El coronavirus no pilló desprevenido a Valleseco, el único municipio de Gran Canaria que se ha mantenido libre de contagios de la Covid-19. Antes de que el estado de alarma se impusiera en todo el territorio nacional, en el municipio grancanario se adelantaban en la toma de medidas para evitar el contagio de sus vecinos, especialmente de aquellos más vulnerables. "Nuestro lema ha sido: Nos vamos a pasar de prudentes", asegura Carmelo Felipe Molina, director del centro de salud del pueblo en el que únicamente se registraron en agosto cinco casos de Covid-19 importados. Desde entonces, la cifra continúa en cero.

No ha sido fácil. La colaboración institucional y ciudadana han sido las principales armas para lograr mantener al virus fuera de las lindes locales hasta ahora, si bien todos tienen claro que no se puede bajar la guardia. "Que no tengamos contagios no quiere decir que estemos exentos de ellos", asegura el alcalde vallesequense, Dámaso Arencibia. Bajo esa premisa, se ha trabajado desde marzo codo con codo con los profesionales sanitarios de la zona para minimizar el impacto de la pandemia.

Comenzaron días antes al confinamiento cuando, ante el inminente avance del coronavirus, decidieron extremar las precauciones en la residencia de mayores del pueblo y formar a sus trabajadores para reducir el riesgo. Poco después se clausuraron espacios públicos. Con la población encerrada en sus casas, se activaron las ayudas sociales y se intensificaron las labores de desinfección en calles y lugares de concurrencia como tiendas de alimentación o farmacias. También se habilitó una sala de aislamiento en el centro de salud para personas con síntomas sospechosos.

Con el fin del estado de alarma, llegaron nuevas medidas. La primera de ellas fue el reparto de 6.000 mascarillas FPP2 entre los vecinos. La segunda, la reactivación del sector terciario. "Pusimos en marcha una formación en Previs y desinfección para los restauradores con el fin de que pudieran reabrir con garantías de seguridad", explica Arencibia. Una iniciativa en la que participó José Manuel Macías, propietario de El Rinconcito Canario, un restaurante del barrio de Lanzarote que ha conseguido sobrevivir a la crisis sanitaria y económica a base de mucho esfuerzo. "Al principio nadie sabía lo que había que hacer, así que el curso nos vino bien", cuenta el empresario, que tuvo que adaptar su local y plantilla para mantener el negocio. "Hemos conseguido estabilizarnos. Aquí la gente cumple con las medidas, incluso los jóvenes están muy concienciados, pero también es muy importante que los que vienen de fuera lo estén porque no somos inmunes", apunta. Este sentimiento comunitario es el que ha llevado a Valleseco a evitar la propagación del virus, incluso en los tiempos más difíciles.

"Cuando se dispararon los casos en esta segunda oleada me puse en contacto con el alcalde para tomar medidas", recuerda el director del centro de salud. En agosto, además, se registraron cinco contagios importados. Son los máximos que se han contabilizado en el municipio, pero aún así, desde las autoridades se decidió actuar. De este modo, a finales del citado mes, el Consistorio emitía un bando municipal por el que se informaba del cierre de los espacios públicos y se recomendaba a los vecinos confinarse voluntariamente. "Aquí más de la mitad de la población tiene más de 65 años, por lo que uno o varios brotes podía ser algo trágico", señala el médico.

"La gente cumplió porque no era una orden, sino una recomendación y aquí los vecinos están muy concienciados, también los jóvenes, que lo hacen chapó", cuenta orgulloso Pablo Falcón, de 71 años. Residente desde hace más de dos décadas en La Laguna, alaba la gestión que se ha realizado en el pueblo. "Ojalá lo hubieran hecho muchos más así", comenta quien tiene claro que no hay que bajar la guardia hasta que haya una vacuna.

Para eso habrá que esperar aún, pero por lo pronto en Valleseco continúan trabajando para que la cifra de contagios se mantenga en cero. Ese es el reto. Para ello, desde el mes pasado han realizado test serológicos y pruebas PCR al personal municipal, policías locales, profesores y trabajadores de la escuela infantil y el colegio CEO Rey Juan Carlos I. Allí tienen previsto incorporar próximamente arcos de temperatura, al tratarse de uno de los "principales lugares en los que se concentra la población", cuenta Arencibia quien, al igual que Felipe Molina, tiene claro que para ganarle la batalla al virus tiene que haber un frente común entre instituciones y ciudadanía.