eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Barrio a barrio | Anaga

De Almáciga a Barcelona

Alejandro Sosa disfruta de la recompensa de simultanear trabajo y estudios al aprobar las oposiciones de inspector de Hacienda

Alejandro Sosa, dirigente vecinal de Almáciga, con su pueblo natal al fondo. María Pisaca

Dirigente vecinal de Almáciga, Alejandro encarna el pulso con la doble insularidad para culminar la graduación en Derecho y aprobar unas oposiciones que desde el miércoles de la próxima semana lo llevarán al Puerto de la Ciudad Condal, que lo mantendrá alejado de su playita de Benijo dos años.

Si se utilizara un símil futbolístico se podría decir que Alejandro Sosa, del movimiento vecinal de Almáciga, ficha por en el Puerto de Barcelona. El ejemplo solo muestra el cambio de aires y la relevancia del nuevo destino, en este caso profesional, de quien ha sido uno de los pulmones en la lucha de proyectos desarrollados desde la Asociación de Vecinos de Nuestra Señora de Almáciga.

Alejandro Sosa protagoniza una historia de superación, la de un niño que nació en Almáciga, el 16 de marzo de 1996 en una de las playas más bucólicas del Macizo de Anaga y que gracias a la entrega y empeño ha desafiado al coste de la doble insularidad. Una cosa es vivir en una Isla, como Tenerife, y residir Anaga tiene un plus añadido, tanto en calidad de vida como desafío para quien debe sortear las limitaciones de la movilidad en transporte público y no quiere renunciar a sus estudios en la Universidad de La Laguna. Hasta tres guaguas se ha visto obligado a coger para llegar desde casa a su centro de formación, un esfuerzo que ha tenido su recompensa al finalizar sus estudios en Derecho, estudiar y superar las oposiciones que le han permitido ingresar en el cuerpo de subinspectores de Hacienda, logrando destino en el puerto de Barcelona, donde estos días inicia su labor profesional.

Hijo de Estela, trabajadora del servicio de limpieza, y Elías, jardinero, Alejandro –que tiene un hermano seis años más pequeño que él– aprendió sus primeras letras en el Colegio de Educación Infantil Dolores Álvarez de su Almáciga natal, de ahí se trasladó al instituto de San Andrés para cursar bachillerato, y más tarde hasta la Universidad de La Laguna, donde cursó Derecho.

Alejandro recuerda que en el período de la Educación Obligatoria se benefició del transporte que habilita la Consejería de Educación para acercar a los alumnos de Anaga hasta sus colegios, lo que no le impedía que tuviera que salir a las 6:45 horas de su casa y regresar a las 15:00 horas. Conforme se planteó otros retos académicos, la situación de movilidad incrementó el grado de dificultad, lo que supuso un aliciente para sacar el carné de conducir: ya no solo se trataba de estirar los horarios de las guaguas, para ganar tiempo para el estudio, sino que además tenía que hacerlo coincidir con las horas de apertura y cierre de las bibliotecas donde iba a estudiar. A esto se suma el revés que supone que el centro de estudio cierre al mediodía, con el consiguiente contratiempo para el estudiante de Anaga, que le es más rentable quedarse en Santa Cruz a la espera de la reapertura antes de ir y regresar del Parque Rural.

Porque no solo de libros vive el hombre, parafraseando el dicho tradicional, Alejandro no se achicó ante la dificultad de la distancia y los problemas de transportes, sino que también trabajó desde los dieciséis años en el bar familiar Los Pinos, en su Almáciga natal, para costearse los estudios hasta que, una vez finalizada la carretera, se dedicó a prepararse de cara a las oposiciones que se convocaron en febrero de 2019, hasta superar dos exámenes convocados, en Las Palmas y otro en Madrid.

Y eso, en pleno confinamiento, donde los estudios los alternó con ir a dar de comer a los animales y atender a sus dos primos para que continuaran su formación académica desde casa. A esto se suma su implicación en el movimiento de participación ciudadana; sirva como ejemplo que el viernes 28 de mayo de 2012, el mismo día que el alcalde se reunía con los vecinos –entre los que estaba Alejandro— para explicar la situación del puente de San Andrés y las alternativas al cierre de tráfico, el abogado de Almáciga se acababa de enterar que había aprobado las oposiciones como técnico de Hacienda del Cuerpo de Subinspectores. A partir de ahí acudió a un curso de formación, donde también conoció su destino: el Puerto de Barcelona, su segunda opción después de Canarias.

Pudo formarse para optar a juez, fiscal o inspector y prefirió un trabajo que le permita más disfrutar de a la vida, aunque al menos esté fuera dos años antes de plantearse el traslado a su tierra, para cumplir su sueño, trabajar en Tenerife y vivir en Almáciga.

El miércoles marcha a Barcelona con la ilusión del reencuentro con su playita de Benijo. «No me veo sin Almáciga. Mi vida es esta, por mi gente y la tranquilidad».

Cuando se le pregunta si se ha planteado alguna vez entrar en política, se limita a decir que «a día de hoy no es su objetivo», pues entiende que «no tengo capacidad», aunque no descarta la opción porque entiende que «alguien que no conoce las cosas no las puede cambiar» y sentencia su compromiso con «un estado social y de derecho como el que tenemos».

Compartir el artículo

stats