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Noche de HAlloween | El ‘otro’ carnaval

Perdiendo el miedo a la pandemia

Los más pequeños de la casa toman las calles de La Caridad, en Tacoronte, o la urbanización lagunera de Pueblo Hinojosa para reactivar el «¿truco o trato?»

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Celebración de Halloween en La Laguna Carsten W. Lauritsen

«El miedo lo tienes en tu celebro (cerebro para los que ya se manejan con soltura el lenguaje), ese es el padre de Aurora disfrazado del payaso de ‘It’. Conversaciones como esta entre menudos se repetían cada vez que se cruzaban con una monja ensangrentada, con uno de los protagonistas de ‘El juego del calamar’ o con un trampantojo de terror con lo primero que encontraron en el armario: ¡Bienvenidos a Halloween!


Halloween es un sinónimo de carnaval, una novelería otoñal que ha fortalecido sus raíces en la agenda del mes de octubre, justo antes de celebrar el Día de Todos los Santos. ¡Qué daño nos han hecho las series b americanas! Las nuevas generaciones han naturalizado que la fiesta de las calabazas, de tradición irlandesa y asociada al final del verano, no ha venido para quedarse sino que forma parte de su calendario de fechas especiales: sus abuelos crecieron llevando flores a los difuntos al cementerio, a sus padres les cogió por medio un desembarco que ha terminado por colonizar un terreno dominado por unas leyes económicas que en los últimos años han propiciado un fenómeno mediático parecido en torno al Black Friday, que, por cierto, está a la vuelta de la esquina.

¿Quién se acuerda de Don Juan Tenorio y de Doña Inés el 31 de octubre? Ni los niños, ni muchos de los padres de los enanos y preadolescentes que ayer se disfrazaron con las prendas más terroríficas que encontraron en sus armarios para ir a pedir chuches a Pueblo Hinojosa (La Laguna) o La Caridad (Tacoronte). Estos fueron los dos puntos calientes de una cita capaz de dibujar una sonrisa en las caras de los odontólogos que saben que más temprano que tarde los portadores de esas bolsas de caramelos son carne de cañón: las caries van a crecer sin parar y las facturas las pagarán los adultos que reían las gracietas que maduraban entre la frase más repetida del domingo: «¿Truco o trato?», muchos de ellos entre chuleta y chuleta y a golpe de cerveza o gin tonic. Sí. Mientras los peques de la casa iban de jardín en jardín con un unos cuchillos que atravesaban sus cabezas, ojeras que se descolgaban por sus pómulos o pelos impregnados de colorantes, laca y purpurina, ellos se ponían finos filipinos a base de aceitunas, embutidos, empanadillas con distintos tipos de rellenos, pizzas, tortillas y todo tipo de pasteles y tartas. Vamos. Lo ideal para cerrar una jornada de sofá. «Mañana, que no trabajo, si eso salgo a correr un ratito», habrá pensado más de uno ante una oportunidad tan diáfana para pasárselo bien sin tener que estar con un ojo puesto sobre la báscula.

Personajes de ‘El juego del calamar’, monjas maléficas o payasos vuelven a recuperar la calle

En defensa de los que anoche cometieron algún que otro exceso antes de meterse en la cama hay que decir que muchos de ellos lo tenían claro. «Esto es una fiesta para los chiquillos –argumentaba Antonio mientras a media voz sonaba el Felice los 4 de Maluma y con su mano derecha sujetaba un vasito de vino de la zona de Santa Catalina (Tacoronte)– y aún es temprano», dijo cuando ya era de noche cerrada pero el reloj marcaba solo las 18:41 horas. ¿Qué mejor manera que celebrar la llegada del horario invernal con cierto desenfreno, aunque muchos no supieran demasiado bien quién era el señor Halloween?

Además, los últimos coletazos de la cuarta ola o las primeras pistas de la quinta, impidieron que el año pasado se vieran situaciones como las que vivieron los vecinos de Pueblo Hinojosa (La Laguna). Es verdad que el escenario no llegó a los niveles de descontrol anteriores a la pandemia, pero sí que organizó cierto colapso en las inmediaciones de la Curva de Gracia. Eso sí, una decena de efectivos de la Policía Local y de la Policía Canaria fueron suficientes para que la cosa no pasara a mayores.

Los preadolescentes no perdieron una ocasión tan diáfana para alargar un poco más el fin de semana

La pibada está loca por volver a tener el control de la calle, quiere recuperar lo antes posible los meses duros de confinamientos. Quizás, esa necesidad de consumir a toda prisa el presente (como si tuvieran miedo a un nuevo encierro) les haga vivir cada fiesta como si fuera la última. Sus excesos fueron noticia antes de que se armara un dispositivo de seguridad sin precedentes en El Cuadrilátero y, ahora, cada fiesta es un motivo para organizar un botellón en la esquina menos pensada. Ellos tampoco se quisieron perder su particular truco o trato, pero en lugar de golosinas optaron por combinados que son capaces de resucitar a un muerto. Hoy no hay que ir al instituto o a la universidad y no están los tiempos para perdonar un fin de semana de los largos. Y es que este Halloween será recordado por ser el primero oficial de la postpandemia, el que sirvió para ir perdiendo el miedo.

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