Unos 7.000 canarios se están tratando actualmente con denosumab, el principio activo del fármaco Prolia, que ha demostrado ser muy eficaz para tratar la osteoporosis pero cuyos riesgos asociados son igual de importantes. Además, según un reciente estudio de la Fundación Institut Catalá de Farmacología, este compuesto genera ?dependencia y síndrome de abstinencia, además de cáncer?.

No obstante, y a pesar de la alarma social que ha generado este informe científico, los médicos instan a la ciudadanía tratada con estos medicamentos a no suspender sus tratamientos sin antes consultar con su médico, pues es justamente ?el efecto rebote? el que más daños genera. Según los datos recabados por el Centro Regional de Farmacovigilancia, de estos 7.000 pacientes canarios, 25 se han dirigido al centro por reacciones adversas y en dos de ellos se han concretado fracturas múltiples tras la suspensión del tratamiento. Sin embargo, en estos últimos casos, no se ha podido hallar una relación directa entre ambos factores.

Por su parte, la farmacéutica que lo está comercializando Amgen, defendió el perfil ?beneficio/riesgo favorable? de Prolia y recordó que ?la compañía ha trabajado estrechamente y ha sido totalmente transparente con las autoridades reguladoras sobre el riesgo de fracturas vertebrales múltiples?. En este sentido, la empresa afirmó que ?cuando se interrumpe el tratamiento con Prolia sin terapia de continuación, la resorción ósea aumenta temporalmente por encima de los niveles previos al tratamiento, y la densidad mineral ósea recupera los niveles previos al tratamiento?. Amgen admitió, asimismo, que ?los pacientes dejan de estar protegidas y el riesgo de fracturas vertebrales múltiples aumenta, sobre todo en pacientes con antecedentes de fracturas vertebrales?.

Los medicamentos asociados al denosumab y, concretamente el Prolia, se utilizan como segunda línea de tratamiento para la osteoporosis. Como cuenta Emilio Sanz, jefe de servicio de Farmacología Clínica del Hospital Universitario de Canarias (HUC), este tratamiento se utiliza solo en los pacientes más afectados por la osteoporosis, y defiende que en realidad lo que debería evitarse son ?las caídas?. Se trata de una inyección que los médicos utilizan porque mejora la adherencia al tratamiento, ya que se suministra cada seis meses y porque ?no hay otra cosa?, como insiste Sanz.

Las caídas son la principal causa de fractura en personas de avanzada edad y no la osteoporosis. De hecho, Sanz remarca que la continua utilización de psicofármacos en estos pacientes suelen ser la razón de que disminuya en estos pacientes su capacidad de movimiento. Prolia, como viene indicado en su ficha técnica, solo reduce en un 1,4% el riesgo absoluto de sufrir una fractura en el primer año de tratamiento. ?Por tanto, su eficacia no es extraordinaria?, concluye Sanz. En este sentido también se han manifestado los investigadores firmantes del estudio, que afirman que ?los fármacos utilizados en la osteoporosis (en general), tienen una eficacia modesta y producen numerosos efectos adversos, que pueden ser graves?. De tal manera, que afirman que es más eficiente ?prevenir las caídas que reforzar el hueso?.

El problema es que este principio activo ?no tiene efecto persistente?, lo que provoca ?una vez se abandona el tratamiento, el hueso vuelva al estado anterior, incluso peor?, explica Sanz. Esto ocurre porque ?los huesos que tenemos actualmente no son los mismos que hace cinco años?, ya que el cuerpo tiene un mecanismo de regulación óseo. Los huesos se van formando poco a poco con los osteoblastos mientras se van degradando al mismo tiempo con osteoclastos. ?Este anticuerpo monoclonar mejora la mineralización de los huesos bloqueando la generación de osteoclastos?, confirma.

Para los investigadores, el caso del denosumab es ?particularmente preocupante? y abogan por ?evitar su prescripción. Por su parte, el farmacólogo insiste en que los pacientes ?no deben suspender su tratamiento sin preguntar antes al médico?, ya que, la única manera recomendada para dejar el fármaco es empezar a tratarse con otra vía terapéutica menos agresiva. En todo caso, Sanz concluye que los médicos no deben prescribir este tratamiento ?salvo que sea estrictamente necesario?.