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Vinicius JuniorOscar J. Barroso / Afp7 / Europa Press

En el camino de la Historia

Juan Jesús Ayala

De la biología a la cultura

Con motivo de la discusión o debate planteado reiteradamente por los insultos en un partido de fútbol al jugador Vinicius, brasileño, al cual llamaron «negro de mierda» por el color de su piel, he reencontrado en los anaqueles de mi biblioteca ciertos libros como Extranjeros para nosotros mismos, de Julia Kristeva; Nuestra especie, de Marvin Harris; La fuerza de los pocos, de Andrés Ortega; El imperio frente a la diversidad del mundo, de Sami Naír; libros muy cercanos en su investigación al tema del «racismo». Sin embargo, De la biología a la cultura, de Jacques Ruffié, que fue médico y biólogo, especialista en genética, fallecido en 2004, es imprescindible y prioritario para acercarnos al problema del racismo que permanece instalado en determinados sectores de la población que ejercen una violencia exacerbada a través del insulto como compensación de su reequilibrio emocional ante los resultados de un partido de fútbol.

De la biología a la cultura fue publicado por este científico en 1979, en el que pone los puntos sobré las íes sobre conceptos desnaturalizados, que desde esa fecha son definitorios de cabreos, insultos, de poderío hasta institucional donde se considera a la raza aplicado al género humano supremacía y poder de unos que ejercen sobre otros a los que consideran desposeídos o como seres inferiores porque manifiestan que no llegan a su talla intelectual o bagaje económico.

Se llega a confundir poder y violencia con otras cuestiones que no tienen relación alguna entre sí como es el color de la piel, el cual siempre actúa como pretexto social o de poder. Y ahí demuestra el profesor cómo un falso cientificismo lleva a algunos estudiosos a revisar la historia reciente incidiendo en que lo del «racismo» son meros «inventos ideológicos» alejados de cómo han evolucionado las especies.

El patrimonio teórico y experimental de la biología constituye un formidable arsenal con el cual destruir de una vez para siempre las falacias que subyacen ante posiciones racistas y en particular a la falacia del concepto de raza aplicado al género humano. De ahí que el principal cometido del libro del profesor Ruffié es exponer con argumentos científicos la gran mentira del racismo como fenómeno supuestamente basado en conceptos más o menso técnicos. Llegando a la conclusión que la discriminación de grupos étnicos se basa en el concepto de «raza», el cual es un invento del siglo XIX para justificar violencia y dominio sobre el ser humano.

El señalar a estas alturas, bien entrado el siglo XXI, que las diferencias de piel, estructura oseocerebral o forma del esqueleto son motivos más que suficientes para reducir la especie humana a seres inferiores y seres superiores, es una falacia tan grande que cae en el terreno del mito. Aunque la evidencia nos pone en pista que todas las argumentaciones científicas que se opongan ante los gritos desaforados y conductas aberrantes continuarán en el empeño que las razas existen basados en reflexiones tribales, en construcciones culturales adornados, como hemos manifestado, de arribismos ideológicos y determinismos sociológicos que impregnan el comportamiento de muchos individuos incitándolos a deambular por estos caminos, aunque en algún momento comprendan que están equivocados a pesar de que el profesor Ruffié desde 1979 puso esta fecha como caducidad.

Lo cierto es que la violencia sigue implantada en el planeta y, no solo es la que se ejercita en un campo de fútbol por energúmenos sino también por seres «civilizadisimos» que la ponen en practica y con toda la tranquilidad del mundo para la destrucción de seres a los que creen inferiores, que molestan, que comprometen sus negocios y tienen que ejercer su superioridad simplemente apretando el botón que tienen en su despacho para dirigir un misil nuclear que colabore en su aniquilación.

Concluyendo, según el profesor francés, que los seres humanos con un sentido de la adaptación prodigioso y con una nula o poca especialización mantienen casi intacta la misma estructura orgánica que su primer antepasado, hace 200.000 años, el «homo sapiens».

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