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Aniversario del palacio de capitanía | Visita guiada

El Mando de Canarias expone la riqueza y el simbolismo del Salón del Trono

Con el impulso del capitán general, Valeriano Weyler, el pintor Gumersindo Robayna realizó pinturas en el techo donde se reflejan la importancia de cada isla y de España

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Celebración del 140 aniversario de Capitanía Carsten W. Lauritsen

El Palacio de Capitanía es el «edificio digno» que los militares necesitaban para reafirmar en el último cuarto del siglo XIX su presencia en la entonces única provincia de Canarias; los mismos militares que contribuyeron y defendieron que Santa Cruz de Tenerife fuera la capital provincial. Así lo planteó ayer Jonás Armas Núñez, doctor en Historia del Arte, en la visita guiada que se realizó al Salón del Trono de la edificación. Dicho acto protocolario estuvo presidido por el teniente general Carlos Palacios Zaforteza, jefe del Mando de Canarias; el alcalde de Santa cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, y el presidente del Parlamento de Canarias, Gustavo Matos, entre otras autoridades. Su construcción fue impulsada de forma decidida por el capitán general Valeriano Weyler y Nicolau, quien, de forma paralela, decidió que fuera el pintor e intelectual Gumersindo Robayna quien efectuara los frescos que decoran la parte alta de la zona noble del inmueble.

Robayna aplicó en la obra sus conocimientos del movimiento cultural e ideológico en auge en aquel momento, el indigenismo y la idealización del pueblo guanche. Pero también recoge el pensamiento que defendía el orgullo de la influencia española. Y, además, no olvida la realidad sociopolítica de 1880 en el Archipiélago, con la preponderancia de Santa Cruz de Tenerife frente a Las Palmas. El Salón del Trono de la Capitanía es el primer espacio en el que, por primera vez, se recogen los escudos de las diferentes islas, junto a los de España, la monarquía y los de Castilla y León. Y también se representa el concepto de escudo de Canarias que ideó José de Viera y Clavijo, en el que Tenerife «está en la base y ejerce de sustento y protector» del resto de territorios insulares.

Los matices e interpretaciones que Robayna plasmó en el Salón del Trono son múltiples y variados, como reflejó la exposición realizada por Jonás Armas Nuñez, que recibió ayer felicitaciones de la inmensa mayoría de los asistentes a la visita guiada. El Mando de Canarias y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife trabajan para la firma de un convenio con el objetivo de vecinos y turistas puedan realizar visitas guiadas a la mencionada estancia noble, así como al patio central del emblemático edificio militar.

Con motivo del 140 aniversario de la construcción y apertura del inmueble, desde hoy hasta el 3 de octubre, vecinos y turistas podrán visitar la exposición fotográfica sobre el inmueble que se ha montado en el patio central del Palacio, donde también se podrán apreciar algunos de los elementos utilizados por su principal impulsor. Las personas interesadas podrán acceder a la misma de lunes a viernes, de 17:00 a 20:00 horas; así como sábados y festivos, de 11:00 a 14:00, y de 17:00 a 20:00 horas.

Durante la inauguración de la citada muestra de imágenes sobre la historia del inmueble, el principal protagonista fue Weyler y Nicolau. El exteniente coronel José Manuel Padilla recordó que por la actual Capitanía han pasado 73 generales, con sus diferentes denominaciones, como capitán general, comandante general o general jefe del Mando de Canarias.

Cuando Valeriano Weyler llegó a Santa Cruz de Tenerife fue recibido con cierta indiferencia por la sociedad. En aquel momento había 18.000 habitantes en la capital tinerfeña y unas 2.500 casas. Sin embargo, se editaban una decena de periódicos de diferentes ideologías. Por aquella época, la Capitanía se encontraba en el Palacio de Carta, en lo que hoy es la Plaza de la Candelaria. A Weyler dicho recinto le parecía «pequeño e incómodo; no le gustaba», en palabras de José Manuel Padilla. En una ocasión, hubo lluvias importantes en la ciudad y el espacio habilitado como residencia de Weyler y su familia se llenó de goteras. Por ese motivo, el capitán general y sus familiares tuvieron que refugiarse y pasar la noche en el despacho del militar. Por esa razón envió un «escrito explosivo» al Ministerio de la Guerra en el que planteaba que el inmueble era indigno y planteaba la importancia de edificar un Palacio que estuviera a la altura de la importancia que tenía la autoridad militar. Y varias semanas después, el Gobierno aprobó la realización de dicho proyecto.

