Leidyz Pérez Galindez, propietaria de uno de los dos bajos del número 13 de la avenida Venezuela, no sale de su sorpresa. Semanas atrás denunció en este periódico que no podía abrir las ventanas de la habitación de su hijo porque frente por frente estaba colocada una hilera de contenedores de basura –siete dedicados a la recogida de diferentes residuos– y atendiendo a su solicitud cambiaron la distribución de los recipientes.
Eso sí, la mejoría, para peor, porque trasladaron el contenedor de restos hacia la calle Nivaria pero los de reciclaje los han dejado frente a la ventana de la habitación de su hijo. ¿El resultado? A cualquier hora depositan los restos con el consiguiente sobresalto, además de la recogida en horario nocturno, lo que impide abrir las ventanas, como le ocurre a su vecino, dependiente.