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Semana Santa | Quema de Judas en Taganana

Vecinos de Taganana ajustician a Judas cada Pascua de Resurrección

El salón de Pablo se convierte cada Sábado Santo en un ‘quirófano’ donde se fabrica a Judas, que sale por Taganana ‘de parranda’

Elaboración del Judas que este Sábado Sábado y Domingo de Resurrección recoge Taganana. E. D.

Cuentan los evangelios que Judas, tras vender a Jesús, decidió acabar con su vida. 1630 años después un cura cambió la historia en Taganana e incorporó la tradición –celebrada en otros rincones peninsulares– de quemar a un monigote con el nombre del discípulo traidor que ‘resucita’ cada noche de Pascua.


El salón de la casa de Pablo Martín, un conserje de colegio ya retirado, se convierte en el punto de encuentro de una veintena de vecinos de Taganana que, sin mediar aviso, saben que tienen una cita con la tradición: la quema de Judas, una costumbre incorporada por un cura de este pueblo de Anaga que se remonta a 1630.

Rehuyendo protagonismo alguno, Pablo Martín hace suyo la historia que en su día le contó Jaime Pérez Negrín, cuando atribuyó el inicio de la quema a 1630. «Un cura lo trajo y solo un cura lo podría quitar», se transmite de generación en generación, como la costumbre que alimenta este vecino de La Chanca, una zona de Taganana, en colaboración de Andrés Perdomo, más conocido como El Bombero por su profesión. «Nosotros somos los que hacemos el Judas; esto es del pueblo», precisa Pablo, que admite que hace cuarenta y siete año tomó el testigo de su padre y, junto a Andrés, mantiene esta costumbre.

El Bombero, experto en los nuevos mecanismos que se han incorporado en los últimos 25 años, explica que «nosotros no recuperamos una tradición, porque para eso es necesario que se haya perdido. Nosotros solo contribuimos a mantenerla».

Una veinte de personas se dan cita en el salón que cumplimentan un ritual que tradicionalmente arranca a las tres de la tarde del Sábado Santo y que tiene su propia parranda, la parranda de Judas, que se arma con una veintena de improvisados músicos que acuden con instrumentos y que pueden llevar con acompañantes a más de sesenta personas.

Este año, nada más adentrarse el visitante a la casa de Pablo, llama la atención la presencia de un hombre de fisionomía y complexión similar al que la semana pasada se encontró en la parroquia de Taganana. Es el ariquero Silvestre Gorrín, que tardó más en ser destinado de cura a este templo –el pasado septiembre– que en adaptarse a la vida de este pueblo que erigió una escultura a otro párroco de toda la vida, Isidoro Cantero Andrada (Cáceres, 1904-2004), destinado durante 62 años en Taganana (de 1933 a 1995) que fuera su único destino.

En el patio, Andrés, Silvestre y el hijo de Pablo se pelean para meter a camino el relleno de anea –así se denomina en Taganana a la badana de platanera– con la que toma cuerpo la estructura que se construye sobre cañas para dar apariencia humana a Judas, enfundado con una camisa y unos calzones, para luego incluirle unas botas y una careta de, en los últimos años, se salva de la quema para evitar la falta de existencias. «Antes corríamos los carnavales y nos era más fácil conseguirlas», explica Pablo.

La elaboración del machango incluye hasta un artilugio que gracias al motor de un parabrisas hace que Judas orine. Es la parte sensible de la construcción, que tiene un punto de pillería. «Aunque tu me veas a mí aquí, el Lucas siempre lo hacíamos los más jóvenes del pueblo». En esto aparece Aitor, el nieto de Pablo, con un puñado de meses, a vive su primer Judas. Al igual que se hace con la careta, también se salva la herramienta del manchago de la quema, para poderla utilizar en sucesivas ediciones. En los dos años del covid, aunque no salió, sí se cumplimentó la tradición con su elaboración que se colocó en el balcón de la casa de Pablo.

Una vez elaborado el Judas, tiene dos citas en Taganana, explica Luján González, presidente de la asociación de la Voz del Valle. La primera, a la puerta de la iglesia de la Virgen de las Nieves del Sábado Santo. Cuando se entona el Gloria, queda atrás la matraca y suena las campanas, y ya se escucha venir hasta la Iglesia desde la zona de La Changa o San Antonio entre canciones populares.

Pablo explica que Judas siempre llega su parranda que entona música pachanguera. Poco antes de la pasada medianoche estaba prevista que acabara la Pascua en la iglesia. Para ese momento estaba previsto que estuviera colocado allí el Judas, con su parranda, en las escaleras más próximas al barranco, en una imagen llamativa cuanto menos, como define el estudioso Agustín Pérez, autor del detallado libro Fiestas de Canarias, que pone énfasis en el constraste de las beatas saliendo de misa y el machango colocado a la puerta del templo entre las canciones que interpreta la parranda.

Unos aportan bizcochones, otros galletas o vinos que convidan por fuera del templo, mientras hay que se atreve a cantar y otros a bailar. La fiesta puede durar ahí más de una hora, si bien continúa y recorrerá las principales calles del pueblo. «Los niños ya saben que Judas funciona y se acercan para preguntarnos donde está el botón que se hace que se active su miembro y simule orinar». «Una vez se nos ocurrió esconderle un altavoz», cuenta Pablo. «Tenías que ver la cara de aquellas personas que se acercaban a ver a Judas cuando parecía que el machango los llamaba por su nombre y les hacía un cuento y miraban y no sabían de dónde salía esa voz», cuenta entre carcajadas.

Judas salió ayer después de Pascua por las principales calles de Taganana, si bien tenía previsto alterar su recorrido tradicional, que en la mayoría de los casos lo ha llevado hasta la zona de Portugal para respetar el duelo de unos vecinos. «Siempre repetimos donde se acoge a la parranda de Judas», insiste Pablo Martín.

Los infatigables músicos suelen unir la noche con la mañana, mientras otros se van de madrugada a descansar para regresar a la misa de doce del Domingo de Resurrección. Al término de la misa del mediodía, Judas es trasladado a un terreno cercano a los chorros de La Pianola donde se procede a la quema. Ahí la comitiva y hasta la parranda se diluye con una frase que parece un contrato: «Hasta el próximo año», como así ha ocurrido desde 1630.

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