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Adiós a las mascarillas

El impertérrito reinado de la mascarilla

La mayoría de la población en las Islas continúa utilizando cubrebocas en los espacios interiores pese a que su uso ya no es obligatorio

Un hombre usa la mascarilla en un establecimiento comercial.

Un hombre de mediana edad pasea por un centro comercial escudriñando sus alrededores en busca de cómplices que hayan decidido, como él, afrontar sus compras de la mañana sin cubrir su boca y nariz con la mascarilla. Por primera vez en 700 días no ha tenido que salir de casa con el asfixiante cubrebocas para poder entrar en el recinto cerrado pero, para su sorpresa, le cuesta encontrar personas que hayan tomado la misma decisión. 

En un recorrido corto apenas encuentra a otras cuatro personas que se han tomado la libertad, como él, de despojarse totalmente de la mascarilla. Otros muestran un incipiente deseo de quitarse la mascarilla, pero lo hacen con timidez y cautela. No se cubren con ella, pero la siguen llevando cerca (en la muñeca o en la barbilla) por si en algún momento se ven envueltos en una aglomeración que pudiera poner su salud en riesgo. 

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Uso o no de las mascarillas María Pisaca

En términos generales, el hábito ha ganado a la libertad. La mayoría de la población canaria ha decidido seguir llevando el cubrebocas en los interiores pese a que, desde ayer, su uso es opcional. En los rostros de los canarios que se acercan a dar un paseo por el centro comercial es más común ver las del tipo FFP2, que son las más efectivas contra el contagios de coronavirus. Además, es la única protección que funciona cuando el resto de la población decide despojarse de ella. Un estudio de la Conferencia Americana de Higienistas Industriales Gubernamentales (ACGIH, por sus siglas en inglés), calcula que para que una persona covid positivo sin protección contagie a una con mascarilla FFP2 deben pasar al menos dos horas y media compartiendo un espacio cerrado. 

El hábito de protección es más generalizado entre las personas mayores, aunque es extensible a todo tipo de personas, incluso jóvenes. De hecho, los ancianos tienden a la sobreprotección, y alguno de ellos, incluso, decide acudir al centro comercial portando una pantalla protectora. 

La nueva ley que rige el uso de la mascarilla en interiores ha generado una sociedad de contrastes. Por primera vez en 23 meses se puede ser partícipe de escenas que la pandemia había convertido en inusuales, como que se produzca una conversación entre una persona con la cara al aire y otra que la ha cubierto con una mascarilla. 

La disparidad de criterio se produce incluso entre miembros de la misma familia

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Los criterios dispares se producen incluso entre miembros de la misma familia, donde algunos prefieren no llevarlas y otros deciden mantenerlas durante sus compras. Los niños de más de seis años son, sin duda, los más beneficiados por esta nueva normativa que les permite por primera vez liberarse de este recurso de protección y mostrar sus rostros desnudos. En las cristaleras de los establecimientos comerciales cuelgan aún los carteles que indican que en su interior la «mascarilla es obligatoria» y tanto los trabajadores como los usuarios, de hecho, la siguen utilizando sin rechistar. 

El reinado de la mascarilla ha calado entre la población canaria durante los dos años de pandemia, pero eso no ha impedido que entre el primer día de liberación también se hayan producido algunos cambios conductuales. El transporte público es ejemplo de ello. En guaguas, barcos, taxis y aviones la mascarilla sigue siendo obligatoria, pero no lo es, durante la espera. En la parada de guaguas, unas cuantas personas aguardan sin mascarilla. Pero a diferencia a los días previos –cuando era fácil ver a los usuarios con la mascarilla al cuello o cubriendo su nariz y boca –, en el día de ayer eran mayoría los que decidían sacarla del bolsillo o del bolso cuando pisaban el primer escalón del transporte. Mientras, en los centros educativos, los profesores se congratulan por ver –muchos por primera vez– el verdadero rostro de sus alumnos.  

El nuevo Decreto-Ley que regula las mascarillas no se ha notado en ningún aspecto en los centros sanitarios de las Islas. A primera hora de la mañana, los pacientes llegan a los ambulatorios con su mascarilla cubriéndoles rigurosamente la cara y no oponen resistencia a lo que ya se ha convertido en un hábito. La misma estampa se repite en los hospitales y en los centros sociosanitarios, donde tan solo los pacientes que viven temporalmente en ellos pueden despojarse de este recurso de protección para su mayor confort. 

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