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Ignacio Badenas Gil de Reboleño en su despacho de la Comisaría Provincial.Carsten W. Lauritsen

Ignacio Badenas Gil de Reboleño: «Han sido 43 años en la Policía Nacional de compromiso y entrega»

«En la embajada de Cuba tuve una experiencia muy interesante y muy complicada», indica el comisario principal, jefe provincial de la Policía Nacional en Santa Cruz de Tenerife

Tras más de cuatro décadas en el cuerpo de seguridad, Ignacio Badenas Gil de Reboleño se jubila este dodomingo, tras haber trabajado en Barcelona, Valencia, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Pero también ayudó a crear el Cuerpo General de la Policía Canaria y ejerció de consejero de Interior en la embajada de España en Cuba. Considera fundamental la habilidad para ser abierto y transparente en su actividad.

¿Cómo se inició su etapa en la Policía Nacional?

Ingresé en 1978 como inspector. Era diplomado superior en Criminología por la Universidad de Valencia. Fui destinado durante mis primeros cinco años a la Jefatura Superior de Barcelona, a la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría de Hospitalet.

Tuvieron que ser años duros en la Barcelona de la época, ¿no?

Era la Barcelona de la heroína y de los atracos a bancos. Precisamente, ese número de robos a mano armada era originado por el gran consumo de heroína que había y la cantidad de gente que estaba enganchada a esa droga y que necesitaba robar para obtener dinero y poder mantener la adicción. Y también fue un periodo de mucha violencia.

¿El cuerpo de seguridad estaba preparado entonces para afrontar ese incremento de la delincuencia común?

Hombre, siempre hacen falta recursos, en todas las épocas. En todas las denominaciones que ha tenido la Policía Nacional desde hace cuarenta años, como todos los cuerpos de seguridad, los recursos no son los suficientes. Pero con los medios que tenemos vamos trabajando y sacando adelante todo lo que se puede, como en todas las profesiones.

¿Y, después, en qué lugares estuvo destinado?

Luego estuve destubadi en la Jefatura Superior de Valencia, también en Policía Judicial, y más tarde pasé a las brigadas uniformadas de Seguridad Ciudadana, tras ascender por oposición a inspector jefe, donde mandaba todas las unidades uniformadas, como los vehículos patrulla, grupos de motos o el embrión de lo que hoy es la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), que eran equipos operativos que actuaban en puntos negros de consumo de drogas o zonas conflictivas de barrios problemáticos.

¿Cuándo se produce su ascenso a comisario?

En Valencia estuve hasta el año 2000, cuando ascendí por oposición a comisario. Aclaro que los funcionarios de la Policía Nacional podemos ascender por antigüedad, tras llevar una serie de años en la categoría, o por oposición, donde hay que tener también un número mínimo de años en la categoría anterior, pero las pruebas son mucho más duras. A mí me costó dos años aprobar para inspector jefe y tres años para llegar a ser comisario. Y esa preparación hay que buscarla en el tiempo libre que tiene uno después de su trabajo y su dedicación familiar.

Y llega a Gran Canaria.

En el año 2000 fui destinado a Las Palmas de Gran Canaria, a la Jefatura Superior y me nombraron comisario jefe de la Brigada Provincial de Policía Judicial, donde estuve nueve años. A continuación me designaron jefe provincial de Las Palmas y en ese año solicité una comisión por servicios especiales para la puesta en marcha del Cuerpo General de la Policía Canaria (CGPC). Cuando estaba como comisario provincial de Las Palmas se me ofreció por parte del consejero de Presidencia, Justicia y Seguridad de la época, José Miguel Ruano, llevar la Jefatura del nuevo cuerpo autonómico que se iba a crear. Me lo planteé como reto profesional y me comprometí, en principio, a ayudar en la creación de la entidad y a estar los dos primeros años. A los dos años y dos meses volví a la Policía Nacional, porque ya creía que había hecho lo que tenía que hacer y el desarrollo de la misma lo dejé a otras personas.

Y volvió a ser jefe provincial de Las Palmas.

Volví a la Jefatura provincial de Las Palmas, porque, al estar en comisión de servicio por servicios especiales, no se pierde ni la plaza ni el destino. Y, al poco de volver, se convocaron algunas plazas como consejero de Interior en diversas embajadas en el extranjero. Creí interesante optar por algunas de ellas. Son de libre designación, lógicamente, por lo que, aparte de presentar un currículum, la Secretaría de Estado de Seguridad, con todas las peticiones que recibe, hace una valoración y designa a la persona que considera más idónea. Y, entre las plazas que solicité, me concedieron la de consejero en la embajada de La Habana.

