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Una mujer y una menor en un parque de Tenerife.María Pisaca

CRISIS DEL CORONAVIRUS

El covid retrasa el progreso de los jóvenes que reciben atención especializada

Las dos universidades públicas canarias realizan un estudio para la Dirección General de Protección de la Infancia para encontrar las fortalezas del sector tras la pandemia

Los niños y adolescentes que estaban recibiendo atención especializada por cualquier motivo antes de la pandemia del coronavirus y dejaron de obtenerla durante el confinamiento han visto retrasados notablemente sus avances. Ya sea de carácter sanitario, educativo, de salud mental o menores con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE), todos ellos han sufrido las consecuencias de los dos años de pandemia. Esta es tan solo una de las conclusiones que se extraen del estudio Impacto del Covid-19 sobre el bienestar de la infancia, adolescencia y familias canarias: Oportunidades para reforzar el sistema de prevención y protección, un encargo de la Dirección General de Protección a la Infancia y a la Familia del Gobierno de Canarias, en el que se estudian diferentes ámbitos que influyen en el bienestar de la infancia, adolescencia y familia depende. La elaboración de este documento ha corrido a cargo de un equipo formado por expertos en Psicología, Educación, Trabajo Social y Derecho de la Universidad de La Laguna (ULL) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), y que es además buen conocedor de la situación del sistema de prevención y protección de la infancia y familia en Canarias puesto que ya ha llevado a cabo estudios previos centrados en estos ámbitos.

Pero no solo los menores con necesidades especiales se han visto afectados por la irrupción de la pandemia. El estudio también pone el foco en las familias en situación de conflicto, violencia y maltrato, que han requerido un gran esfuerzo por parte de los profesionales para continuar con la atención prestada. Sin embargo, «habría que mejorar la dotación de los equipos técnicos correspondientes», advierten los expertos.

«El sistema de prevención de la infancia, adolescencia y familias no debe descuidarse en tiempos de crisis sanitarias», alertan los autores de este estudio que añade no obstante que, «incluso con dificultades para adaptarse a las restricciones de la presencialidad, este sistema ha prestado un gran servicio creando espacios de seguridad en la escuela». Con todo, los expertos animan a «robustecer» el sistema público y de las entidades sociales con más recursos humanos para aligerar la carga burocrática y potenciar su coordinación con otros sectores. Asimismo, alerta de que «el sistema de protección a la infancia, adolescencia y familias necesita potenciar los servicios sociales de atención a la vulnerabilidad psicosocial» que se han visto sobrecargados con la gestión de las ayudas asistenciales a las familias y el apoyo socioemocional prestado.

El sobreesfuerzo pone de manifiesto la necesidad de reforzar servicios públicos que están colapsados

Además de mostrar las deficiencias del sistema, este estudio también pone de manifiesto las fortalezas de la infancia, la juventud y las familias canarias. En este sentido, «la pandemia ha supuesto un revulsivo para el sistema de valores» porque la pandemia ha permitido dar prioridad «a aquellos que realmente hacen crecer a una sociedad hacia su madurez». La coordinadora general de este estudio, María Josefa Rodrigo, afirma que la pandemia ha supuesto «una prueba de esfuerzo» para la sociedad que, no obstante, «ha sabido salir bien parada» de esta crisis que ha afectado a la gestión política y el funcionamiento del sistema sanitario y que ha tenido –y continúan teniendo– graves repercusiones socioeconómicas. En este sentido, celebra lo bien que han actuado los menores que, aunque han visto mermadas sus expresiones afectivas, sus actividades de juego y de relaciones con los iguales, «han sabido regular sus emociones ante la pandemia y mostrar su capacidad de adaptación a las nuevas normas en la familia, la escuela y en su relación con los iguales, así como alcanzar un punto de vista más global de responsabilidad social».

Este estudio ha puesto de manifiesto además la diversidad de las familias canarias desde el punto de vista estructural, cultural, funcional y de género, y ello hace necesarias diferentes necesidades de apoyo por parte de los servicios y entidades sociales. Con todo ello, se ha hecho necesario analizar, no solo el ámbito familiar y educativo, sino también otros sectores como el de la justicia, la sanidad o los medios de comunicación puesto que, recuerda Rodrigo, «el bienestar de la infancia, adolescencia y familias ante la pandemia depende del buen funcionamiento del sistema de prevención y protección» pero esta crisis «ha puesto a prueba dicho sistema» revelando sus debilidades, pero también su capacidad de respuesta flexible ante la incertidumbre con nuevos modos de trabajar. En el caso de los medios de comunicación, los expertos destacan que han tenido un papel clave durante la pandemia pero aún «deben encontrar el espacio que merecen las buenas noticias».

La coordinadora general de este estudio, María Josefa Rodrigo, reconoce que la situación de los mayores daría para redactar otro estudio igual de completo, y por eso no han querido extenderse demasiado en este aspecto. No obstante, los menores participantes en este documento no pudieron evitar nombrarlos durante las entrevistas: «

El importante papel de los abuelos

El estudio desarrollado por el equipo de las dos universidades públicas canarias se centra en la infancia, adolescencia y familia pero no olvida otro sector sumamente afectado por la pandemia: los ancianos. Los abuelos son seres tremendamente queridos por los menores puesto que en muchos casos, además, son sus cuidadores durante buena parte de la semana. Las visitas a los centros de mayores se restringieron durante mucho tiempo y el temor a la propagación del virus obligó a confinar a muchos mayores que pasaron largos meses sin ver a sus familias.

Vivieron momentos de incertidumbre ante la situación generada y con el miedo de que (...) sus familiares enfermaran, sobre todos sus abuelos». Rodrigo añade que, de hecho, «esta fue una de las grandes preocupaciones de los jóvenes que no sentían miedo por su propio contagio, sino por sus familiares, sobre todo sus abuelos».

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