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Sector primario | El debate sobre las grandes explotaciones ganaderas

La ganadería tinerfeña minimiza el impacto ambiental al carecer de macrogranjas

El sector se sustenta en pequeñas explotaciones, reducidas en un 30% en los últimos siete años

Vacas estabuladas en la explotación del ganadero Heraclio del Castillo, en Fasnia. María Pisaca

La Isla de Tenerife no tiene macrogranjas y apenas cuenta con instalaciones de ganadería intensiva, tal y como se entiende este concepto. Estas características estructurales del subsector primario contribuyen a que el impacto medioambiental de las explotaciones sea muy bajo. El campo isleño no se da por aludido en las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, al periódico inglés The Guardian sobre los grandes centros ganaderos de explotación del país: «Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, 5.000 o 10.000 animales. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esa carne de mala calidad de esos animales maltratados». Tampoco existe maltrato animal constatado. Y lo que ocurre en la Isla es que más bien las granjas comienzan a escasear, inmersas en una profunda crisis. Lo demuestra la reducción del 30,6% de las explotaciones en apenas siete años, desde 2014, o el descenso a la mitad (51%) con referencia en el 2000. Un panorama complicado.

La coincidencia entre los expertos es que el sector atraviesa una difícil situación desde mucho antes de la actual crisis sanitaria. Múltiples factores han propiciado que en la última década hayan ido desapareciendo las explotaciones ganaderas. Las consecuencias de la pandemia y la subida de los insumos y del transporte han acrecentado los problemas. La alta dependencia de la importación de piensos y forrajes hace que afecte cualquier subida de sus precios, ya que la partida de la alimentación animal supone más del 60% del coste de producción. Tenerife mantiene unos niveles muy bajos de autoabastecimiento, la llamada soberanía alimentaria, de en torno a un 20%, apunta la Asociación de Agricultores y Ganaderos (Asaga).

La bajada en el número de explotaciones agrarias desde 2000 en la Isla. Hoy suman 627, sin las gallinas, y 745 con ellas. Respecto a 2014 han bajado un 30,4%. De 1.071 a esas 745.

Mayoría de explotaciones.

En Tenerife se concentran el 35,5% (1.435) de las explotaciones agrarias de Canarias, según el Instituto Canario de Estadística (Istac), con datos de 2020. Destacan las de caprino (224 y 31.796 cabezas, el 30,06%), seguidas de las de bovino (188 y 4.000), ovino (106 y 5.519) y porcino (84 y 21.748). En cabezas transformadas en Unidades de Ganado Mayor (UGM) equivalentes, lo que representa la carga ganadera, dominan las gallinas, seguidas del porcino, el caprino y el bovino. De la relación entre el número de cabezas y el de explotaciones se extrae que el tamaño medio de estas es muy pequeño, de carácter familiar, salvo las gallinas, un subsector intensivo de medio-gran volumen.

La Isla dispone del equivalente a 41.284 vacas adultas de 550 kilos (UGM). En relación al número de habitantes (0,95 millones en 2019) y de turistas recibidos (6,1 millones en 2019) es una carga ganadera muy baja, con valores de 0,005 UGM por persona y año. Hoy se importa alrededor del 82% de la carne y el 50% del queso. De los productos derivados de la ganadería, en Tenerife se produce tan solo el 14% del consumo total.

«La situación es dramática por la subida de precios de los piensos y el transporte»

Ángeles Delgado - Presidenta de Asaga

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Control y seguridad.

Ángeles Delgado, presidenta de Asaga, descarta la existencia de macrogranjas por los planes ganaderos y las escasa dimensión de las explotaciones isleñas. Las únicas excepciones podrían ser las de pollos, pero muy lejos de ese concepto. «No hay espacio ni suelo ganadero», resume. Salvo casos aislados defiende que «no hay maltrato animal o al menos no se han registrado denuncias». Delgado garantiza «los estrictos controles de sanidad, higiene y bienestar animal» desde el Gobierno de Canarias. Valora a los pequeños ganaderos «que miman a sus animales, les llaman por su nombre y procuran su bienestar».