¿Y cómo fue esa etapa profesional?

Fue una experiencia muy buena, diferente a la policial, porque es una mezcla de relaciones internacionales, policiales y diplomáticas. El consejero es el enlace entre el Ministerio del Interior de España y el de Cuba. Fue una experiencia muy interesante y muy complicada, porque el Ministerio del Interior cubano es muy hermético y resulta muy difícil conseguir relaciones al principio. Pero, al final, fueron muy buenas. De hecho, cuando me marché, a los cuatro años, que es el tiempo máximo permitido, me despidieron personalmente con una cena el director general de la Policía Nacional Revolucionaria y el director general de Investigación Criminal, ambos generales. Y, una vez terminado el periplo y con la categoría de comisario principal, me destinaron a la Comisaría Provincial de Santa Cruz de Tenerife en el año 2016, una plaza que estaba entonces vacante.

¿Qué papel ha jugado en su trayectoria profesional el ser una persona con habilidades sociales y con capacidad para las relaciones públicas?

Eso es muy importante, porque la Policía Nacional tiene que ser una institución abierta y transparente a la sociedad. Y el primero que tiene que ser abierto y transparente a la sociedad es el jefe. Esos cuatro años que estuve realizando tareas policiales-diplomáticas en Cuba fueron como una carrera profesional. En la embajada trabajaba con el embajador, con diplomáticos, con cónsules; ellos aprendieron mucho de mí, y yo de ellos, claro. Ese aprendizaje lo pude trasladar a mi actividad profesional. Les enseñé el día a día de cómo trabaja la Policía Nacional, pues ellos veían esa labor como muy lejana en España y en el ámbito internacional.

¿En aquellos años en La Habana se llegó a esclarecer algún delito, se localizó a delincuentes o se desmanteló a alguna organización criminal?

No se puede especificar, pero sí. Se trabajó estrechamente en asuntos de delincuencia criminal en ambos sentidos; es decir, gente que teníamos nosotros en España procedentes de Cuba y delincuentes españoles asentados en el país caribeño. Cuando se cruzaban otros elementos ya era más complicado.

¿Hasta qué punto cree que la Policía Nacional está un poco o muy politizada a la hora de designar un puesto de mando como el que usted ostenta?

Actualmente, los criterios para nombrar a un jefe provincial y a un jefe superior son estrictamente profesionales. Conozco personalmente a unos y de referencias a otros, a casi todos los jefes superiores, porque llevo 43 años en el Cuerpo, y puedo decir que los criterios de elección en la actualidad son profesionales. Mi postura siempre ha sido estrictamente profesional y siempre alejado de influencias políticas o de cualquier otra índole.

Su estancia en la Policía Judicial de Las Palmas coincidió con el caso de Sara Morales.

Toda la Brigada al completo estuvo trabajando años y, desgraciadamente, se dieron unas circunstancias por las que no se pudo esclarecer. Era un domingo, las 15:30 horas de la tarde, en pleno verano. Y, cuando salió de su casa para encontrarse con un amigo, en ese trayecto no había nadie en la calle. No hubo testigos. Se miraron todas las cámaras y en las posibles rutas que siguió la menor no había ninguna entidad bancaria. Se habló con todos los vecinos de todos los edificios de la zona por la que pudo pasar. Ella recorrió dos o tres kilómetros y se analizaron diferentes trayectos posibles. Se hicieron entrevistas a amigas, a su entorno estudiantil y personal. Supimos la vida y milagros de la niña, de toda su familia, de sus amistades; descubrimos cosas interesantes, pero que no tenían relación alguna con la desaparición de la menor. Otro problema que tuvimos fue que en aquella época no contábamos con las tecnologías que hoy en día se poseen. Pero, aún así, después de muchos años y reabrir el asunto, enlazamos esa posible desaparición con el perfil de un hombre que cometió una tentativa de detención ilegal de una menor con unas características similares a las de Sara Morales. Se le sometió a una vigilancia y a una investigación y determinamos que era un depredador sexual, muy violento, peligroso y consumidor de drogas. Los fines de semana había intentado en varias ocasiones abordar a menores y a adultas para llevárselas en contra de su voluntad y violarlas. Intentó acabar con la vida de una de esas víctimas, que escapó del secuestro. Pensamos que ese individuo podía tener relación con la desaparición de Sara Morales. Se le detuvo por la retención ilegal y tentativa de homicidio de una mujer adulta y tentativa de secuestro de una menor. Teníamos el convencimiento, casi al 90 por ciento, de que esta persona podía haber sido la responsable de la desaparición de Morales. Elegía de forma aleatoria a las víctimas los fines de semana. Iba con una furgoneta, se acercaba a las afectadas, les preguntaba algo, las golpeaba y las introducía en el vehículo. Tenía un carácter muy fuerte y duro. En el interrogatorio nunca quiso hablar de Sara Morales ni de lo que hizo ese día. Y no hubo ningún testigo que lo pudiera situar esa jornada en el lugar de los hechos. A los tres meses de estar en prisión se suicidó.

