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Dos relatos sobre el Casino Taoro

Casino Taoro

Desde finales de los años setenta y hasta entrado el siglo XXI, el Casino Taoro tendría como ubicación la sede del antaño Gran Hotel Taoro. Un magnífico edificio levantado en el siglo XIX como resultado del desarrollo que, desde finales de tal centuria, comenzaba a experimentar el turismo en nuestro archipiélago. Con el fin de conocer más detalles sobre el recordado espacio y la actividad asociada a Casino durante varias décadas, nos reunimos el pasado verano con dos de sus antiguos trabajadores que, desde diferentes experiencias temporales, permiten que podamos reconstruir la visión de unos años que siguen mirando con nostalgia y recuerdo. La relación de José Peraza con tal espacio se inicia en 1979, momento en el que le informan de la existencia de vacantes para ocupar un puesto de seguridad. Poseía el título acreditativo sobre ello y sus experiencias profesionales hasta entonces habían estado fundamentalmente orientadas al ámbito de la construcción y el comercio. Tras la entrevista con el máximo responsable de seguridad, pasa a formar parte de la nómina de trabajadores de un lugar que, en el momento de su incorporación, llevaba abierto al público unos dos meses aproximadamente. Uniformado estaría durante años con porra y pistola teniendo diversas responsabilidades hasta ir poco a poco ascendiendo en su escala, siendo especialmente significativo su paso a la sala de juegos vestido de paisano. No duda en narrar vivencias con los compañeros que trabajaban tanto en el interior como en el exterior, ocupándose de numerosas responsabilidades como la vigilancia en la sala de juegos, así como en las máquinas, así como el complejo control fisonomista en la entrada y salida, atendiendo al análisis que ello significa como especialista de las personas por su fisonomía y la detección de falsas identidades, personas con acceso prohibido a las salas de juego, etc.

El relato del otro entrevistado nos lleva ante Sergio Palenzuela. Su primer contacto con el Casino fue motivado por la lectura de un anuncio en este mismo periódico en 1986. Acude ante la oferta de empleo a la capital tinerfeña, concretamente al Círculo Mercantil. Tras registrarse pasa a realizar un test psicotécnico y, como parte de los seleccionados, acude tras ello al Casino Taoro. Se suceden entonces diversas jornadas con cursos teóricos y prácticos, especialmente en la ruleta americana y el blackjack. De esos momentos no duda en citar a dos de sus profesores: Roberto Díaz Molina y Antonio Rodríguez Delgado. Tras superar un periodo de preparación durante dos meses empieza a trabajar en enero de 1987 en mesas. Como croupier expone las numerosas horas y la responsabilidad que el trabajo exigía diariamente. El Casino Taoro únicamente cerraba el 24 de diciembre y el Viernes Santo durante algunos años. Cada mesa era revisada por un jefe de mesa, así como por un inspector y miembros de seguridad. Todo ello se coordinaba desde el cuarto de control, con el fin de valorar la correcta cantidad de dinero y que todo marchara sin problemas. También era observado por la dirección. Se trataba de un proceso que se repetía de mesa en mesa antes del acceso de los clientes. Unas 800 personas por noche se desplazaban a tal espacio, pudiendo en ocasiones bajar hasta las 500, aunque durante la temporada de verano, especialmente en días muy buenos, se podía llegar hasta un aforo de 1300 personas en jornadas de sábado, prolongándose el horario de apertura hasta las 5 de la madrugada en momentos de mucha asistencia, cerrando de forma habitual a las 3 de la madrugada en horario de domingo a jueves. El ascenso de crupier equivalía a una mejora de sueldo, pero también a nuevas responsabilidades, especialmente el conocimiento de más juegos. Tras esa etapa pasaría a trabajar unos seis años en la Sala Andrómeda, situada en el Lago Martiánez, llevando el mismo nombre Casino Taoro y, posteriormente, pasaría a la Sala donde estaba el Lido San Telmo, en la Avenida Colón.

Ambos testimonios nos aproximan, sin lugar a dudas, ante el ejemplo de un espacio que llegaría a ser de los más importantes a nivel nacional, siendo un reclamo para la isla y especialmente para el municipio turístico del Puerto de la Cruz.

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