Todo empieza con un síntoma: dolor de cabeza, fiebre o dolores articulares. Suelen ser los primeros signos de alarma para todos los canarios. Es en ese preciso momento cuando algo te dice que es necesario descolgar el teléfono y actuar con responsabilidad. Tras marcar el 900 112 061, el número que se ha repetido hasta la saciedad en las televisiones, periódicos y campañas de Sanidad, empieza el largo e intenso camino de la PCR. Porque dar positivo en un test de la Covid-19 no es solo un resultado; es una experiencia imborrable.

Tras una pequeña ronda de preguntas, una operadora te solicita que te quedes en casa, te han concertado cita y pronto recibirás una llamada de tu médico de cabecera o tu enfermero del centro de salud. Poco después el móvil empieza a sonar. “¿Qué síntomas tiene?”, se escucha al otro lado de la línea telefónica. “Sobre todo miedo”, piensas, pero tus labios solo alcanzan a articular una frase: “fiebre y un poco de dolor de cabeza”. Se escucha el ordenador tecleando al otro lado de la línea y tras 15 minutos de conversación, tu médico te concierta una cita para una prueba diagnóstica mientras te advierte de lo que ya temías: “es usted sospechoso de Covid-19”. El temor se acrecienta. Distraerse en casa es la única opción mientras llega el momento de la ansiada cita. Las siguientes 24 o 48 horas tu cabeza se convertirá en una montaña rusa que dará vueltas sobre sí misma a intensas revoluciones pensando en el mal que podría haber generado tu propio contagio. Familia, amigos, compañeros de trabajo... todas esas personas podrían sufrir Covid-19 y algunas de ellas podrían enfermar incluso más que tú.

Una microbióloga prepara una PCR (a) y una sanitaria entra en un cubículo de urgencias con un sospechoso. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

La vía más correcta

Antes de saber qué prueba te realizarán –si PCR o test rápido de antígenos–, el facultativo ha tenido que decidir, en base a tu situación epidemiológica, cuál es la vía correcta. Para ello se basa en el tiempo que ha pasado desde que empezaron los síntomas. El protocolo es claro. Si hubiera sido hace menos de cinco días, el paciente tendrá que acudir a uno de los centros de salud habilitados para realizar pruebas rápidas de antígenos. En Tenerife estos puntos se encuentran en los centros de San Isidro, Añaza, La Cuesta o Puerto de la Cruz. Si, por el contrario, el inicio de síntomas se hubiera demorado más cinco días, se tendrá que someter a una PCR. En ese caso, podrá acudir a alguno de los puntos de extracción repartidos por las islas.

El último instalado se encuentra la Dársena Pesquera de Santa Cruz y funciona tanto tomar muestras a los pacientes sospechosos como para cribar a los centros escolares de la zona. La Dársena realiza unas 300 PCR al día divididas en dos horarios. De 9:00 a 10:30 se realiza la recogida de muestras de los pacientes en lista de espera y a partir de las 12:00 le toca el turno a los niños de los centros educativos de la zona metropolitana.

Al día siguiente, entras en un vacío e irreconocible centro de salud para someterte a la prueba que, en cualquier caso, consiste en introducir un hisopo hasta el fondo de uno de tus orificios nasales para recabar una muestra nasofaringea. Si la muestra se mezcla con un reactivo y se introduce en un test de antígenos, sabrás el resultado en 15 minutos. Si, por el contrario, se trata de una PCR, este se demorará unas 24 horas. Porque será en ese momento cuando la muestra biológica viaje en una nevera hasta uno de los laboratorios de microbiología de la Islas, ubicados en los hospitales.

El camino de la PCR | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

El laboratorio está hoy más lleno de cajas que nunca. Algunas contienen las muestras de los miles de pacientes que se hacen pruebas en las distintas áreas de salud de las Islas; otras miles de reactivos. En el Hospital Universitario de Canarias han llegado a procesar en un solo día 1.200 muestras de pacientes del norte de Tenerife, que ha sido una de las zonas más afectadas de la segunda ola. La situación de la mayoría de los laboratorios de microbiología ha cambiado radicalmente desde que comenzó la pandemia. Han pasado de procesar unas 40 muestras diarias de distintas patologías y trabajar solo en turno de mañana, a hacerlo en jornada intensiva y procesar una media de 1.000 PCR solo de coronavirus al día. A través de una plataforma compartida, los resultados se vuelcan en tiempo real a los servidores de la Dirección de Salud Pública y el historial de los pacientes.

La Dirección de Salud Pública es el nexo de unión con el resto de elementos de la cadena de la PCR, y también el encargado de proporcionar la información con la que trabaja diariamente el equipo de rastreadores de cada isla. Canarias cuenta con 660 personas dedicadas a realizar las labores de rastreo de casos de Covid-19.

