El brillo rojo de la flor que recorre los vástagos de los tajinastes (Echium wildpretii) ha llegado antes de tiempo al Teide, concretamente 20 días antes de lo usual. También lo ha hecho el "estampido amarillo" de la hierba pajonera (Descuraina bourgaeana) y los suaves colores pastel blanco y rosa de las retamas (Spartocytisus supranubius), que se han unido a las pocas violetas del Teide (Viola cheiranthifolia), unas guerreras natas, que resisten a las idas y venidas meteorológicas provocadas por el cambio climático.

Dibujan así la usual estampa primaveral de Las Cañadas del Teide, que, sin embargo, ha sido más escasa que de costumbre porque a veces "hay años buenos y años malos, al igual que en las cosechas", como explica Pedro Luis Pérez de Paz, biólogo y catedrático de Botánica de la Universidad de La Laguna (ULL). Lo cierto es que la floración de estas especies endémicas depende mucho de la climatología porque tienen procesos vitales muy concretos. Este año, la cantidad de tajinastes que en flor puede estar entre 1.000 y 5.000, según las estimaciones del botánico.

"Que tengamos un año con una floración intensa y extensa tiene que ver con haber pasado por un mes de noviembre lluvioso, un invierno frío y una primavera cálida", explica el botánico. Una situación que este año no se ha dado, pues este pasado invierno fue de los más secos de los últimos 30 años, y ha estado precedido de una primavera en la que, aunque ha llovido, ha sido una precipitación insuficiente para concluir que la estación ha sido húmeda.

Una primavera "loca"

"La primavera ha sido un poco loca", insiste Pérez de Paz, que concluye que esta situación es un efecto del cambio climático que provoca que "las primaveras se adelanten y aumente la temperatura". Esta situación anómala también ha ocurrido en las cumbres de La Palma, donde la floración de tajinastes rosas -variación del que se encuentra en Las Cañadas- y otra flora autóctona ha ocurrido casi dos meses antes de lo habitual. "Normalmente comienza el 15 de junio y hasta mediados de julio, suele ser intensa pero corta", explica el botánico.

Además de su distribución mucho menor que la de otros años, el tajinaste también ha empezado a bajar la ladera en Tenerife. Según el catedrático en Botánica de la Universidad de La Laguna y premio Canarias, Wolfredo Wildpret, se han encontrado "pequeños tajinastes a 1.500 metros, a la altura Güímar". Cabe recordar que el tajinaste rojo se puede encontrar en las Cañadas del Teide, La Fortaleza, Valle de Ucanca y las cercanías del Parador Nacional. Para el botánico, por cuyo bisabuelo fue nombrado científicamente el tajinaste de Tenerife, la escasez de tajinastes "no es ninguna rareza".

"La naturaleza no se puede seguir como un reloj", afirma Wildpret. Y es que, a pesar de las creencias populares, la floración masiva de los tajinastes, retamas y hierbas pajoneras no ocurre cada dos o tres años por sistema. Porque lo que ocurre es que este es el tiempo que tardan las semillas de las Echium wildpretii en florecer. "Los tajinastes se dan todos los años", afirma Pedro Luis Pérez de Paz, "lo que ocurre es que cuando se da un buen año se dejan muchas semillas". Según el botánico, cada flor del "pirulí" puede contener hasta un máximo de cuatro semillas. Teniendo en cuenta que florecen unas 100.000 flores, estaríamos hablando de que medio millón de semillas se reparten por la orografía del Parque Nacional del Teide.

Luego no todas podrán ser fecundadas. "Muchas se la comen los pajaritos o acaban en piedras u hormigueros, donde no encuentran las condiciones adecuadas para crecer", explica Pérez de Paz. Aquí entra otro aspecto fundamental en la cadena: las abejas. Gracias a su polinización, los tajinastes pueden florecer masivamente.

De hecho, es una especie muy importante para la producción de miel, pues es una de las flores preferidas de las abejas en Tenerife gracias a la gran riqueza de polen y néctar que poseen. Sin embargo, como sospecha Wildpret, puede haber un problema con las colonias. "Se conoce que han sido introducidas abejas no autóctonas, lo que crea una competencia", afirma Wildpret, que lamenta que no existan medidas para "competir a las especies invasoras".

La violeta del Teide podría desaparecer

A pesar de las dificultades y un cambio climático que ya es una "realidad incontestable", la fauna endémica del Teide sigue regando durante la primavera el paisaje canario. Pero no toda esta flora seguirán viéndose en los próximos años porque algunas ya están dando visos de poder desaparecer. La violeta del Teide es una de las especies que más sufren. La flor necesita "un periodo de heladas" para poder desarrollarse, como explica el biólogo Pedro Luis Pérez de Paz, que destaca que "les gusta pasar por ese periodo para luego sentir el calor y despertar". Si estas heladas no existen y el calor comienza en un época distinta a la habitual, el ciclo de germinación y floración de estas flores se atrofia. El investigador afirma que es "una tendencia", especialmente en especies como la violeta del Teide y el cardo de plata.

"El deterioro ambiental del Parque Nacional del Teide es grave". Así lo advierte el botánico Wolfredo Wildpret, que afirma que los "cuatro millones de visitantes anuales" que se dan cita en el Parque se están convirtiendo en un arma de doble filo para el desarrollo natural de nuestra isla. "Cada vez hay más turistas, lo que provocará que la contaminación de la isla crezca, así como el deterioro de la misma", insiste el catedrático. Y es que, en un territorio tan frágil como el que nos rodea, cualquier acción sobredimensionada externa puede provocar un daño que puede llegar a ser irreparable. En este sentido también se manifiesta Pedro Luis Pérez de Paz, que pone el punto de mira en la obsesión de los gobiernos por "seguir creciendo". "Cuando alcanzamos nuestro límite, abogamos por seguir creciendo, esto provocará antes o después llegue el colapso", insiste el investigador. En este caso, y si desapareciera este "tapiz multicolor" fruto de la ingente cantidad de personas que se acercan a ver la flora autóctona, también "desaparecerá ese interés por visitar el paraje".

Reclama así el "valor científico" de una biodiversidad rica, pues cualquier desaparición de una especie vegetal, "provoca la pérdida de una variedad genética que se ha ido fraguando durante miles de años". "Es imperdonable", insiste Luis Pérez de Paz. El botánico recuerda que los vegetales son parte de una cadena trófica y su extinción puede provocar cambios en otros organismos que dependen de ellos.

El turismo, un arma de doble filo en la naturaleza