembre de 2014, cuando se recrudecieron unas heridas que ahora parecen más abiertas y sangrantes que nunca, con Rivero culpándole de la pérdida de poder de CC junto a Ana Oramas y Carlos Alonso. Al poco, Rivero le devolvió el gesto girándose en sentido contrario para mayor satisfacción de los periodistas, aunque la situación ya llevaba tiempo siendo la comidilla entre la mayoría de invitados, al menos entre los más avispados o avisados.

La escena deja imágenes para los anales, pero es que, encima, se complementaba con el tremendo contraste que protagonizaban justo al lado los otros expresidentes que asistieron al, quizás, día más importante en la trayectoria política de Torres. Jerónimo Saavedra y Román Rodríguez demostraban un profundo "buen rollito", ese tan en boga en la legislatura ya extinta, con diálogo continuo, claras confidencias, frases al oído, sonrisas y mucha complicidad.

Los expresidentes se situaban a la izquierda y en posición oblicua al resto, según se mirara hacia el pequeño escenario de la toma de posesión. El giro de cuerpo de Clavijo le permitía mirar de frente y de cerca a José Miguel Barragán, que parecía casi el notario de la defunción (al menos momentánea) del "reino nacionalista", agrietado hasta las trancas en esa imagen impactante.

Las caras lo decían todo detrás

En segunda fila, la situación no pasaba inadvertida, más bien todo lo contrario, para Rosa Dávila (CC), Esther González (NC) y Jorge González (PSOE), miembros de la nueva mesa parlamentaria que sabían que aquel juego de sillas y posiciones no era muy normal. Es más, Luz Reverón (PP) no pudo reprimir incluso la sonrisa, entre sorprendida e irónica, al percatarse, en cierto momento, de que aquella escena continuaba y continuaba, como se puede apreciar en una de las imágenes que acompaña a estas líneas.

Con su contraataque en forma de giro a la izquierda (y es literal, aunque muchos lo extenderían a lo ideológico sin equivocarse demasiado), Paulino abrió ayer más, si cabe, las distancias con Clavijo, aunque durante la larga escena apenas pudo disimular o amortiguar el impacto intercambiando pareceres con Román, que seguía de muy buen rollo con un entusiasta Jerónimo, que parecía casi como en la boda de un hijo.

Al acabar el discurso de Torres y, por ende, consumarse su presidencia, Clavijo fue el expresidentes que dejó de aplaudir antes, seguido de Paulino, lo que ya había ocurrido con la lectura del Real Decreto. Tras el himno de Canarias (al que habrá que cambiar lo de 7 por 8 Islas y que solo cantó Saavedra entre los políticos más célebres), Rivero abrazó a Torres y Clavijo no hizo cola (por lo menos al final) entre los muchos/as que querían saludar al que ya ocupa, en teoría, la silla caliente (o, quizás, también electrificada).

Antes, el edificio de Presidencia y sus alrededores vivieron uno de esos días grandes. Los múltiples periodistas trataban de cazar declaraciones sobre el nuevo Gobierno, la confirmación de consejeros o algo impactante del ministro Ábalos, pero no aportó nada nuevo. Los invitados iban entrando y se dirigían al ascensor entre efusivos saludos, aunque hubo uno de gran relevancia que optó por las escaleras y pasó bastante inadvertido: de apellido Clavijo, deja la Presidencia tras 4 intensos años y una enemistad manifiesta con Rivero, tal y como quedó más que claro luego.

Valbuena, Margarita Ramos, María Teresa Cruz Oval, Carolina Darias, Gustavo Santana y otros potenciales consejeros, viceconsejeros o directores generales se hacían un poco los locos sobre sus opciones, mientras Torres decía que había mucha especulación infundada, que el Gobierno lo tenía en la cabeza, que nunca ha habido bloqueo dentro del PSOE sobre sus nombres, sino ternas amplias, y que todo se confirmará hoy, tomando posesión mañana.

Le saludó, abrazó y fotografió tanta gente que el presidente se mostraba algo desconcertado y desbordado al final. De hecho, aún sudaba, aunque su cara de felicidad era radicalmente contrapuesta a la escena histórica de la silla y la alta tensión previa. Difícil será demostrar si alguien le preguntó sobre qué hay de lo suyo, si cabe alguien en cierto puesto o si no debe olvidarse de la empresa o el subsector X... Lo innegable es que, ayer y como hace días en el Parlamento o semanas junto al Reloj de Flores, Canarias vivió momentos históricos que se supone deben reflejar los libros de texto futuros.

Desde un ministro a Francisco Linares, el "último mohicano" de CC

Sin la alfombra roja hollywoodiense (no porque el pacto no invite a ese color), pero con el presidente del Parlamento, Gustavo Matos, recibiendo a los invitados a la entrada de Presidencia, el acto contó con un ministro (Ábalos) de testigo. También acudió el que ya no puede evitar ser (según definición propia) el "último mohicano" de CC en este mandato (a falta, claro, de posibles censuras). Francisco Linares, alcalde de La Orotava y secretario tinerfeño de CC, llegó junto a su jefe de protocolo con el dudoso honor (no por la Villa, sino por simple comparación histórica) de que este es el mayor municipio que gestiona ahora su partido en solitario en Canarias. Hubo, por supuesto, un sinfín de políticos, empresarios, militares, periodistas y, como recalcó Torres, representantes de eso que se llama sociedad civil y que sí, existe. Ecologistas, miembros de plataformas de Educación, Sanidad, Memoria Histórica y otros ámbitos también acudieron al nacimiento de esta Presidencia con la que Torres quiere que "Canarias sea cada día un poco mejor que el anterior", lo que no es poco. José Carlos Francisco (CEOE) saludó en primera fila (curiosamente a la derecha) a la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana (Podemos), aunque fue mucho más efusivo (interpretaciones ideológicas aparte) con Curbelo. Las quinielas sobre nuevos consejeros no pararon y la cola para abrazarse o fotografiarse con Torres duró largos minutos, aunque otra de las imágenes impactantes la protagonizaron el nuevo presidente y Saavedra poco antes de irse, casi como en un fin de boda. Torres le regaló una imagen de los dos en la investidura y el exministro le pidió que se la dedicase. Antes, Fidela Velázquez, alcaldesa de San Juan de la Rambla, le confesó que una de las mayores lecciones de su vida política la aprendió de Saavedra por cómo encajó la censura de 1993. A saber si hay otra de aquí a 2023 y el "último mohicano" deja de serlo...