Valeriano Weyler encargó el proyecto al comandante del Cuerpo de Ingenieros Tomás Clavijo y Castillo Olivares, natural de Lanzarote, y miembro de una saga de militares. Era el año 1878. A juicio de José Manuel Padilla, Clavijo se basó en una propuesta de construcción que nunca se llevó a cabo y que estaba prevista en lo que hoy es la Plaza del Príncipe. Y la adaptación fue acertada, según dicho investigador. El objetivo era «elevar el rango de la capital insular».

Tres licitadores presentaron presupuestos para optar a la construcción del Palacio. Y quien obtuvo la posibilidad de edificar el inmueble fue Rafael Clavijo Armas, que, según Padilla, no tenía vínculo familiar alguno con el comandante del Cuerpo de Ingenieros. El exteniente coronel explicó anoche en su intervención en el Patio Central que Weyler logró que el constructor rebajara su propuesta final de ejecución en 23.525 pesetas.

En el acto protocolario previo a la visita al Salón del Trono y a la exposición fotográfica también intervino el general de División Alfredo Ezquerro Solana. Ezquerro y Padilla son autores de un libro sobre la figura de Valeriano Weyler y la construcción del Palacio de Capitanía. En 1981, Padilla se percató de que en una placa que preside el patio central puede leerse que el inmueble empezó a ser utilizado en 1881, de forma concreta el 5 de abril. Es decir, que en ese año se cumplía el centenario. Padilla avisó a Ezquerro y ambos llegaron a la conclusión de que había que «hacer algo» para conmemorar la efeméride.

En Madrid no constaba la hoja militar de Weyler. Un día, Ezquerro preguntó a un subordinado qué había en la parte baja de un armario y la respuesta fue que no sabía, ya que el mueble llevaba mucho tiempo cerrado. Detrás de unas cajas apareció el historial del personaje histórico. La acumulación de dichos papeles casi llegaba al metro de altura. Participó en la Guerra de Cuba, en la de Santo Domingo, en Filipinas o en las Guerras Carlistas en España. Murió con 96 años y su historia militar ocupa 76.

Ezquerro está convencido de que si la construcción del Palacio de Capitanía se hizo en poco más de un año y medio fue gracias a Weyler. En el proyecto inicial presentado por Tomás Clavijo figuraba solo la mitad de la primera planta del edificio. Sin embargo, cuando se terminó de hacer, esa segunda altura se realizó en toda su superficie, aunque eso no supuso un mayor coste para el Gobierno. Ezquerro mencionó que dos bisnietos de Valeriano Weyler y Nicolau estaban presentes en el acto y animó a uno de ellos a profundizar en el conocimiento de la figura de su antepasado, puesto que «quedan muchas cosas por investigar» sobre el mismo.

Antecedentes

En 1656, el capitán general Alonso Dávila se trasladó de Gran Canaria a Tenerife, donde quedaría finalmente instalada la residencia de la principal autoridad militar en el Archipiélago. Lo hizo sin recibir licencia real para ello. Jerónimo de Benavente, en 1661, fue el primer capitán general que realmente recibió licencia para residir «en la isla que tuviese por más conveniente». Y Benavente eligió Tenerife, de forma concreta, la Casa de los Capitanes, en La Laguna.

En 1723, la Capitanía General se desplaza de La Laguna a Santa Cruz de Tenerife. El capitán general Lorenzo Fernández se aposentó en el Castillo de San Cristóbal en 1723. Otras sedes estuvieron en la calle La Marina, en el cruce de las calles San Francisco y San José, y en el ya mencionado Palacio de Carta.

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