En Canarias y en Tenerife «todo es micro y no macro» subraya. Cuestiona las declaraciones del ministro Garzón, «más aún en el Reino Unido, donde tuvieron el grave problema del síndrome de las vacas locas». Cree que «ha puesto en duda un sector sin saber ni conocer y ha perjudicado a los ganaderos de su propio país». Insiste en que «nuestro producto no está cuestionado». Respecto al sector en la Isla resalta más de un año de «subida de piensos y forrajes que ha llegado al 40%». Un factor negativo como el aumento en las tasas de transporte a raíz del Brexit. «Y al ganadero no se le ha subido ni un céntimo por su producto» sentencia Delgado. Valora las ayudas del Cabildo por la Covid-19, aún por pagar, pero «la situación es dramática», concluye.

El paupérrimo porcentaje del consumo de productos derivados de la ganadería con un origen local. Se importa el 82% de la carne y, aproximadamente, el 50% del queso.

Libre de macrogranjas.

Aunque hay explotaciones de pollos en las que pueden concentrarse hasta 40.000 gallinas, la Consejería de Agricultura garantiza que no existen macrogranjas en Canarias. Entendidas como «espacios con una gran concentración de animales en un área demasiado pequeña, tanto que no ven la luz del sol». Las emisiones de amoniaco, producido por la volitización de los excrementos del ganado, son mínimas.

Sin embargo, Tenerife debe buscar una solución a las casi dos mil toneladas mensuales de residuos tóxicos generados por los restos orgánicos del ganado, básicamente porcino y avícola, los denominados purines, origen de un elevado nivel de contaminación. Cabe recordar la propuesta del equipo de gobierno del Cabildo para ubicar en el Complejo Ambiental de Arico (CAT) una planta de reciclaje con tratamientos de alta temperatura, que la oposición insular considera incineración y ha despertado una gran polémica. Una de las razones fundamentales para ello es que la instalación está colmatada, en buena medida por la llegada a las celdas de vertido (enterramiento) de esos residuos ganaderos.

«Ha aumentado la producción de carne pese a la pandemia; hay cantidad y calidad»

Javier Parrilla - Consejero del sector primario

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Intensiva «a escala».

Javier Parrilla, responsable insular del sector primario, niega que existan macrogranjas aunque reconoce que «la inmensa mayoría de la ganadería en Tenerife es intensiva, siempre con un análisis a escala». Respecto al maltrato animal alude al «estricto control» en este sentido, tanto que «a veces llegan a ser agobiante para el ganadero». Considera que el principal problema es el elevado coste de la alimentación de los animales. Subraya que «para eso aportamos este año 1,3 millones de euros destinados unas 300 explotaciones». Valora que no haya descendido la productividad. En el Matadero Insular se faenaron 189.000 kilos más de carne en 2021 que en 2020 y respecto a 2019 ya habían aumentado en 220.000 kilos. Un esfuerzo en cantidad y en calidad en plena pandemia. Con la competencia de la carne congelada o refrigerada del continente americano. Valora Parrilla a unos profesionales «que se desviven por mejorar porque se juegan su vida». Los considera clave para sostener una cultura, la del guachinche o la carne de cabra, a mantener. «Es una cadena, hay que ayudarles y lo hacemos con canales cortos de comercialización o la apuesta por el consumo de Km0», aclara el consejero.

En concreto 1.816.707 (2020) cabezas de ganado en Tenerife. Las gallinas (avícola) suman 1,7 millones. El resto, 73.995, son de caprino, ovino, porcino, bovino y cunículo (conejos).

«Momento crítico».

«En la Isla no se puede hablar de macrogranjas, sino de pequeñas o medianas explotaciones de gestión familiar». Lo glosa Antolín Bueno, consejero de CC y gran conocedor del sector. Asegura no tener constancia de casos de maltrato animal e incluso de que en algunas granjas de vacas les ponen música, ya que las relaja, y así aumenta la producción de leche. Considera que los ganaderos son los primeros que se preocupan del bienestar animal y, además, las inspecciones sanitarias son frecuentes. Bueno cree que «la ganadería en Tenerife pasa por un momento crítico». Incluso, vaticina que «corre un grave peligro de desaparecer en los próximos años».

Resalta las dificultades administrativas y burocráticas de los ganaderos a la hora de conseguir autorizaciones para desarrollar la actividad. Coincide con otros actores en el elevado coste de la alimentación y los insumos que encarecen los costes de producción y hacen muy difícil competir frente a los precios de los productos provenientes de la Unión Europea y de terceros países, fundamentalmente de Sudamérica. «Cuidar y ayudar al sector» es la propuesta de Bueno para conservar la ganadería en la Isla. Plantea promover la formación y el relevo generacional; valorizar, incentivar y fomentar el consumo de la producción local y proteger la cabaña. Exige al Cabildo que abone la ayuda de 1,3 millones de euros para cubrir los gastos derivados de la alimentación del ganado que «aún no ha pagado pese al anuncio del consejero Parrilla desde abril de 2021».

