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El ‘cirujano’ del reloj del Ireneo González

Avelino Moreno, un toledano afincado en Tenerife, restaura el reloj del Ireneo González

Avelino Moreno explica a la concejala de Cultura, Gladis de León, la restauración del reloj del Ireneo González. |

Avelino Moreno de Redrojo de la Peña (Mora, Toledo, 1953) tiene la habilidad de transformar lo que a priori parece una chatarra en una obra de arte. Aunque con una reputada formación académica, el destino llevó de la mano a este restaurador, hasta consagrar su mano, e ingenio, para poner en hora máquinas centenarias, caso del reloj que presidió la fachada del edificio que se destinó a la enseñanza popular en Santa Cruz, el Ireneo González, y luego Escuela de Artes y Oficio –desde el año 1910–, antes de su servicio, hasta su cierre, vinculado con la Sociedad de Desarrollo. Esta maquinaria es gemela a la que se localiza en el Palacio de Carta, en la plaza de la Candelaria.

La implicación de la concejala de Cultural del Ayuntamiento de Santa Cruz, Gladis de León, ha permitido rescatar esta joya de reloj que fue construida por Paul Obobey Fils, en Francia, entre 1890 y 1900 y que quedó fuera de servicio en la buhardilla del edificio hasta 2018, incluso después de haber sido reemplazo por otro de mecanismo eléctrico, por lo que se desplazó al Museo Municipal de Bellas Artes, donde desde hoy queda expuesto coincidiendo precisamente con la presentación de la programación preparada para realzar el Día de los Museos.

Fue precisamente el que fuera presidente de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, Eduardo Domínguez-Alfonso, quien trajo este reloj de Francia para instalarlo en la que fue sede de la institución, un edificio que fue diseñador por el arquitecto Manuel de Oraá y Arcocha, según la investigación realizada por su restaurador, Avelino Moreno, que concluye que el artilugio se colocó una vez finalizada la construcción del inmueble, en 1894, hasta 2018, cuando se trasladó al Museo de Bellas Artes, para su custodia.

El trabajo desarrollado por este restaurador de obras de arte capaz de conseguir que ponerlo a punto y que vuelvan a dar la hora dividió su intervención en tres fases. La primera consistió en el desmontaje, limpieza y evaluación del estado y daños de la máquina; la segunda, la restauración y reparación de elementos defectuosos así como la reintegración de la capa pictórica del bastidor, y la tercera, el montaje de la máquina sobre un soporte diseñador para su puesta en marcha y exposición.

El análisis inicial, que se inició en el año 2018, confirmó lo que era una percepción: mucha suciedad, oxidación y lubricantes secos; pérdida apreciable de la pintura de protección y decorativa del bastidor, y deterioro y pérdida de esmalte de la esfera testigo. Ahí fue fundamental la intervención de Avelino Moreno para resolver los problemas encontrados en el bastidor, tren de engrase de marcha, grupo escape, péndulo, tren engrase sonería, grupo palancas de sonería, elementos de elevación, mesas de marcha, de sonería y esfera testigo...

De chatarra a obra de arte

El estudio, que detalla la intervención, muestra el diálogo mantenido entre el restaurador y la máquina, que culmina con la elaboración de un trono que eleva a lo sublime lo que hasta hace cuatro años para alguno era una chatarra y hoy se expone en el Museo Municipal de Bellas Artes, con una estructura a su medida y diseño.

Este toledano, afincado en Tenerife desde 1978 –hoy tiene ya dos hijos y un nieto de once años, tras el fallecimiento de su esposa en 2018– cursó estudios de mécanica en la Escuela del Ejército, y luego participó en un concurso oposición al antiguo cuerpo de mecánicos de Telégrafo que lo trajo precisamente a la Isla.

Avelino Moreno no se ha resistido, ni se le ha resistido, la tecnología, y ha desarrollado el arte cinético desde la mecánica, incluso desde una formación académica en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna que culmina con su doctorado sobre la restauración, una habilidad, o especialidad, que le hizo acreedor del Primer Premio de Mecánica otorgado por Titsa.

Este mecánico de relojes se enfrenta a la restauración con la misma responsabilidad que el cirujano acude a la mesa de operaciones, entiendo la intervención de un reloj como el privilegio de poder desarrollar los criterios sobre patrimonio y obras de arte adquiridos en Bellas Artes.

Antes incluso de la irrupción de las nuevas tecnologías, ya Avelino advierte que «los relojes están en las torres y casi ni se ven» y considera fundamental la creación y puesta en marcha desde 1995 del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop) para poner en valor estas obras de arte frente a las nuevas tendencias que se inician desde la década de los sesenta; el mantenimiento es costoso y hasta la técnica de las campanas hacen que suenen 24 horas, lo que suscita protesta, frente a nuevos mecanismos mucho más baratos. Entre esas joyas que se conservan en Tenerife, el reloj de la Catedral de La Laguna.

Gracias al Cicop, que dio realce a estas obras de arte, se intervino en la máquina del Cabrera Pinto, primer instituto de Canarias, o del Mercado de Nuestra Señora de África, en Santa Cruz, al que se suma el Ireneo González que vuelve a estar en hora a la espera de que pueda volver a presidir el que fue primer instituto de Santa Cruz.

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