De estos cinco años como jefe provincial en Santa Cruz de Tenerife, ¿qué operaciones realizadas por sus policías destacaría más?

Con aquellas que han permitido desarticular a numerosos grupos organizados en los últimos cuatro años. Se trata de intervenciones que requieren de mucho tiempo de preparación y que, a veces, se ven en dos páginas de un periódico, en una nota o en un vídeo de un minuto en televisión. Pero llevan un trabajo de años. Por ejemplo, destacaría las desarticulaciones de las mafias dedicadas a la trata de seres humanos o la inmigración irregular, que es competencia exclusiva, por Ley, de la Policía Nacional, gracias a las que se han puesto a disposición judicial a numerosos individuos pertenecientes a estas organizaciones criminales, que acabaron en prisión por orden judicial. También está la operación contra la mafia italiana que blanqueaba dinero de fraudes informáticos que acabó con más de cien detenciones en el Sur de Tenerife precisó de dos años de esfuerzos. El trabajo de investigación del asesinato de Carlos Machín en la Escuela de Idiomas de La Laguna requirió más de un año, con muchísimos recursos humanos, no solo del Grupo de Homicidios, sino de toda la Comisaría Provincial con medios materiales y de personal en determinados momentos puntuales. Y en el día a día, hay que valorar el intento de reducir los delitos comunes, como los robos en las viviendas, las sustracciones en coches, el atraco en el local, el tirón en la calle, que no tienen tanta repercusión en los medios, pero que sí afectan mucho a los ciudadanos. Y, de estos últimos casos, las cifras de denuncias se han reducido sobre el año anterior. Los policías han dado todo y han conseguido los datos que tenemos, que son muy buenos. Con los recursos que tenemos no se puede pedir más. Hay mucho interés, dedicación, iniciativa. Y la planificación que se ha hecho ante un repunte de delitos ha ayudado a bajar las infracciones penales. Y lo mismo con el menudeo de drogas.

Así lo reconoció el jefe Superior de Policía de Canarias en el acto de los Santos Ángeles Custodios en el Teatro Guimerá.

Sí. Esta es una de las comisarías provinciales de toda España con mayor reducción de los datos de delincuencia en el último año, con un 8 por ciento de bajada, dentro de nuestro ámbito territorial de competencia.

¿Hacia dónde tendría que avanzar la Policía Nacional en los próximos años para adaptarse todavía más a la sociedad?

En la Policía hay dos líneas muy importantes. Una de ellas es la que trabaja diariamente con el ciudadano, a través de los grupos de participación, donde recibimos información de los problemas en los barrios, de la aparente delincuencia menor. Y esos datos se transmiten a la comisarías de Distrito, que afrontan detenciones de los presuntos autores de delitos y hacen operaciones preventivas. Esa estrategia no se puede dejar nunca. Pero luego está la otra línea de alto nivel, que consiste adaptarse a los nuevos delitos, sobre todo a los tecnológicos, las grandes estafas o las organizaciones criminales, que ya no actúan como hace 30 o 40 años, cuando iban a las tiendas a extorsionar a empresarios, sino que operan de otra manera, a través de los delitos en internet, y que, a veces, por desgracia, van por delante de los medios que tiene el Estado. Tenemos que actualizarnos con preparación profesional de los policías destinados en los grupos específicos y luego con recursos tecnológicos suficientemente modernos para estar al mismo nivel que los grandes delincuentes. Actualmente, el reto es la lucha contra la ciberdelincuencia.

¿Cómo definiría su trayectoria de 43 años en la Policía Nacional en pocas palabras?

Compromiso y entrega. Siempre he estado comprometido con mi trabajo y he procurado dar todo lo que he podido.

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