El camino de la PCR

El rastreo

Antes de que te des cuenta, un enfermero, trabajador social, fisioterapeuta o auxiliar de enfermería contactará contigo para darte la noticia. Aún con dolor de cabeza y con más picos de fiebre, escuchas la voz al otro lado de la línea en medio de cierta ensoñación: “es usted positivo en coronavirus, debe aislarse durante al menos durante los próximos 10 días”. Entre el 10 y 15% de las pruebas de PCR que se hacen en Canarias dan positivo, y has tenido el infortunio de ser uno de ellos. Te quedas en blanco escuchando las preguntas del rastreador que intenta con mucha delicadeza y paciencia explicar cada uno de los pasos que debes seguir los próximos días.

Para realizar la valoración del caso, los rastreadores deben tener todo tipo de elementos en cuenta. En solo una llamada determinan si tu vivienda está acondicionada para guardar una buena cuarentena, si presentas algún tipo de necesidad sociosanitaria adicional o si deberán establecer una vigilancia exhaustiva a tu caso por riesgo a que te saltes la cuarentena. “¿Recuerda con quién estuvo las 48 previas a la PCR?”. Es un esfuerzo recordar cada mínimo detalle, pero lo intentas. Ellos mismos se encargarán de llamarlos y comunicarles que, al ser considerados contacto estrecho, deberán someterse a una PCR y a guardar cuarentena otros 10 días.

Durante los siguientes días, el seguimiento del caso recae en la Unidad de Atención Familiar (UAF) del centro de salud. Será entonces el médico o enfermera quien se encargue de llamarte todos los días. “Al centro no vienen los positivos, a no ser que requieran atención urgente”, explica la médico Mónica Delgado, directora del centro de salud de Añaza. Las consultas telefónicas suponen casi el 60% de la actividad Covid-19 en los centros de salud. A través de una llamada no solo pueden agilizar las bajas laborales y resolver muchas de las necesidades clínicas de los pacientes, también son capaces de realizar cada día un análisis casi completo del paciente.

“Si vive con más personas en casa, también damos instrucciones a sus convivientes sobre cómo deben usar los utensilios, les recordamos que deben ponerse la mascarilla y les insistimos mucho en guardar la cuarentena estricta en los cuartos”, afirma Delgado. Justamente esto último es lo que más suelen fallar los canarios durante su cuarentena obligatoria. El seguimiento es tan exhaustivo que puede que haya un día en el que todo se complique, y ellos sean los primeros en darse cuenta.

“Si percibimos patrones de que la disnea –la sensación de falta de aire– ha empeorado, vamos a domicilio para comprobar si el paciente está saturando bien”, afirma Delgado, que recuerda que si este índice está por debajo del 90, es hora de derivar a atención hospitalaria. Ningún paciente olvida jamás el día en el que sintió una falta de aire igual ni cómo en pocas horas las luces rojas y azules de una ambulancia comienzan a iluminar toda tu casa.

De camino al hospital

De la ambulancia, a urgencias. Allí te harán una radiografía y luna una primera valoración del contenido de gases en sangre. Los sanitarios que le atiendan ahí ya lo harán forrados de arriba abajo. Buzo, calzas, mascarilla, gafas...nada parece suficiente para evitar un contagio intrahospitalario.

Los complejos pacientes Covid-19 siempre requieren ingreso en planta. En cada hospital se han habilitado alas totalmente aisladas del resto de la actividad asistencial y todas ellas tienen capacidad de ampliarse a medida que crece la demanda. “Costó cambiar las rutinas”, narra Dolores Gil, supervisora de la planta Covid-19 del Hospital Universitario de Canarias. Seis enfermeras y seis auxiliares de enfermería se pasan el día en el ala par de la sexta planta, donde se ubica parte de los 60 pacientes ingresados con coronavirus en el hospital. En los pasillos diáfanos contrastan unas cuantas mesas auxiliares colocadas estratégicamente para albergar gel hidroalcohólico, alcohol y hasta un paño para limpiar. “Nos cuidamos a nosotros mismos y a los demás”, señala Gil, que insiste en que todos los trabajadores han tenido que cambiar su forma de trabajar para poder acostumbrarse a los estrictos protocolos a seguir, pero que allí nadie nunca ha dado positivo. También han aprendido trabajar mucho más en equipo.

Un enfermo de Covid-19 requiere al menos los cuidados de cuatro personas, un enfermero y un auxiliar que entran en la habitación ataviados con EPIs y otros dos sanitarios de las mismas categorías que les asisten a sus compañeros desde fuera. Todos los trabajadores en la planta están continuamente pendientes de lo que pueda suceder a continuación, pues “un enfermo de Covid-19 puede empeorar en tan solo unos minutos”. De ahí que, preventivamente, decidan ingresarlo en UCI, con el único objetivo de que el virus no haga demasiados estragos.

En la UCI, la tensión y el agotamiento marca fulminante el ambiente, pero no el miedo. La UCI es la luz y la sombra de la Covid-19, el oscuro lugar del que salen los pacientes tras luchar durante semanas contra la enfermedad –la media es un mes–, pero también el espacio del que pueden no regresar. En la mayor parte de los casos, el fin de la ruta de la PCR se decidirá en el domicilio, tras tres días síntomas. Otros, sin embargo y por desgracia, verán con el final de la Covid-19 también el fin de su camino. Y eso nunca ha dependido de la edad.