Ángel Hernández, el hombre que el pasado mes de abril ayudó a morir a su mujer, María José Carrasco, enferma terminal de esclerosis múltiple, asegura que no tiene miedo de las consecuencias de su decisión. "Ya ha terminado tu sufrimiento; ahora empieza el mío por tu pérdida". Esto fue lo que Hernández le dijo a la mujer con quien compartió su vida durante más de treinta años, prácticamente todos bajo la sombra de la enfermedad, sentado en la misma silla desde la que le leía. Pero ella ya no escuchaba. Tras tres decenios lidiando con el dolor, que en el último año y medio se había hecho insoportable, María José había cumplido su deseo: dejar de sufrir y Ángel su promesa: ayudarle en su propósito. Podía haberlo ocultado, pero prefirió dar la cara y ahora el caso avanza en un juzgado de violencia de género. Mientras tanto, este madrileño de 70 años continúa batallando por un derecho que se le negó a su esposa: una muerte digna.

Su mujer no pudo beneficiarse de ella, ¿pero cree que España tendrá pronto una ley de eutanasia?

Mas del 80% de la sociedad española está a favor de la eutanasia. Lo que sucede es que determinados legisladores se oponen a ella, como sucedió en el anterior Gobierno de Pedro Sánchez, en el que la frenaron en el Congreso. Sin embargo, creo que estamos en un momento muy favorable.

¿Por qué es favorable?

Porque confluyen muchas cosas. Una, que hay una gran sensibilidad social sobre la necesidad de despenalizar la eutanasia por la situación en que se encuentran muchas personas; y de ahí viene también mi actividad. La gente no puede seguir sufriendo como sufrió María José. Me enferma pensar que hay personas en nuestra misma situación. Otra, que, si finalmente hay gobierno, las fuerzas más progresistas van a estar a favor.

¿La sociedad va por delante de sus dirigentes políticos?

Yo no diría que los políticos estén muy descasados de la sociedad porque vienen de ahí. Lo que pasa es que hay muchas fuerzas que tienen realmente interés por que este tema no se toque.

¿Cuáles?

Las que ya conocemos. Por ejemplo, la institución eclesiástica, que tiene muchísima fuerza, no solo en su iglesia, sino también en determinados partidos, en los que influyen y que pueden tener la llave para que se despenalice la eutanasia, y en otras muchas instituciones, como la judicatura.

¿Qué opina de que la jueza se inhibiese en favor de un juzgado de violencia de género?

Consideran que puedo estar en violencia de género porque así lo determina una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, pero también podían haber ido por el otro lado ¿Cuál es el problema en realidad? ¿Que yo esté batallando por que se legalice la eutanasia y eso les fastidia mucho? Lo que está claro es que no es normal que me lleven por violencia de género cuando saben que no lo es.

Su abogada presentará a finales de este mes un recurso de casación en el Tribunal Supremo.

Sí, pero antes, el día 25, tenemos que presentar pruebas que demuestren que no fue violencia de género. Ahora, como están viendo que no pudo ser violencia de género, están apuntando la posibilidad de que María José no estuviese en condiciones para decir que quería que la ayudara al suicidio, pero no miran las pruebas e incluso hay algunas que entregué que me han devuelto sin haberlas volcado. No le interesa.

¿Se refiere a los vídeos que grabó con su móvil?

Y a alguna cosa más que ahora no puedo decir públicamente, pero que saldrá a su debido tiempo y que demuestra que no tienen ningún interés en las pruebas. Al principio no queríamos grabar ni mostrar nada, pero cuando Pablo Casado dijo que este problema no existía, en un momento además en el que María José estaba retorciéndose de dolor, decidimos grabar su sufrimiento descarnado para mostrárselo a quienes lo niegan.

María José le había pedido en reiteradas ocasiones que la ayudara a morir, pero la animó a seguir viviendo. ¿Cuándo decidió que ya había llegado el momento?

En 2018. Fue un año terrible. Nos negaron una residencia temporal para que yo pudiera operarme y ella cada vez necesitaba más la morfina y parches de fentanilo, que no conseguían quitarle el dolor y le producían terribles efectos secundarios. Ella fue muy solidaria conmigo. Yo no hubiera aguantado tanto, pero ella lo hacía por mí, aunque estaba desesperada. La prueba es que cuando ya decidimos que se iba a hacer, me lo pedía todos los días.

¿Qué les diría a quienes afirman, como los padres del francés Lambert, que ayudar a morir es un crimen?

Son la minoría, fundamentalistas cristianos a quienes no hay forma de convencerles de que vivir así no es vivir. Ahora, ¿qué le pediría a la gente para evitar algo así? Que se hagan el documento de voluntades anticipadas para que nadie decida por ellos.

Si ahora le diagnosticaran una esclerosis múltiple, ¿qué haría?

Yo no tendría quién me ayudase a morir. Teniendo la experiencia que ha tenido con María José, a mí me abocarían a suicidarme antes. Quienes están en contra de la eutanasia me estarían privando de los años que ella vivió porque yo iba a ayudarla a morir cuando llegara el momento. Pero no les importa porque ellos viven del dolor ajeno, porque no deben querer mucho a una persona cuando quieren que siga malviviendo. La eutanasia es necesaria también para proteger a los médicos. Los legisladores tienen que legislar para hacer feliz a la gente y esta ley va a facilitar, al menos, que la gente fallezca dignamente, dulcemente, sin dolor, de una forma tranquila.

¿Cómo afronta su futuro?

Me gustaría salir indemne de todo esto, pero tampoco me preocupa. Fueron once minutos, los que tardó en morir desde que tomó el fármaco, terribles. No lo sabe nadie, pero estoy satisfecho porque, al final, María José dejó de sufrir. Y no van a poder conmigo. No me conocen. Soy indestructible.