Opinión

Seducción y horror

Viviendas en Badalona.

Viviendas en Badalona. / LITUS PEDRAGOS

La estrechez de las casas actuales está poniendo de moda los tabiques móviles. Basta con deslizar una pared para convertir el salón en dormitorio. Una sola estancia puede ser varias a la vez si aciertas a bajar y subir los techos, a replegar los armarios, a abatir el bidé, a ocultar o desocultar la ducha. Sin dar un solo paso, te hallarás en sitios diferentes al apretar el botón de un mando a distancia o al tirar de una polea. La idea es que, en vez de moverte tú, se mueva la realidad. Recuerdo la impresión que me produjo el primer sofá-cama que me mostraron en una tienda. El vendedor tocaba una palanca y el mueble se transformaba en lecho como por arte de magia, lo mismo que un coche descapotable se cubre y se descubre a gusto del consumidor.

Hay un programa de la tele en el que aparecen arquitectos especializados en convertir apartamentos de 30 metros cuadrados en casas de varias habitaciones, todo por el sistema de mover el decorado. Y quizá este sea el problema: la calidad de decorado de estas viviendas, pues ninguna de sus estancias temporales acaba adoptando la identidad profunda de lo que representan. Quiere decirse que el dormitorio, que hasta hace dos minutos era una cocina, no se comporta exactamente como la habitación de los sueños. Te puedes acostar, porque uno se echa a dormir en cualquier sitio, pero es posible que, si la magia no ha funcionado bien, tropieces al estirar los pies debajo de las sábanas con una sartén.

Estas viviendas exigen, por otro lado, un mantenimiento excesivo para que unas dimensiones de la realidad no se crucen con otras. Más de uno, al abrir un armario de la cocina para coger una cazuela, se ha encontrado con un zapato. Lo peor, con todo, si vives en pareja, es que, al cerrar un pasillo para transformarlo en cuarto de baño, el cónyuge se quede accidentalmente en la dimensión clausurada mientras que tú apareces en la abierta. Debe de ser estremecedor escuchar los gritos de la persona amada pidiendo que la saquen de un lugar que no existe, o que no está programado para existir hasta el día siguiente. Estas economías espaciales, en fin, están llenas de confusión y de peligros. Nos seducen para jugar, pero nos horrorizan para vivir.

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