«Conocer para hablar».

Heraclio del Castillo tiene una explotación con 600 vacas en Fasnia. Ganadero casi desde la cuna, tiene claro que «para hablar, hay que conocer este mundo». Cuida a sus animales 14 horas diarias, incluidos sábados y domingos porque «dependo de ellos y a más calidad de su vida, mejor producto». Estabulados, pero con potreros para la movilidad, atención casi constante y una alimentación que permite mantener y mejorar la calidad de la carne. Sobre el maltrato considera que es algo «opinativo» pero sentencia que si no tratara bien a sus vacas «en un año me arruino». Insiste en que «tiene que hablar el que conoce; el que no, mejor callado». Ve el sector «muy mal, a peor cada año, con menos ganado porque el pienso sube de precio y la carne se paga igual».

«Todo sube menos el producto».

Santiago Cacho es tesorero de Agate, la Asociación de Ganaderos de Tenerife, y presidente de la Federación de Arrastre de Ganado. Y un gran defensor de la vaca basta, raza autóctona. Piensa que el sector no ha mejorado los últimos años y considera que no existan macrogranjas porque priman las pequeñas explotaciones sin impacto ambiental «aunque haya naves para pollos de engorde con 20.000 o 30.000 ejemplares». La excepción. «No hay maltrato animal», sentencia. Cree que no se puede tenerlos sueltos en grandes extensiones, pero que las granjas suelen contar con potreros y no están atados todo el día. Reconoce que la calidad del producto mejora si el animal está suelto y come pasto en relación a la producción industrial. Considera que han subido de manera exponencial los precios del pienso y de la luz, mientras el producto se paga como hace diez años. Piensa que es clave el papel de las grandes superficies porque «controlan los precios». Por eso, señala, «hay queserías de aquí que ya no aparecen en los supermercados». Aboga por el trato directo productor-consumidor algo que, pese a algunos intentos, es hoy una utopía.

La realidad del sector la ofrece el trabajo del secretario general de Asaga, Theo Hernando. Concluye que en siete años (2014-2020) el número de explotaciones ganaderas en Tenerife ha descendido en un 30,4% (de 1.071 a 745). En cabezas el descenso es semejante, del 27,3%, sin contar las gallinas (27.765 menos, de 101.760 a 73.995). Solo suben las explotaciones avícolas en este periodo (19,8%, 288.247 más, de 1,4 a 1,7 millones). El del conejo, por ejemplo, se ha reducido en casi un 60%. En Tenerife y Canarias, desde el 2000 hasta hoy, la ganadería se ha visto reducida en un 51%. Mientras, la población ha crecido en un 24,7% y las visitas turísticas en un 50,8%. Un modelo de crecimiento claramente insostenible.

Armonizar con el medio ambiente

Wladimiro Rodríguez Brito, geógrafo y experto en el sector primario, esboza que «el ganado estabulado no tiene gran peso en la Isla, donde destacan las granjas de gallinas y pollos de engorde». De hecho, valora que el sector más relevante del ganado son las gallinas, «próximas al millón y medio». Señala como referencia que «en la Península puede haber una sola granja con más gallinas que en todas las de las Islas». El debate se centra para él en la ganadería como actividad industrial al margen del entorno ambiental y social. Entiende el profesor que «se separa el ganado de una actividad ambiental clave». Considera que previene incendios al retirar combustible y el estiércol aporta materia orgánica para el agro. Ahí coloca la clave para los problemas ambientales de contaminación alrededor de las macrogranjas. Resume: «La armonización entre la agricultura y ganadería y el medioambiente es algo básico». Otra referencia para comparar es que «en Canarias tenemos una vaca por 2.000 habitantes, mientras en Holanda hay 15 personas por cada una». Wladimiro Rodríguez Brito concluye su reflexión: «Estamos ante un modelo poco sostenible, el de una ganadería intensiva». Porque, añade, «hemos dejado de tener pastores y ganaderos con agricultura complementaria». Insiste en el potencial familiar para fomentar esa necesaria complementariedad. Queda por resolver el problema de los excrementos al separarlos de toda la actividad agraria.

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