El concejal de Viviendas Municipales del Ayuntamiento capitalino, el nacionalista Juan José Martínez, y los representantes vecinales de las comunidades de propietarios de los bloques XII de Santa María del Mar, en el distrito Suroeste, y IX, en Ofra-Costa Sur, suscribieron días atrás el convenio que permitirá la renovación de las viviendas sociales que se construyeron hace medio siglo.

En el particular del inmueble de Santa María del Mar, se beneficiarán dieciséis familias que residen en dicho bloque; en Miramar, ocho unidades familiares se acogerán al Plan Estatal de Vivienda que está en vigor entre 2018 y 2021. La presidenta de la comunidad de vecinos de Santa María del Mar, María José Hernández, recuerda que en su barrio casi la mitad del medio centenar de bloques ya se han incluido en el Área de Regeneración y Renovación Urbana (ARRU). Bajo ese nombre técnico, las administraciones que participan en el acuerdo, de conformidad con los vecinos, se comprometen a financiar patologías estructurales en los edificios tales como impermeabilización de cubiertas, saneado y revestimiento de fachadas, así como la adecuación de las instalaciones a las telecomunicaciones, electricidad y abastecimiento de agua potable. El ARRU prevé la adaptación a las nuevas normativas, como en el particular de la accesibilidad.

Los vecinos del bloque XII de Santa María del Mar comenzaron los trámites para sumarse al ARRU hace casi un año, y coincidiendo con la firma de la aceptación de la renovación del inmueble, las dieciséis familias ya han abonado, como poco, el 20% de la aportación que le corresponde ingresar a los residentes, pues no ha faltado quien se ha querido zanjar el pago de una sola vez.

La presidenta de la comunidad de vecinos recuerda que el acuerdo con el ayuntamiento establece dos pagos: uno, al finarse la aceptación del ARRU, y un segundo, cuando se comience a pintar la fachada, lo que supone la recta final de los trabajos; una fase que podría tardar unos dos años, como ha ocurrido con el resto de los edificios se que han sumado a estas áreas de renovación urbana.

Cabe recordar que Santa Cruz tiene previsto realizar mejoras en 1.081 viviendas sociales, que se distribuyen en 72 edificios o bloques que se localizan en los ocho ARRU que negoció la capital con el Estado: Santa María del Mar (en la actualidad se trabaja en 120 viviendas); Miramar (184 hogares), barrio de La Salud (306), La Victoria (94), García Escámez (53), La Cepsa (106), Ofra (78) y Los Gladiolos (140). Este programa de renovación tiene un presupuesto total de 18.409.832,16 euros que se financia al 41,74% por el Ministerio de Vivienda; 30% del Gobierno de Canarias; y 10,14% que aporta tanto el Cabildo de Tenerife como el Ayuntamiento de la capital. El 7,9% restante lo debe desembolsar la comunidad de vecinos de cada inmueble.

Para sumarse al ARRU y acogerse a los parabienes que rubricó el concejal de Viviendas Municipales, Juan José Martínez, la representantes de las 16 familias del bloque en el que vive recuerda que el primer paso es constituirse en comunidad de vecinos; el resto, viene rodado por un protocolo ya establecido.

De casta le viene al galgo

María José heredó de su padre su entrega a los vecinos, hasta el punto que pocos conocen a su progenitor, José Hernández, bajo este nombre; pero es unánime la admiración que suscita, hasta estremecer los sentimientos, cuando se pronuncia el nombre de Pepe Santamaría, dirigente vecinal del Suroeste de la capital tinerfeña que falleció en 2017.

Su hija habla con apego del barrio al que muchos le ponen por apellido a su padre. Salvo Manuel, su hermano mayor, María José y sus dos hermanas Carmen Gloria y Candelaria nacieron en Santa María del Mar. Sus progenitores se mudaron al distrito Suroeste a mitad del siglo pasado, y eso que eran chicharreros de pro: él, del edificio El Barco, en la barriada de La Victoria, a mitad de camino entre La Salle y Tomé Cano; su madre, del barrio de El Cabo de toda la vida, hasta que se casaron y se fueron a vivir a las Moraditas de Taco, y ya de ahí, a Santa María del Mar, en el Suroeste de la capital.

Trabajador de Tabacalera, luego engrosó la plantilla de la fábrica de soga que estaba en Tres de Mayo, para seguir su labor en la casa de coches Peugeot antes de dedicarse durante dos décadas y media como conserje en el colegio público de Santa María del Mar. Primero, en el antiguo, hasta que se construyó el nuevo centro. Pepe nació el 25 de diciembre de 1939, una fecha inolvidable para María José: junto a la Navidad, es el día en el que nació su hijo Víctor.

A María José le salieron los dientes cuando ni siquiera había calles en Santa María del Mar, como "los cincuenta bloques de viviendas sociales y en lo alto, el Mistral, que lo dejaron solo", comenta sin perder la sonrisa. "Vimos cómo se fabricaron Los Alisios, y luego Añaza y Carrefour, para seguir con Cuevas Blancas y más tarde Acorán".

El PIRS, la primera victoria

La hoy presidenta de la comunidad de vecinos del bloque XII recuerda el día que su padre decidió involucrarse en la lucha en defensa del barrio. "Anunciaron que iban a instalar el PIRS a la entrada de Añaza. Recuerdo que mi padre, junto a un grupo de vecinos, se organizó y tuvimos las familias acampadas en el solar donde se quería instalar una planta similar a lo que ahora está en Arico". Recuerda que "pasamos mañana, tarde y noche a la intemperie bajo una manta; los mosquitos nos dejaron la huella".

María José recuerda que vocación de servicio de su padre con los vecinos. "Llegaba del trabajo y estaba almorzando, tocaban a la puerta y no dudaba en dejarlo todo para ver qué necesitaba. Mi casa parecía la oficina de atención social de todo el barrio; cuando él estaba trabajando era mi madre quien se encargaba de estar pendiente de tomar los recados de cuantos le llamaban", precisa. "Un vecino le llamaba y le advertía que le iban a cortar el agua o que no tenía comida y mi padre salía al ayuntamiento para intermediar por el vecino; muchas fueron las compras que consiguió para las familias". "Recuerdo el día que fuimos a Carrefour y me presentó al director del supermercado, a quien conocía por la cantidad de veces que acudió a pedirle ayuda para los residentes en el barrio con el compromiso de publicitar el supermercado entre los vecinos".

Con muchas las anécdotas que recuerda María José de su padre: "Cuando venía al barrio una cuadrilla de alguna empresa pública ya sabían que no iban a estar tres o cuatro días, sino que iba para un mes. Desde que los veía, llamaba a la empresa y les pedía la complicidad aprovechando que el personal estaba en el barrio para subsanar algunas anomalía". Fue la escuela en la que se curtió María José y la memoria que mantiene viva el barrio con un fresco en un lateral del bloque donde el vivió.