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Bloques de viviendas en construcción.

Análisis freudiano

Hay que tomar medidas para impedir que un ciudadano de Santa Cruz compre una vivienda en Güímar, porque está contribuyendo a que el precio del metro cuadrado se haya puesto por las nubes. Es el mismo principio que lleva a la parida de plantearse prohibir que un ciudadano de Berlín se compre un chalé en Adeje.

Ahora resulta que la solución para los movimientos migratorios está en manos de unas ilustres cabezas de pescado que piensan que el mundo se abarca en las páginas de un boletín oficial. Al patriotismo, que es un hermoso sentimiento de amor por la infancia o un perfecto refugio para la estupidez, se llega también por el ladrillo.

La civilizada Europa consiguió la libre circulación de ciudadanos por muchos estados miembros de la UE. Eso y una moneda común han sido logros espectaculares de la construcción de la unidad europea. Escuchar ahora el crepitar del fuego en el ardiente pelo de la dehesa social canaria lleva al estupor. Los carpinteros de la indignación patriótica quieren ponerle una gran puerta al campo de la libertad. Hemos pasado de pedir que vengan los nómadas digitales a trabajar en bañador en el balcón de los chalés a gritar que nos están robando las viviendas o que la Fundación Rodín nos quita las subvenciones de la boca.

La misma progresía que defiende con ardor la llegada de la pobreza saca las bayonetas contra el aterrizaje de la riqueza o la cultura. Digieren sin problema la inmigración que huye del hambre o la importación masiva de mano de obra para trabajos que los canarios no quieren hacer –lo que favorece bajos salarios– pero se les abren sus solidarias carnes si un matrimonio austriaco invierte sus ahorros en una vivienda. ¿Están realmente preocupados por que haya muchos extranjeros comprando casas en nuestra tierra guanche? ¿Por qué no se dan una vuelta por San Isidro, por Las Galletas o por El Fraile? Igual llegan tarde con sus preocupaciones. Aunque tal vez lo único que les revienta es que se compren viviendas de lujo. ¡Ese odio por la riqueza es tan maravillosamente irracional!

Poner condiciones a la residencia en Canarias es una opción interesante. Pero es un asunto difícil y delicado. Un proyecto de orfebrería política que exigiría mucha paciencia e inteligencia, con lo cual probablemente sea imposible de hacer en estas islas donde esos materiales escasean.

En todo caso, no deberíamos ponernos demasiado chulos con quienes nos dan miles de millones de euros en ayudas y subvenciones a la agricultura, el transporte o el desarrollo. Esta rediviva obsesión suicida contra el turismo y contra todo lo extranjero tiene algo de freudiano. Concretamente de fase anal.

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